Apuntes al paso. El mundo que nació en una imprenta
En talleres de la Europa del siglo XV se forjó todo lo que somos hoy; una muestra reconstruye esa lejana mutación
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Tengo ante mí algo así como la clave de lo que soy. De lo que somos todos nosotros. Un vestigio del comienzo de los tiempos, nuestros tiempos, los modernos.
La observo a través del vidrio que la protege; me cuesta ponerle nombre a la enormidad de tiempo que hay entre esta reliquia y mi vida. Lo que asoma aquí, expuesto en una sala del Muntref-Museo de la Inmigración, es un folio de la primera edición de la Biblia de Gutenberg. El primer libro impreso de la historia. ¿Cómo llegó esa rara joya a estas tierras y cómo pasó a ser parte del acervo de la Biblioteca Nacional? Me abruma la enormidad de causas, azares, vicisitudes, complicaciones y hallazgos que encierra esa pregunta. Tanto como la descomunal sucesión de eventos que unen a la delicada pieza que yace en la vitrina con el libro que está en mi bolso, el celular que llevo en la mano. Un lienzo que comenzó a hilarse en algún momento de 1454 o 1455 y sigue aquí, en 2023, en estas mismas letras, en su tipografía, en la disposición de estas palabras en la página, incluso en el modo en que asoman en la pantalla de un celular. Escribo y el lazo que me une a ese folio entrevisto en una sala de exposiciones es tan fuerte, decisivo y antiguo que da vértigo.
La muestra se llama La revolución de la imprenta, tiene la curaduría de Cristina Dondi y se realizó gracias a la colaboración entre la editorial Ampersand, Untref, Muntref y la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. “Cincuenta años que cambiaron el mundo” aclara una de las inscripciones que se leen al ingresar a la sala de exposiciones, en alusión a un lapso, 1450-1500, donde, en ciertos puntos muy específicos de Europa ocurrió algo destinado a transformar la humanidad. Hubo un recurso técnico novedoso –la imprenta–; una tecnología que ya existía –la escritura– y que repentinamente encontró el cauce de hacerse masiva; y un proceso lento –el pasaje del mundo oral al escrito– que ya se había insinuado pero que con el nuevo dispositivo avanzó, creció, rebalsó como las aguas de un tsunami y transformó a los seres humanos, su cultura, su pensamiento, sus modos de comunicarse y de existir, de una vez para siempre. ¿Estaremos viviendo con internet algo similar a lo que vivieron los europeos del siglo XV? De momento, nadie puede saberlo.
Cincuenta años que cambiaron el mundo” aclara una de las inscripciones que se leen al ingresar a la sala de exposiciones, en alusión a un lapso, 1450-1500, donde, en ciertos puntos muy específicos de Europa ocurrió algo destinado a transformar la humanidad.
Tanto la exposición como el libro Printing R-Evolution, recientemente editado por Ampersand, traduce los hallazgos del proyecto 15cBOOKTRADE (“Comercio del libro en el siglo XV”) de la Universidad de Oxford, realizado en colaboración con cientos de bibliotecas europeas y de los Estados Unidos. La investigación busca reconstruir los circuitos que trazaron los primeros libros (los “incunables”), recolectar datos de las piezas que aún sobreviven, y explicar con mayor precisión las razones del hito civilizatorio que generaron.
El proyecto tiene un fuerte anclaje en el trabajo con big data; en varios de los paneles y las pantallas que dan forma a la muestra titilan cifras, gráficos, datos. Mi espíritu anda demasiado perdidos en otras épocas, así que no puedo evitar detenerme en ciertos detalles. La reproducción de una ilustración debida a la parsimoniosa paciencia de un dibujante al filo de lo medieval; las hojas de los libros expuestos, todo un desafío a la devastadora corrosión del tiempo; una joya que se me ocurre tan increíble como los folios de la Biblia de Gutenberg: un libro de 1546, traducción de Platón al latín, adquirido por Manuel Belgrano en la calle Atocha de Madrid. Otra vez, el vértigo; me marea el viaje, geográfico, temporal y simbólico, concentrado en esa pieza.
Decía Walter Ong que, con el pasaje de la cultura oral a la escrita, la humanidad abandonó el universo sonoro y se hizo visual. Un gesto que, también, alumbró el privilegio de la racionalidad y todo un nuevo modo de observar y revolucionar el mundo. Para bien y para mal, esto que somos nació entre los tipos móviles y las tintas de una lejana y decisiva imprenta.