Apuntes al paso. Entre el barro, el papel y los poemas
Un pequeño libro objeto reconcilia con la magia de lo artesanal y la capacidad del arte para reparar los estragos de la historia
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Hay una obra de Salvador Dalí, Muchacha en la ventana, que tuve por años en un estante de mi biblioteca. Me la había enviado, en formato postal –hubo un tiempo en que la gente se comunicaba a través de postales– una amiga afincada en España. Cada vez que miraba Muchacha en la ventana veía a la mujer morena, de espaldas, que Dalí había retratado. Pero también veía, en esa misma mujer, a mi amiga. Y a la posibilidad de mirar más allá, zambullirme a través del espacio que Dalí, generoso, nos ofrecía a través de los simples trazos de una ventana.
Hace unos días la imagen de una mujer de espaldas, aunque distinta a la del cuadro de Dalí, me despertó una emoción similar a la de aquella postal. Algo ligado con lo hipnótico. Porque no puedo dejar de mirarla –es la foto que aparece en esta página–, sumergirme en su enigma tranquilo, sentir que si bien aquí no hay ventana, sí existe un espacio secreto, profundo, quizás liberador.
La imagen me la acercó la diseñadora Carolina Urresti, y es un retrato, misterioso y bello, de la alfarera paraguaya María Bienvenida Paez Monges.
Hace ya unos cuantos años que Urresti cultiva una metódica pasión por Paraguay, la cultura guaraní y el arte textil ligado al chaguar y el ñandutí, entre otros. En 2012 abrió en Buenos Aires Guaraní Porã, un refinado espacio dedicado a la difusión de las manufacturas y diseños del Paraguay y el litoral argentino. Actualmente vive en Rosario y desde allí continúa con sus indagaciones en los textiles y las artesanías.
Me acuerdo bien de Guaraní Porã. El día en que lo descubrí, yo venía de hacer un viaje por trabajo a Asunción del Paraguay, y estaba aún bajo el influjo de esa experiencia.
Hay una belleza distinta en ese país, un encanto tan sutil como el de la imagen de Bienvenida de espaldas. Es un resplandor inesperado, rojos y verdes intensos; extensiones de tierra que me eran extrañas y al mismo tiempo conocidas: el paisaje de los cuadros de Cándido López.
Y el bilingüismo. Eso de ir del guaraní al español, y de vuelta al guaraní, como quien se mece en el agua de dos casas.
Por eso, y por el descanso que da lo artesanal en un tiempo donde lo digital abruma, tengo entre las manos uno de los últimos emprendimientos impulsados por Urresti. Es un pequeño libro objeto, textura de papel, cartón e hilo, donde puede leerse Nenia, canción fúnebre, poema escrito por Carlos Guido y Spano (Buenos Aires, 1827-Buenos Aires, 1918). Académico, escritor, director del Archivo General de la Nación, Guido y Spano se hace eco del dolor y la tragedia implicados en la Guerra del Paraguay.
Urresti, que escuchó por primera vez una estrofa de Nenia, canción fúnebre no en la Argentina, sino en Paraguay recitada por Bienvenida Paez Monges, decidió invitar a la alfarera a participar en la confección del libro. Utilizando la técnica del esgrafiado, Paez Monges ilustró cada estrofa del poema en barro. Luego, esos dibujos –intrincados, plagados de motivos ligados a la flora y la fauna de la región, elementos realistas y fantásticos que se entreveran con palabras y frases tomados del mismo poema– se llevaron al papel. De la risografía y la serigrafía se ocuparon el taller Las Afueras y el Atelier Burano.
Iliana Franco Alvarenga tradujo el poema de Guido y Spano al guaraní, y Joca Wolff y Antonio Carlos Santos lo hicieron al portugués. Las tres lenguas entreveradas en una guerra larga, atroz y cruel, aquí son parte de un reparador hilado de palabras. Todo es delicado, respetuoso, cuidado.
“Mujer puro amor, pura curiosidad, hospitalidad y deseo de aprender todos los días algo nuevo”: así describe Urresti a la alfarera nacida en la ciudad de Areguá. Y recuerda la cadencia de la voz de Bienvenida cuando le hizo conocer los primeros versos de Nenia: “¡Llora, llora, urutaú/en las ramas del yatay/; ya no existe el Paraguay/donde nací como tú-/¡Llora , llora, urutaú!”