Antes de que sea demasiado tarde
Existe un dicho de cultura popular que afirma que “construir requiere largo plazo, pero destruir lleva minutos”.
La Argentina está al borde del colapso. En una situación límite, producto de desmanejos económicos, políticos e institucionales no sólo en los últimos años, sino en las últimas décadas, donde se privilegiaron los resultados de corto plazo, en lugar de las políticas públicas de largo plazo y la generación de riqueza.
Si uno repasa los indicadores económicos públicos y privados, hoy tenemos una economía con más cepo, más restricciones para exportar, más regulaciones para producir, cambios de reglas permanentes, más presión tributaria, más informalidad, más lejos del mundo y más pobreza.
En economía se puede hacer cualquier cosa menos evitar las consecuencias de las políticas que se aplican, y en las últimas semanas, en plena ola de calor, fuimos testigos todos los argentinos, una vez más, del resultado de la falta de inversión, reflejada en los cortes de energía y la mala provisión de agua potable. Un ejemplo concreto de que los precios bajos en los servicios y las políticas populistas no funcionan en ningún lugar del mundo.
No hay recetas mágicas; sin precios aceptables, no hay inversión y sin inversión, no hay servicios públicos acordes. Claro, hay que tener paciencia hasta ver los resultados, más aún en un sistema eléctrico quebrado, sin educación para “cuidar la energía” y con un servicio al usuario muy malo desde hace años.
Esta situación de estrés hídrico y ola de calor también dejó al descubierto la impostergable necesidad de modificar el esquema tributario que hoy genera desincentivos sobre el sector productor. Porque el Estado es sólo “socio” en las ganancias del campo, por eso ahora que la sequía y la ola de calor ya generó importantes caídas en indicadores de rentabilidad para los productores, quebrantos en muchos casos, resulta imperioso atenuar la carga tributaria para todos los sectores productivos, antes de que sea demasiado tarde.
La falta de gestión y de un programa integral de gobierno están arrimando al país a una situación límite, alejado de los países desarrollados del mundo y peligrosamente cerca de dictaduras populistas como Nicaragua, Venezuela y Cuba.
La Argentina es uno de los pocos países que muestra una larga decadencia, escenario que se podría haber agravado si no se hubiera acordado con el FMI y el país hubiera entrado en default, como prefería una parte del Frente de Todos. No obstante, aún resta que el Poder Ejecutivo explique cómo piensa alcanzar las metas macroeconómicas que anunció en la mañana del viernes 28 de enero, porque, hasta ahora, son solo intenciones, que, de no cumplirse, significarían un retroceso aún más profundo.
Pero, más allá de lo meramente económico y financiero, el declive de Argentina también es notorio en otras áreas como la educación o la seguridad ciudadana. Por mencionar otro ejemplo concreto, en Rosario, 2021 fue el año con más homicidios en los últimos 6 años. La lucha contra el narcotráfico y las mafias que se inició en 2016 fue abandonada por el kirchnerismo. Una situación que se repite en todo el país con el aumento de delitos y una mayor presencia de bandas narcocriminales.
En definitiva, para crear y construir se necesita tiempo y esfuerzo, pero para destruir un segundo y desinterés. Seguramente, muchas de las políticas públicas que hay que tomar no son medidas simpáticas o que “suenen lindas”, pero al final del camino, fueron las efectivas y las que dieron resultados en los países que salieron adelante y bajaron la pobreza. Es hora de un cambio de rumbo, antes de que sea demasiado tarde.
Diputado Nacional JxC y vicepresidente del Pro Argentina