¿Aprovecharemos la oportunidad que nos ofrece la pandemia?
Margaret Keenan se acomodó en el sillón azul, se levantó la manga izquierda de su remera, también azul, y a los 90 años marcó el aparente principio del fin de la pandemia. Fue la primera persona que recibió la vacuna de Pfizer/BioNTech, mientras Rusia y China avanzan con sus propias vacunas. "Feliz Navidad", decía su remera, con la imagen de un pingüinito feliz.
Puede ser el principio del fin de la pandemia en su faceta más urgente, la sanitaria. Pero el baile recién empieza. Porque tomará muchísimo tiempo revertir –si acaso es posible– los múltiples y muy diversos impactos de este 2020
Sí, puede ser el principio del fin de la pandemia en su faceta más urgente, la sanitaria. Pero el baile recién empieza. Porque tomará muchísimo tiempo revertir –si acaso es posible– los múltiples y muy diversos impactos de este 2020.
Tres grandes lecciones podemos ya extraer de estos meses, apoyados en la serie de entrevistas a grandes figuras globales que La Nación publica desde fines de marzo. Hombres y mujeres de todos los continentes y las profesiones más diversas, que nos ayudan a pensar.
Lección número uno: la pandemia ha funcionado como una lupa que agiganta lo bueno y lo malo que ya estaba allí, tanto al nivel de las naciones, como de cada persona. Porque en aquellos países que ya registraban problemas de desigualdad social o brecha educativa o falencias sanitarias, el azote del Covid-19 potenció esos dramas, del mismo modo que aquellas sociedades que eran ya flexibles, que apostaban a la innovación y a la tecnología, avanzaron aún más por esa senda.
Lo mismo pasó entre las personas. Aquellos que ya lidiaban con angustia, ansiedad, depresión o estrés, remarcan los psicólogos, debieron lidiar con verdaderas crisis durante estos largos meses de aislamiento, mientras que aquellos que son optimistas o resilientes capean mucho mejor esta tormenta agotadora.
Lección número dos: la faceta sanitaria puede comenzar a quedar atrás a medida que la vacunación se extienda por el mundo. Pero, más relevante, sólo estaremos dejando atrás una faceta de un desafío mayor. Porque tomará años, con suerte, revertir el impacto económico, social, laboral y educativo que causó esta pandemia. Y allí están las previsiones del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional para confirmarlo, como así también las visiones coincidentes de figuras tan disímiles como Jeffrey Sachs, Thomas Piketty, Jacques Attali, Martin Wolf y hasta Fernando Savater. "Vamos a salir más pobres", razonó el filósofo español, "porque esto será un golpe muy grande".
¿Por qué tomará años, con suerte? Porque millones de empleos se perdieron durante los últimos meses. Y cualquiera que haya intentado crear un puesto de trabajo en la Argentina, para concentrarnos en lo que más conocemos, sabe de los tremendos obstáculos, dificultades y riesgos que conlleva contratar a alguien en este país. ¿Y en lo educativo? ¿Podremos reinsertar a todos los chicos que abandonaron el sistema durante este ciclo lectivo? Porque está comprobado que aquellos que no completan el secundario tienen más dificultades para conseguir empleo y son peor remunerados… por el resto de sus días. Una realidad que nos urge a replantear nuestro sistema educativo, coinciden los números uno de la Unesco y de la OCDE para la Educación, Stefania Giannini y Andreas Schleicher, y el maestro y director del año en el Reino Unido, Richard Gerver.
Estos puntos –entre tantos otros–, apuntan a la faceta más humana y cotidiana. Pero lo mismo vale al nivel de las naciones. Porque como dice el analista internacional Fareed Zakaria, los países más poderosos podrán sortear las dificultades. Lo harán mejor o peor, pero saldrán adelante. El problema se concentra entre los países medianos, como la Argentina, y los pequeños. Porque son estas naciones las que necesitan tomar deuda en los mercados internacionales, necesitan exportar y generar divisas. Y eso será todo un desafío en este nuevo mundo pandémico y pospandémico.
Lección número tres: toda crisis es una oportunidad. Sí, suena a cliché, pero es una realidad, tanto en lo personal como en lo social. Lo es entre las personas –y todos conocemos a alguien que aprovechó estos meses para aprender un nuevo oficio o, incluso, replantear su vida–. Y lo es entre los países y las empresas, según coinciden Ha Joon Chang, Muhammad Yunus y Tal Ben Shahar, entre otras figuras globales.
¿Cómo podemos concretar la verdad que anida en ese supuesto cliché? Primer ejemplo, bien local: la bodega que vislumbró una oportunidad y lanzó una bebida espumante con una etiqueta que insulta a este 2020 que se va. Da igual su calidad, pero muchos quieren la botella para despedir este año con todas las letras. Eso es picardía; eso es inteligencia. El segundo, a gran escala: Ethiopian Airlines vislumbró, como todas las demás aerolíneas del mundo, el año que se avecinaba. Pero a diferencia de tantas otras, que reclamaron subsidios, tomó la iniciativa, transformó 45 de sus aviones y se convirtió, de la noche a la mañana, en la principal aerolínea para el transporte de carga de África. Y a diferencia de tantas otras aerolíneas, da ganancias. Sí, ¡da ganancias!
"A veces, los más grandes realistas son los idealistas", plantea Zakaria como última y decisiva lección en su último y alusivo libro, Diez lecciones para un mundo postpandémico. Recuerda así la decisión pragmática que adoptaron los grandes líderes al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando en medio del desastre absoluto apostaron por la cooperación y el multilateralismo. Apostaron por unir fuerzas.
Ese es el camino que debemos ahora repetir, dice Zakaria, aunque en la Argentina, la idea de unir fuerzas en plena grieta puede resultar naif. Pero al menos, entonces, podríamos simplificar las trabas burocráticas y reducir los obstáculos para generar nuevos empleos y sacar a millones de la pobreza. Ése es el eje central de Simple, el libro de Gerónimo Frigerio, un experto en desarrollo económico y social que aboga por una premisa clara: ¿cómo logramos que emprender y trabajar sea fácil y económico?
Hoy, si alguien quiere abrir un local en la Argentina, con todo en blanco y en regla, sabe que afrontará semanas de trámites burocráticos insólitos, tendrá que contratar a un contador y acaso a un abogado, pagar una verdadera fortuna al fisco y, a cambio, no obtendrá un solo beneficio –como acceder a una línea de crédito–. Al contrario, cosechará obstáculos y riesgos, incluido el de un juicio laboral si contrata a alguien.
Frigerio, para que quede claro, no concentra su mirada en las grandes empresas, sino en las micro y pequeñas. Es decir, en el laburante que cada día sale a la calle para, en la informalidad, ganarse el pan. ¿Cómo podemos ayudar a ese laburante que emprende? ¿Cómo simplificamos su esfuerzo diario por generar riqueza? ¿Cómo logramos llevarlo al sistema formal y que eso le resulte ventajoso, no una carga? Porque dependemos de millones de laburantes para sacar adelante a nuestro país en los durísimos tiempos pospandémicos que se avecinan. Si no, nos hundiremos aún más. Porque si algo nos ofrece esta pandemia que golpeó a todo el mundo es la oportunidad de mirarnos en nuestro espejo y mirar qué funciona –y qué no- a nuestro alrededor. ¿La aprovecharemos?