Arabia Saudita deja de aplicar penas inhumanas
La poderosa Arabia Saudita tiene ciertamente más de una cara. Es, claramente, uno de los países más ricos y activos del mundo. Y es, al mismo tiempo, uno de los más atrasados en materia de respeto a los derechos humanos y libertades esenciales. Especialmente cuando del respeto a la mujer se trata. Para muchos, la adopción generalizada de una de las más primitivas y severas variantes del Islam puede tener que ver con ese difuso perfil.
Acaba, sin embargo, de dar algunos buenos pasos en dirección al cambio, que no pueden dejar de ser aplaudidos. Su Corte Suprema ha eliminado la flagelación del abanico de sanciones penales, prohibiendo su aplicación, y reemplazándola por penas de prisión y/o multas. Lo que ha sido inmediatamente amplificado por su propia Comisión de Derechos Humanos, aparentemente empeñada en dar publicidad a esa muy buena decisión.
El país árabe está viviendo una etapa de "modernización", de la mano del cuestionado, pero ciertamente hiperactivo, príncipe heredero, Mohammed Ben Salman, que aún reprime y persigue a los disidentes, incluyendo a los que forman parte de la familia real misma.
Su imagen, recordemos, quedó tempranamente deteriorada por el asesinato, en la ciudad de Estambul, del crítico periodista saudita, Jamal Khashoggi, que aún no ha sido debidamente aclarado.
El anuncio coincidió con la trágica muerte, mientras estaba en prisión, de un ampliamente conocido profesor universitario y defensor de los derechos humanos: Abdallah Al-Hamid, quien había sido condenado a once años de cárcel por su presunta responsabilidad en supuestos actos de "desestabilización" del Estado. Por sus críticas, más bien.
La medida aludida también parece tener que ver con el caso de un defensor de la libertad de expresión, Raif Badawi, que en el 2014 había sido repulsivamente condenado a diez años en prisión, más 1.000 latigazos, por insultar al Islam. Al año siguiente, el mencionado Badawi fue distinguido con el Premio Sakharov, otorgado por el Parlamento Europeo.
La decisión de excluir de las penas posibles a la flagelación debería ser rápidamente complementada por una que excluya, asimismo, a la inhumana pena de muerte. Arabia Saudita es uno de los países del mundo que, lamentablemente, más frecuentemente la aplica. Sin ir más lejos, el año pasado la aplicó 184 veces. Como nunca antes, en su propia historia. O sea, nada menos que día por medio.
La pena de latigazos era también usada con alguna frecuencia en el país del rey Salman. Hasta para castigar a las conductas homosexuales. Y al adulterio. Así como al alcoholismo. Y a la apostasía. O para reprimir, hasta el 2011, a las mujeres que -como sucediera ese mismo año con los 10 latigazos aplicados a Shaima Jastaina- tenían la presunta "osadía" de animarse a conducir automóviles.
Lo cierto es que la anunciada abolición de la pena de "flagelación" es un paso adelante, que debe ser bienvenido. Y que nutre la ilusión de que no sea el último en un proceso, por ahora demasiado lento, de modernización real del reino de Arabia Saudita.
En rigor, no ha sido el único paso adelante, desde que también se ha decidido, por medio de un decreto real, prohibir que la pena de muerte sea en más aplicada a los menores de edad, reemplazándola, en esos casos, por penas de hasta 10 años en prisión, que deberá cumplirse en algunos centros especiales de detención. Al menos seis menores (shiitas) que hoy están detenidos, se beneficiarán inmediatamente de esta segunda buena decisión.
El autor es Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas