Arte. Retrato de dos pioneros
Homenaje. Miguel Ángel Vidal y Rogelio Polesello, referentes de la abstracción geométrica, en el MNAD y en el Malba
Miguel Ángel Vidal (1928-2009): nuevas formas
El pasaje O’Brien, ubicado detrás de la Estación Constitución, es hoy un variopinto escenario de travestis y bailanta paraguaya. Hay que imaginar cómo habrá sido allá por 1928, cuando en la casa de sus abuelos maternos nació Miguel Ángel Vidal, artista de la abstracción geométrica y pionero del "arte generativo". Además de legar una producción señera en la historia del arte argentino, Vidal fue un personaje imborrable para la educación artística, tal como lo demostró el caudal de ex alumnos que lo recordaron el día de la inauguración de la muestra en el Museo Nacional de Arte Decorativo. Su director, el arquitecto Alberto Bellucci, y Hugo Pontoriero, jefe de Museología, organizaron una cuidadosa retrospectiva de dibujos, pinturas y objetos.
Vidal fue también uno de los precursores del arte digital en la Argentina. Hacia la década del sesenta, cuando llegaron al país los primeros equipos de computación con programas de imágenes, fue invitado por las autoridades de las Escuelas ORT para experimentar con las computadoras de su centro de cálculo. Más tarde, cuando Jorge Glusberg creó el Centro de Arte y Comunicación (CAyC), esas obras fueron exhibidas en la muestra Arte y cibernética. Hoy están en la colección del Victoria & Albert Museum de Londres.
Entre 1949 y 1951 integró el llamado "Grupo Joven" junto con Víctor Magariños, Carlos Filevich, Federico Martino y Eduardo Mac Entyre; tenían en común la pasión por la historia del arte y la investigación de nuevos materiales y técnicas. En Barracas alquiló un taller junto con Mac Entyre, otra figura clave en el desarrollo de la geometría pictórica. El año 1960 lo encuentra como un artista maduro. En septiembre se presentó en la galería Peuser, junto con Mac Entyre, con el padrinazgo del coleccionista Ignacio Pirovano y Rafael Squirru, entonces director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Fue la primera exposición de "arte generativo" término tomado de un texto del pintor belga Georges Vantongerloo, donde afirmaba que "lo importante era engendrar formas nuevas, reflejar el proceso generativo de las mismas, los fenómenos que las provocan o estos mismos fenómenos en movimiento". En las obras de Vidal el elemento básico es la línea recta, que se desplazaba por el campo pictórico de manera rigurosamente ordenada. Construyó cientos de composiciones a partir de una austeridad asombrosa; las formas radiales creaban un movimiento de expansión o contracción, según desde donde se lo mirara, y a la vez enunciaba una concentración o difusión del color. A fines de la década de 1960 comenzó a trabajar con objetos lumínicos utilizando acrílico y aluminio, y más tarde creó paralelepípedos con formas cóncavas y convexas. Sus últimas obras manifiestan un interés por la luz como símbolo de la iluminación espiritual.
Julio Sánchez
Rogelio Polesello (1939-2014): múltiples caminos
A los veinte años ya era considerado un prodigio. Cuando los principales críticos de la época elogiaron su primera muestra individual en la galería Peuser, en 1959, la escena artística local comenzó a seguir de cerca a ese joven que comenzaba a investigar las posibilidades del arte óptico. Hasta su muerte, el año pasado, Rogelio Polesello jamás abandonó esa búsqueda. Desde que descubrió la obra de Victor Vasarely en una exposición que el Museo Nacional de Bellas Artes le dedicó en 1958 al padre del Op Art, Polesello se obsesionó con la abstracción geométrica. Siempre en sintonía con su propio tiempo, a lo largo de más de cinco décadas, la aplicó en su polifacética obra sin discriminar técnicas ni materiales. Exploró todos los caminos a su alcance –pinturas, grabados, esculturas, murales y diseño gráfico, textil, de objetos y de interiores– para multiplicar los puntos de vista del espectador, cuya participación consideró fundamental.
Así lo demuestra Polesello joven 1958-1974, la exposición antológica que reúne hasta el 12 de octubre en el Malba más de 120 obras fundacionales de una carrera que continúa sumando admiradores. Visitada hasta ahora por más de 65.000 personas, se viraliza en las redes sociales con el hashtag #polesellojoven.
La producción, que incluye un libro/catálogo de 400 páginas, demandó casi tres años de trabajo. En 2012, el artista abrió su casa a un equipo enviado por el Malba para que revisara su caótico archivo. En innumerables cajas no sólo aparecieron registros de los proyectos que desarrolló como artista y diseñador, sino también notas de revistas –incluidas en la muestra– en las que se lo ve posando con modelos como una estrella de Hollywood.
Curada por Mercedes Casanegra, Polesello joven comienza por los trabajos menos conocidos: témperas, tintas, óleos y monocopias con formas geométricas que el artista realizó a fines de la década de 1950, recién egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Continúa con un imponente mural nunca antes exhibido, realizado a comienzos de la década de 1960, que pertenece a un arquitecto argentino radicado en Nueva York. En esa época, mientras sus colegas informalistas integraban trapos o elementos de metal en las obras, Polesello empleaba chapas como matrices para crear tramas con la pintura.
A los treinta años ya parecía haber encontrado la fórmula del éxito, luego de que el premio Esso y su participación en la Bienal Americana de Arte y en la de San Pablo le abrieran las puertas de una carrera internacional. Entonces llegó el acrílico. Con el material importado realizó objetos que descomponían la imagen a través del efecto "ojo de pez". De esta manera, logró ampliar el concepto de obra.
Celina Chatruc