Apuntes al paso. Todos venimos a ser mestizos
Descender de europeos en la Argentina es saber que la integración entre culturas es posible y plena de matices
- 4 minutos de lectura'
Siempre estuvieron pero, vaya a saberse por qué, últimamente los miro con una curiosidad distinta. Camino por el barrio, zona de cruce entre Boedo, Almagro, Caballito si avanzo hacia Avenida de La Plata, Parque Patricios si elijo enfilar hacia Caseros.
Siempre estuvieron, pero por alguna razón hoy los miro como si recién los descubriera: Centro Navarro, Rincón Familiar Andaluz, Asociación Mutual Residentes de Vigo, Asociación cultural y recreativa Tuy Salceda. Y más, unos cuantos más. En su mayoría son edificios amplios, sólidos; un tipo de construcción inconfundible por las fachadas macizas, algún que otro arco, ciertos escudos, las rejas de las ventanas, los aleros, mosaicos, balcones, banderas. Clubes sociales, territorios de encuentro construidos por y para inmigrantes de origen español; algunos modestos, otros imponentes, todos impregnados de nostalgia.
Aunque crecí en una familia española, el espíritu gregario no era lo nuestro. No recuerdo grandes incursiones en los centros donde se reunía la comunidad española; alguna fabada en el Centro Asturiano quizás, pero no mucho más.
Y ahora resulta que en mis caminatas por el barrio los veo por todos lados.
“La inmigración española no necesita espacios que refuercen su identidad –me ilustraba una amiga hace un tiempo–. La italiana, tampoco. Son migraciones exitosas, ya se integraron, ya está”.
El perfume glorioso de una paella: ésa es la respuesta, los restaurantes que funcionan en muchos de estos lugares. Los cartelitos invitando a talleres de todo tipo, desde danza flamenca hasta Kung-Fu, sin duda también aportan lo suyo.
Sin embargo, me asomo a la puerta de la Casa Balear, el Tuy Salceda o la Asociación Mutual Residentes de Vigo, atisbo los salones enormes y me pregunto cómo hicieron para resistir, cómo hacen para seguir allí, ahora que casi no queda gente que hable con tonada castiza. Ahora que prácticamente todos somos hijos y nietos. El perfume glorioso de una paella: ésa es la respuesta, los restaurantes que funcionan en muchos de estos lugares. Los cartelitos invitando a talleres de todo tipo, desde danza flamenca hasta Kung-Fu, sin duda también aportan lo suyo.
Comer, bailar, ejercitarse: la cultura teje su trama, que siempre es multicolor.
Vuelvo de una de estas caminatas y me encuentro con la noticia: en el marco del Mes de Europa –éste que acaba de comenzar–, y en paralelo al XVIII Encuentro de Cine Europeo (20 películas disponibles para ver durante todo mayo en cineueargentina.com), se presentará una muestra fotográfica en el Centro Cultural San Martín. Se trata del Premio 2021 de Fotografía Digital Unión Europea en Argentina, y se exhibirán, a partir del 19 de este mes, las 17 obras ganadoras del certamen.
Tengo la fortuna de acceder a un adelanto del catálogo y, una vez más, me maravillo ante la capacidad de la fotografía para tocar, con una precisión misteriosa, ciertos y específicos rincones de la corteza cerebral.
Ante mí está Jejou (“encuentro” en dialecto Mbya Guaraní), de Mauricio Holc, la imagen que ganó el Primer Premio. Hay cuatro chicas vestidas con trajes tradicionales polacos; las rodea un grupo de niños y niñas guaraníes mbya, y a todos ellos –a las descendientes de europeos, a los descendientes de nativos– los envuelve la selva misionera, el lugar donde muchos inmigrantes polacos se asentaron a fines del siglo XIX.
En otra imagen, Karina Azaresky registra el juego perfecto que hacen las ramas de un jacarandá –especie oriunda de América del Sur– y el frente de un edificio porteño, pura elegancia parisina.
De eso se trata: de las “migraciones exitosas”, que son otro modo de decir fusión; territorios mixtos, a veces delicados como un recién nacido; ensambles donde ya no se sabe bien dónde comienza el aporte de unos, los dones de los otros. El lenguaje es parte de eso; la arquitectura, las fiestas y la música también, y así lo muestran todas las fotos que se exhibirán en el San Martín.
Con tanto viejo monstruo rugiendo por el mundo, no está de más recordar que todos, de un modo u otro, venimos a ser mestizos. Por suerte y para mejoría de esta rara cosa llamada especie humana.