Apostemos a incubar el futuro
Todos estamos de acuerdo en la importancia que tienen las empresas pequeñas y medianas (pymes) dentro de cualquier economía –especialmente para la nuestra–, al ser genuinos pilares en el desarrollo productivo de un país. Por eso, debemos motorizar la idea de las incubadoras de empresas como gestoras de una actividad productiva en una generación de empleo y que al mismo tiempo fortalezca la vigencia de la cultura del trabajo y la cultura de los emprendedores.
Por la complejidad de su armado es una actividad que debiera contar con los acompañamientos de los gobiernos nacionales como impulsores, pero los grandes gestores debieran ser los gobiernos provinciales y particularmente los gobiernos municipales. Pongamos como ejemplo al intendente de cualquier municipio que ve que tiene un galpón sin ninguna utilidad y se pregunta por qué no desarrollar ahí una incubadora empresarial para darle una oportunidad a potenciales emprendedores de su distrito. Entonces se reúne con su secretario de Obras Públicas para evaluar cuáles son las necesidades que enfrentan. Lo ideal sería armar como mínimo 10 espacios individuales que tengan las cosas elementales para su puesta en marcha. Luego hace lo mismo con su secretario de la Producción, que tendrá a su cargo seleccionar a los profesionales que se ocuparán de capacitar a la gente. Después se hace un llamado público, se preseleccionan 50 personas, de las cuales quedarán 10. No hablo de soluciones costosas y mucho menos imposibles, porque lo que estoy diciendo ya se hizo en su momento en San Martín.
Esta forma de incentivar el crecimiento económico de una región o país ya no es discutida en el mundo. Surgen emprendedores en Europa, también en Estados Unidos y, hace unos 30 años, nosotros mismos concretamos una experiencia similar. Tomando como modelo algo que habíamos observado en Barcelona, en la ciudad de Terrassa, lo reprodujimos en la Municipalidad de San Martín.
En el municipio había un local que debía tasas municipales, entonces lo alquilamos. Mitad le pagamos al dueño y con la otra mitad recuperamos las tasas adeudadas. Así, construimos unos 15 lockers y de esta manera se lanzó la primera incubadora de empresas con un sistema tutorial, llamada Fray Luis Beltrán. El impacto que produjo en la gente hizo que durante la gobernación de Eduardo Duhalde el modelo se multiplicara a lo largo y ancho de la provincia de Buenos Aires. Llegamos a tener más de 40 incubadoras empresariales, a las que luego se les sumaron otras incubadoras con bases tecnológicas.
Con los años, esta forma de entender el crecimiento productivo del país se extendió a distintas provincias argentinas. Además de Buenos Aires y la Capital Federal, también podemos mencionar Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Chubut y Chaco. Pero deberían ser todas. Las incubadoras empresariales deberían existir desde Ushuaia hasta La Quiaca.
Nada es sencillo, pero tampoco imposible. Hay que buscar espacios físicos –muchos de ellos, inutilizados–, armar áreas de desarrollo, generar una compulsa de emprendedores que quieran serlo, verificar que los objetivos y las orientaciones sean factibles, tener un esquema tutorial para capacitarlos y formarlos y desde los ámbitos públicos financieros, llámense Banco Nación, bancos de las diferentes provincias o el Bice –y por qué no desde los bancos comerciales privados– dar los acompañamientos de capital de trabajo o de inversión productiva para que esos emprendedores puedan financiarse, comprar los elementos necesarios, básicamente su capital de trabajo.
Muchos se preguntarán a quiénes se darían los préstamos. El crédito se les otorgaría a las personas que fueron seleccionadas previamente de acuerdo con el tipo de tarea, y que al mismo tiempo cuenten con el acompañamiento de una fianza de tipo personal, como gente amiga o alguien de su familia. En un momento en el que está en crisis la cultura del trabajo, en un momento en que faltan emprendedores porque les faltan el conocimiento práctico, el conocimiento contable y el acompañamiento financiero, pensar en este esquema de espacios físicos con el patrocinio de los municipios sería parte de la gran solución.
Esto es mucho mejor que plantearse otro tipo de actividades. Nadie niega el valor de los espacios sociales, pero desarrollar incubadoras empresariales tiene una profundidad de respuesta más efectiva frente al drama que vive la Argentina. Estamos hablando de pobreza, marginalidad y falta de empleos formales. Si en cada provincia o en cada región de la Argentina tuviéramos 10, 15 o 20 incubadoras a un bajísimo costo, comenzaríamos a desandar este camino de estancamiento para impulsar la producción del país. Debemos apostar a los emprendedores y las incubadoras de empresas, ya que se trata de una apuesta al futuro.
Director del BICE y del Movimiento Productivo Argentino