Anthony Giddens: "La Argentina no debe volver al populismo"
El sociólogo inglés, considerado el padre de la Tercera Vía, afirma que el único camino posible para nuestro país es el progresismo, aunque aclara que un retorno al viejo intervencionismo estatal sería un error. Asegura que su apoyo a Tony Blair se mantiene intacto a pesar de su alianza con George W. Bush
LONDRES.- Anthony Giddens siempre se esfuerza en aclarar que él no concibió la teoría de la Tercera Vía en política, pero tras cada negación sólo consigue que más y más habitantes de su estudiadísima sociedad global lo señalen como el padre de la criatura.
Sin embargo, no es difícil entender por qué tanta gente lo cree así: cada vez que alguien malinterpreta algún detalle de aquella teoría, Giddens defiende la integridad de sus principios como si se tratara del buen nombre de un hijo propio.
"Hoy todos hablan de la Tercera Vía: algunos la confunden con un regreso a la izquierda tradicional, y hay quienes hasta quieren refutarla y superarla con la idea de una cuarta vía, pero eso sucede porque no se entiende el concepto fundamental. Cuando nos referimos a la Tercera Vía, estamos hablando de progresismo, de una nueva manera de vivir con justicia social en el mundo de hoy", explica en su despacho de director de la London School of Economics (LSE), durante una entrevista exclusiva con LA NACION.
"Esta diferente forma de hacer política -continúa- no es un programa de gobierno, y mucho menos una etiqueta política. Es una respuesta al neoliberalismo dentro de esta sociedad global, donde varios gobiernos nacionales, como el de Néstor Kirchner en la Argentina, ya han comprometido sus esfuerzos en procura de desarrollar la economía y distribuir los ingresos con mayor equidad", comenta Anthony Giddens, que estuvo en Buenos Aires en 2000, un año antes del estallido de la crisis económica y política que -asegura- vivió "con gran preocupación" a través de los medios.
"Yo espero que Kirchner, a quien recomendé que invitaran a la Cumbre de Políticos Progresistas (que se realiza en esta ciudad), termine de integrarse a la tendencia insinuada por Lula en Brasil y Ricardo Lagos en Chile, quienes han instalado el progresismo como tema central de debate en América latina", señala.
-¿Se puede hablar de "progresismo" en América del Sur de la misma manera en que se lo hace en Europa?
-Sí, por supuesto. Vivimos en un mundo cada vez más integrado, donde las problemáticas y las políticas por aplicar en las distintas regiones se parecen cada vez más entre sí, y donde las antiguas diferencias no son tan grandes como solían ser hace algunos años. El escenario y las soluciones son similares, más allá de los matices: en todos los casos, tanto en Europa como en América latina hay líderes críticos de lo que yo llamo "izquierda responsable" dispuestos a cambiar la situación de sus países sobre la base de sus valores tradicionales, pero sin volver a las recetas del pasado y también sin dejar de comprender los grandes cambios acontecidos en el mundo globalizado.
-¿La "izquierda responsable" impulsa una mayor intervención del Estado en la economía de un país?
-No, o no al menos en la manera en que se lo hacía en la Unión Soviética o en los países del este europeo que tuvieron gobiernos comunistas. Lo que sí supone la Tercera Vía es una reforma del Estado, para volverlo más ágil, transparente y funcional a una sociedad donde la elección del consumidor se ha vuelto una de las actividades primarias. Pero sería un error volver al intervencionismo tradicional, porque ese modelo ha fracasado: el Estado no debe ayudar a la gente, sino que debe ayudar a que la gente se ayude.
-¿Es obligación del Estado promover la generación de empleo?
-Ante todo, tiene que existir un acuerdo claro entre el Estado y los ciudadanos, donde el primero se comprometa a facilitarles los recursos a sus habitantes, y donde los habitantes, sí o sí, reconozcan las obligaciones que tienen con la comunidad, más allá del pago de los impuestos. Un ejemplo sobre esto es que la gente que hace uso de los beneficios de un seguro de desempleo debe tener la obligación de salir a buscar un trabajo. Hay que considerar el carácter condicional de los derechos, ya que sólo cumpliendo ese "contrato" se pueden lograr resultados efectivos y permanentes.
-En la Argentina, décadas antes de la Tercera Vía, se hablaba de una Tercera Posición, que buscó encarnar el peronismo como una alternativa local a las tendencias de derecha e izquierda tradicionales. ¿Cree que aquella experiencia puede volver a aplicarse en el país?
-En mi opinión, si esa alternativa se entiende como un regreso al populismo, los resultados podrían ser desastrosos. El único camino posible para la Argentina, en este momento, es el del progresismo, ya que el país necesita impulsar su desarrollo económico y, conjuntamente, también revitalizar los lazos de solidaridad entre sus habitantes y sus instituciones. Por otra parte, el problema no tiene tanto que ver con encontrar un término medio entre la izquierda y la derecha, sino en repensar desde la democracia las políticas tendientes a solucionar los problemas sociales, sin acudir a las viejas y frustradas recetas de la izquierda.
