Ante la posverdad, ¿el fin de la ciencia?
Recientemente se estrenó la película Don’t Look Up, dirigida por Adam McKay y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. El film encaja como anillo al dedo en los tiempos que corren, al abordar un tema familiar: la politización de la ciencia y el fenómeno de la posverdad.
Una estudiante de doctorado en Astronomía descubre que un cometa se dirige a la Tierra. Ella y su profesor concluyen que, por su tamaño y velocidad, el impacto ocurrirá en seis meses y causará la destrucción del planeta y la extinción de la raza humana. La película muestra el esfuerzo de los astrónomos por hacerle entender a la gente que el planeta peligra. Se reúnen con los gobernantes, quienes piensan que no debe incluirse el tema en la agenda pública porque podría afectar su performance en las próximas elecciones. Acuden como invitados a un programa de televisión, pero son duramente criticados por los conductores debido al tono alarmista con el que cuentan la noticia.
En definitiva, nadie los toma en serio, y el descubrimiento científico es, inicialmente, una historia poco creíble, e incluso un motivo de burla en las redes sociales. Eso es así hasta que, luego de un escándalo que involucra a la presidenta, el gobierno nota que la novedad del cometa podría servir para desviar la atención. La obra es una crítica feroz al modo en que la clase política, los medios de comunicación y la población en general abordan ciertas problemáticas en EE.UU., aunque lo mismo puede decirse de todas las sociedades modernas.
Prestamos más atención a nuestras creencias e intereses que a los hechos, casi como si pudiéramos moldear la realidad eligiendo qué creer. Los políticos se comportan como si pudieran hacer desaparecer los problemas simplemente excluyéndolos de la agenda pública. O como si pudieran crear problemas que no existen tan solo construyendo un relato.
Asimismo, los temas ignorados por los medios de comunicación se consideran irrelevantes, al punto de llegar a escenarios absurdos: la película retrata este fenómeno mostrando que el divorcio de una pareja de la farándula generó mayor interés que la inminente destrucción del planeta.
Por otra parte, la gente en las redes sociales toma partido sobre cuestiones científicas, pero estos asuntos están tan politizados que la opinión de cada uno depende más de su identificación partidaria que de hechos duros. Incluso algunos científicos se colocan al servicio del poder de turno y matizan su posición de acuerdo con intereses políticos y económicos. En EE.UU. el debate sobre la pandemia se volvió más una controversia entre republicanos y demócratas que un asunto estrictamente científico.
La doctrina que subyace a este comportamiento es bien conocida. Muchos filósofos la denominan “relativismo social”. La idea es que no hay hechos, sino solo interpretaciones. El filósofo francés Jacques Derrida, por ejemplo, sostenía que la verdad es creada por el lenguaje. En su libro Knowledge in a Social World, el epistemólogo norteamericano Alvin Goldman argumenta que esta teoría enfrenta problemas lógicos: por ejemplo, si la realidad es producto del lenguaje, debemos alegrarnos de que exista la palabra “aire”, porque si no existiera todos estaríamos muertos.
Aunque en algunos países ocurren con mayor intensidad que en otros, el desprecio por los hechos y la perversión de la ciencia son un fenómeno mundial. Tiene que ver con eso que hoy en día está de moda llamar “posverdad”.
Profesor en la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile) y del Center for the Philosophy of Freedom de la Universidad de Arizona (EE.UU.)