Argentina 2023
En pocos meses, en nuestro país se llevarán a cabo elecciones generales mediante el sufragio, que Roque Sáenz Peña acertadamente calificó como “la esencia de la soberanía”. Reconocidos politólogos afirman que es la institución en virtud de la cual los ciudadanos eligen a la persona o personas encargadas de desempeñar los poderes públicos.
¿El sufragio es un derecho natural o un derecho político? Distintos autores han incursionado respecto de su naturaleza. Opto por aquellos que distinguen entre el sufragio como un derecho en potencia y el voto como ejercicio de aquel. El primero sería un derecho natural, inalienable e imprescriptible que, pese a su contenido político, no pierde nunca su naturaleza; el segundo –el voto– es una forma del único soberano, que es el pueblo, de hacer efectivo aquel derecho. Las elecciones son un acto esencial y de confianza en la democracia. No se trata de un acto sublime y misterioso, es algo que hace a la convivencia de los argentinos, y se realizarán en un clima caracterizado por una expresión utilizada para denominar una división, normalmente violenta, binaria y maniquea: la llamada grieta, que se remonta a principios del siglo XX.
No pocos aseguran que se institucionalizó en 1955 con los bombardeos en la Plaza de Mayo –más de trescientos muertos, casi la mitad de los caídos en Malvinas y cuatro de los seis golpes de Estado cívico-militares del siglo XX–, pero se agudizó por otros medios en el siglo actual. No me atrevo a calificar y analizar nuestras grietas desde un purismo ético, hay que hacerlo con y desde los instrumentos de la hermenéutica histórica. Algunas grietas han sido estúpidas y funestas. En cuanto a los golpes de Estado, me remito a lo expresado por el expresidente Raúl R. Alfonsín: “Han sido siempre cívico-militares. La responsabilidad indudablemente militar de su aspecto operativo no debe hacernos olvidar la pesada responsabilidad civil de su programación y alimentación ideológica” (Memoria política, pág. 255). En cuarenta años no hemos superado nuestro pasado de desencuentros, pues este es, según Borges, “… indestructible, tarde o temprano vuelven las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el pasado”.
En tal sentido, debe respetarse el disenso y sobre todo el diálogo; ambos movilizan emociones y deseos, siempre y cuando las partes estén dispuestas a admitir la evidencia, aunque sea descubierta y propuesta por el otro, en el marco de la veracidad y la coherencia. De otro modo, aprecio que el diálogo se convierte en profanación. En el diálogo debemos dejar de lado el enojo, el insulto, y los rostros ceñudos, agrios, incapaces de sonreír. Algo propio de los mediocres es la vanidad, la soberbia agresiva y el odio, cuando no la venganza, que puede impregnar todos los ámbitos humanos, uno de ellos, de muy fácil infiltración es la política. No puedo dejar de mencionar la frecuente omisión intencional e hipocresía. ¿Un ejemplo? Thomas Jefferson escribió en la declaración de la independencia de los Estados Unidos que “todos los hombres son creados iguales”, sin embargo era dueño de algunos esclavos. No es necesario estar de acuerdo, se puede discrepar enérgicamente pero sin romper la concordia, que no es acuerdo, sino la firme decisión de convivir juntos. Ello impone escuchar y escucharse, empatizar y evitar una ideología rígida y una exaltación mesiánica.
El hecho de que el objetivo de un partido sea oponerse a otro por la oposición misma es la perversión de la democracia, es una heresiología laica. El adversario político no es un enemigo. Una oposición seria y madura, con predisposición a consensuar proyectos indispensables para nuestro país, no debería desconocer que en la alternancia republicana puede ser también un beneficio para ella.
Sobre la conflictiva situación actual en la región, el presidente Alberto Fernández dijo: “Difícilmente pasaría algo así en la Argentina, porque tenemos Fuerzas Armadas (FF.AA.) alineadas con las instituciones” (La Nación, 23 enero de 2023). Concepto indiscutible, pero olvidado por gran parte de la dirigencia política. En rigor, desde hace más de tres décadas las FF.AA. están subordinadas al poder civil y a la esencia de los valores republicanos contenidos en la Constitución Nacional (CN), a pesar de la desatención a que han sido sometidas en el siglo actual: presupuesto y sueldos más bajos de la historia; sanción de decretos inconstitucionales y resoluciones de contenido político, partidario e ideológico que interfieren en la designación de nombramientos y ascensos. Todo ello afecta la profesionalidad, el reequipamiento, la operatividad, la moral y limita seriamente el cumplimiento de la misión de las FF.AA.: disponer de una capacidad de disuasión creíble que posibilite desalentar amenazas que afecten los intereses vitales de la Nación, y nuestra propia soberanía. Esta última es la facultad de autodeterminación, como manifestación del poder del Estado. No protegerla es perder el derecho de fijar nuestro destino. Recuerdo que la conducción primaria de las FF.AA. corresponde al Poder Legislativo (artículo 75, inciso 27) y al Ejecutivo (artículo 99, inciso 12/14) de la CN.
El actual marco internacional es multipolar, imprevisible y conflictivo; y el regional, incierto con una democracia en retroceso. Nuestro frente interno –carente de sólidos liderazgos– evidencia serias dificultades en lo político, psicosocial, económico, y un vacilante accionar en nuestras relaciones exteriores. No obstante, se abre la posibilidad de consensuar y mejorar la difícil convivencia en libertad que hemos logrado. Encauzar, y avanzar en la solución de todo lo expresado, no será fácil y demandará más de tres mandatos presidenciales. Recuerdo que Nelson Mandela dijo: “Debemos usar el tiempo disponible y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien”.
Es hora de avanzar hacia una difícil y necesaria reconciliación, con los sectores polarizados y consolidados en torno a su propia verdad sobre el pasado; lo que exige fomentar una cultura para que las partes revisen su historia con sentido crítico y reconozcan las distorsiones en su autocomprensión. De lo contrario, será construir una casa sobre arena, débil e inerme ante las tempestades y los huracanes de la historia.
Exjefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y exembajador en Colombia y Costa Rica