Apostar a la región
Es hora de que el país reflexione sobre los asuntos mundiales, la elección de Donald Trump y la política exterior. Se debe revaluar la candidez con la que, durante el primer año, el gobierno pensó el mundo y su inserción internacional. En el sistema global existe hoy una premisa básica: aumentan las fuerzas y los fenómenos que cuestionan la globalización, frenan el comercio internacional, debilitan el multilateralismo e impulsan una regresión democrática.
En ese marco, es clave analizar la elección en Estados Unidos. Trump no lidera un proyecto populista, ya que los populistas rechazan y hostigan todo tipo de elites. Si bien es antiestablecimiento político, no es antiestablecimiento económico: critica a Washington, pero apalanca a Wall Street y al Pentágono. Y no busca derrumbar el orden internacional liberal; pretende que sus mayores beneficios sean prioritariamente para Estados Unidos. Para eso apuesta por una combinación de unilateralismo y nacionalismo: actuar con amenazas para satisfacer intereses propios. Se asoma en Washington una política exterior darwinista orientada por la "supervivencia del más apto", lo cual, paradójicamente, puede favorecer a China.
Frente a América latina es posible observar que México será un foco de atención singular, que la migración será un asunto crucial y que la seguridad ocupará un lugar notorio. Un tema crucial será el terrorismo. Dos dinámicas deben destacarse en torno a ello: el Comando Sur ha ido perdiendo cierta relevancia ante la importancia adquirida por el US Special Operations Command, al tiempo que es probable que aumenten las presiones para que los países del área se incorporen a misiones de paz en África, aunque de hecho sería sumarse a guerras atravesadas por conflictos religiosos.
En este marco, la Argentina no será un referente principal de la "agenda negativa" de Trump, y no estar en el radar de Estados Unidos es mucho mejor que estarlo. Sin embargo, una propuesta que suele ser atractiva a los cálculos de algunos es que cuando llega a la Casa Blanca un mandatario de derecha es oportuno aparecer como "país puente" entre Washington y la región. Con Nixon lo intentó Brasil, que creyó que sería el "país llave", pero el "milagro brasileño" duró poco y sus problemas internos limitaron su capacidad de acción externa. Con Reagan lo intentó la dictadura argentina, que creyó que por hacer la "tarea sucia" en América Central Washington iba a respaldar al país en otros objetivos estratégicos: Malvinas mostró el error de ese razonamiento. Con Bush (padre) lo intentó Menem: la crisis de 2001-02 nos recuerda que al momento de rescatar al país Washington miró al costado. Con Bush (hijo) lo intentó México, que con el Nafta en marcha se autoproclamó el nexo entre Estados Unidos y América latina para rubricar el ALCA: los principales países sudamericanos no le dieron esa dispensa a México.
En la Argentina, la tentación de sobreactuar parece pasar por la fantasía de sumarse a la "lucha contra el terrorismo" a la espera de negocios. Pero por esa vía no llegarán más inversiones ni mejorará el comercio. Hay además una dimensión interna que es relevante al analizar la relación con Washington. Los datos de las encuestas del Pew Research, del Latinobarómetro y de Latin American Public Opinion han mostrado que la opinión desfavorable respecto de Estados Unidos es la más alta de la región. No parece razonable que Macri abrace a Trump a menos que esté dispuesto a pagar un precio en la elección de 2017.
Las dificultades económicas que se pueden avecinar por situaciones tales como el aumento de la tasa de interés en Estados Unidos y la absorción de inversiones para cumplir con el plan de infraestructura de Trump deben anticiparse con un mejor diagnóstico de la realidad internacional en conjunto.
En ese contexto, será importante una labor constructiva respecto de varios temas y países mediante un perfil discreto. El activismo orientado a ser el "mejor alumno" sería una torpeza, pero una diplomacia dirigida a ser un "buen ciudadano" que aporta a la justicia y la estabilidad global y regional sería oportuna.
La elección de Trump es una magnífica ocasión para repensar el valor del regionalismo. La Cancillería ha dicho que concibe círculos concéntricos que van del Cono Sur a América del Sur y de ésta a América latina. En cada uno de ellos podría impulsar un debate ponderado sobre el Mercosur, la Unasur y la Celac.
Profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella