Argentina, ¿un país de fiesta?
En la Argentina es costumbre buscar motivos para celebrar. Tal vez por eso sea, junto con Venezuela, uno de los países con más días no laborables en América Latina: pues este 2023, sumamos 17 días de descanso neto (19, si incluimos los domingos). Mientras, en Venezuela ascienden a 24 los días de descanso netos (27, si incluimos domingos). Todos queremos festejar cuando hay buenas razones. El problema es cuando no sabemos cómo vamos a pagar la fiesta.
En un país que se jacta de varios récords (la avenida más ancha, el río más ancho, entre otros), el 2022 quedó en nuestra historia por ostentar el récord de 24 feriados (2 días más que el promedio de días hábiles en un mes).
A las fechas festivas tradicionales, sumados feriados turísticos (pensados para permitir un mayor tiempo de descanso y que los trabajadores disfruten de estas actividades fuera de sus “límites” habituales), le agregamos, el año pasado, otras tres particulares: el censo nacional (18 de mayo), el feriado declarado tras el frustrado intento de magnicidio sobre la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner (2 de septiembre) y el 20 de diciembre con motivo de los festejos por la obtención del campeonato Mundial de Fútbol en Qatar. Ese feriado, según estimaciones del Instituto de Economía de UADE, costó el 1,1% del PBI del mes de diciembre y el 25% del PBI del día en cuestión.
Si bien debemos ser cautos respecto a las correlaciones y causalidades, los invito a revisar algunos datos para pensar si existen o no fenómenos asociados:
Argentina hoy, además de ser famosa por su Selección ganadora de la triple corona futbolística (Copa América, Finalísima y Mundial de la FIFA), es tristemente reconocida por tres fenómenos destacados de la economía mundial: el crecimiento en el índice de pobreza en un país rico en términos naturales (actualmente, de 42,20% y en fuerte ascenso), una merma sostenida en el PBI per cápita desde 2017 a esta parte (actualmente de U$D 13.622) y la indomable inflación persistente al cabo de más de 20 años (7,8% en último mayo siendo el mes de mayo con más inflación de los últimos 40 años, 114,2% en 12 meses, 42,2% acumulado en 2023). Por si fuera poco, podríamos sumarle al cuadro un pobre desempeño en las Pruebas PISA 2018 (las últimas de las que por el momento se tienen los resultados), uno de los principales indicadores mundiales en educación: ocupamos el escalafón 63º en Compresión Lectora, 64º en Ciencias y 71º en Matemáticas.
Respecto a este último dato, tengamos en cuenta que, de acuerdo con el calendario lectivo 2023 establecido por el Consejo Federal de Educación de 190 días de clases y el análisis del informe “Calendarios escolares 2023″ del Observatorio de Argentinos por la Educación, de las 24 provincias argentinas sólo 6 planificaron al inicio del año cumplir con las fechas (Ciudad de Buenos Aires con 192 días, Buenos Aires; Chaco, Córdoba, Misiones y Neuquén con 190 días). Para peor, al 30 de abril sólo 6 de ellas eran las que se contabilizaban entre las que no habían sufrido pérdidas de clases, de acuerdo con su calendario autónomo (Mendoza y Salta con 47, Jujuy, Formosa y San Luis con 42 y Catamarca con 38, según el relevamiento de Coalición para la Educación). Urge, en este sentido, implementar medidas para declarar la educación en todos los niveles y modalidades como servicio esencial por su trascendencia sobre el futuro de los alumnos, para asegurar el derecho a una educación integral, de calidad y el cumplimiento del ciclo lectivo completo, como lo propuso la Academia Nacional de Educación en su reciente declaración “La educación es una prioridad”.
Del otro lado de los rankings y como uno de los tradicionales países, revisemos los datos de Finlandia, un faro en términos de educación. Poseen un número razonable de 13 feriados (dentro de la media mundial de 14), un medido 12,70% en índice de pobreza, 7,1% de inflación en 2022 (y bajando, como casi todos los países en el mundo post pandemia), un holgado PBI per cápita de U$D 58.659 y buenas performances en PISA: 6° en Ciencias y Compresión Lectora y 16º en Matemáticas.
Si no queremos irnos tan lejos, y con solo cruzar el “charco”, tenemos a mano los datos de Uruguay. Nuestros vecinos del Río de la Plata disfrutan de 15 días de descanso (apenas por encima de la media), un honorable 6,9% de índice pobreza, un distinguido PBI per cápita de U$D 16.931, un envidiable 9,1% de inflación (en mayo pasado -0,01%) y uno de los mejores resultados de la región en pruebas PISA (un escalafón por debajo de Chile en nuestro continente) y que se mantiene estable en las últimas dos mediciones: 48º en Compresión Lectora, 53º en Ciencias y 58º en Matemáticas.
Pensando en estos datos, no creemos equivocarnos si afirmamos que, en la Argentina, lamentablemente nos estamos acostumbrando a los malos hábitos: por un lado, pensar en el descanso antes que en el trabajo y el estudio (cuantiosos feriados en un país con cada vez más pobreza y menos educación y días de clase); por el otro, a priorizar el consumo antes que el ahorro, pues nos estamos habituando a consumir como una forma de sacarle el mayor provecho al dinero -cuyo valor real se quema con la inflación-. Nos estamos convenciendo de que tenemos una suerte de derecho adquirido al disfrute.
Por el contrario, creo que debemos comenzar a comprometernos en trabajar y estudiar -más y mejor- para generar mayor valor en un país donde cada vez hay menos empleo privado y menos generación genuina de riqueza.
Vicepresidente primero de la Academia Nacional de Ciencias de la Educación (ANE)