-¿Qué opina de lo que algunos dicen acerca de que la Argentina, tras su crisis económica local, se ha apartado de los cambios operados por la globalización?
-Creo que el lugar en donde la globalización se hace más presente no es en el mercado, sino en las telecomunicaciones. Y esta relación de interdependencia no ha sido quebrada en la Argentina, al menos no en el grado en que la economía lo había hecho en el momento del estallido de su crisis. Sobre este punto quisiera aclarar que no soy especialista en ese país, pero puedo decir que no hay casi excepciones en esta relación de interdependencia global, que se ha acentuado progresivamente en las últimas dos décadas. Sólo unos pocos países, a través de gobiernos autoritarios, han decidido quedarse afuera voluntariamente, como Corea del Norte y Myanmar... y posiblemente en el futuro también terminarán por integrarse. Teniendo en cuenta esto, es una tontería decir que la Argentina está aislada o que está fuera de la globalización o del mundo.
-¿Qué papel desempeñan las privatizaciones para la Tercera Vía?
-El progresismo, para desarrollarse en condiciones ideales, no se condice con la existencia de un Estado mínimo. No hay razones para pensar que las compañías privatizadas son superiores a las empresas en poder del Estado, en especial cuando existe un monopolio. Por ejemplo, en el Reino Unido, la privatización de los ferrocarriles, que fueron un monopolio estatal, resultó ser problemática. Y a tal punto lo fue que después de algunos años su control fue tomado por organizaciones sin fines de lucro, aunque no volvieron al Estado... porque tampoco el Estado es mejor de por sí.
-¿Los años noventa significaron un retroceso para el progresismo?
-La euforia neoliberal desatada tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó para algunos esa tendencia, pero la realidad fue, después, bastante diferente. Esto se ve, por ejemplo, en el campo de los negocios, desde donde surgieron "héroes" que se transformaron en verdaderos objetos de admiración. Sin embargo, muchos de ellos después se estrellaron contra el suelo o les hicieron perder a sus compañías enormes cantidades de dinero. Quiero aclarar aquí que los negocios son necesarios, ya que son los productores de riqueza, pero es importante no volver a caer en los excesos corporativos de los últimos años, que han afectado sensiblemente la economía.
-¿El proceso de globalización ha cambiado alguna de sus características desde que se empezó a teorizar intensivamente sobre ella, a mediados de los noventa?
-Hay otro tipo de modificaciones, que tal vez antes hubieran sido impensadas. Una muy evidente es, por ejemplo, el cambio de actitud de la cúpula del Fondo Monetario Internacional tras las críticas recibidas del prestigioso economista Joseph Stiglitz. Esto ha llevado a nivelar sus exigencias económicas en sintonía con las necesidades estructurales de cada país, y no sólo con la intención de integrarlos al mercado global como meros deudores. Ahora, el FMI también les pide a los países, como requisito para negociar, que tengan instituciones democráticas y transparentes, para que no vuelvan a incurrir en antiguas equivocaciones... y este cambio, que también se ha dado en el Banco Mundial, no registra precedente en la historia.
-Tony Blair fue uno de los mandatarios que siempre se identificó con la Tercera Vía y el progresismo. ¿Usted se siente desilusionado con su gestión, en especial después de la participación del Reino Unido en la invasión de Irak?
-No, en absoluto. Blair es un gran líder político, y tiene todo mi apoyo desde siempre, más allá de que en este momento se encuentre presionado por un movimiento de pinzas desde la izquierda y desde la derecha. Por un lado, la izquierda reaccionaria ha embestido contra él a causa de la guerra y, por otro, la derecha conservadora lo presiona constantemente por el tema de la adopción del euro como moneda. Respecto del tema de Irak, yo siempre pensé, al igual que el primer ministro, que era un problema de múltiples causas, que no se limita a la existencia o no de armas de destrucción masiva, sino, por ejemplo, a la violación de derechos humanos por parte del derrocado régimen de Saddam Hussein. El lo planteó en esos términos y buscó permanentemente el apoyo de toda la Unión Europea, que finalmente no logró. Es muy distinto el planteo de Blair al realizado por George Bush, con el que no estoy de acuerdo, porque mientras el británico buscó la participación de todo el continente, el norteamericano antepuso los intereses de su país por sobre todas las cosas. Y eso no tiene nada que ver con la multilateralidad del mundo progresista que buscamos.
El perfil
Un sociólogo muy citado
Anthony Giddens es uno de los sociólogos más citados en las distintas carreras vinculadas a las ciencias sociales en las universidades argentinas. Sus libros más conocidos son El capitalismo y la teoría social (1971), Teoría social y sociología moderna y, por supuesto, La Tercera Vía (1998).
Mejor conferencista
En su carrera como docente universitario recibió 14 títulos honorarios, entre ellos el de "Mejor conferencista del mundo", por parte de la universidad danesa de Aarhus. Recibió además el premio Príncipe de Asturias en 2002.