Anselm Grün, hacia una nueva imagen de Dios
Si mago es aquel que logra transformar las cosas, este hombre encarna claramente este arquetipo
"¡Mami, mirá! ¡Un mago de verdad!", señaló un chico de 6 años, alumno del colegio alemán donde Anselm Grün desarrolló parte de sus actividades durante su reciente visita a la Argentina. Al verlo en su escuela, el pequeño quedó cándidamente sorprendido por ese personaje, cuyo aspecto sin duda permite confundirlo con el mítico Merlín o el más reciente Gandalf.
Si mago es aquel que logra transformar las cosas, este hombre encarna claramente este arquetipo. Anselm Grün, sin embargo, prefiere definirse como un simple monje benedictino misionero, que pregona la bondad de Dios. Sin embargo, es mucho más que eso, ya que su mensaje espiritual es profundamente renovador, simple en su lenguaje, pero nada simplista en su contenido; cargado de una sólida esperanza, que se basa en su extensa experiencia como psicólogo y terapeuta, además de religioso.
Estudió y recibió títulos en teología, psicología y administración de empresas; una formación que le permitió desplegar una perspectiva múltiple, donde lo espiritual y lo terrenal están claramente articulados.
Parece haber encontrado la fórmula para transformar tanta riqueza espiritual en abundancia material
Actualmente administra la Abadía de Münsterschwarzach, en el sur de Alemania, y varias empresas ligadas al convento, aunque la mayor parte de su tiempo lo dedica a atender consultas, a escribir y a viajar por el mundo como conferencista. Se nota que ha logrado un equilibrio interior importante, porque a sus 69 años irradia una serena alegría. Pese a su nutrida agenda, no se lo ve nervioso ni ajetreado.
También parece haber encontrado la fórmula para transformar tanta riqueza espiritual en abundancia material, ya que como autor es un verdadero bestseller, con una larga lista de títulos, entre ellos El libro de los valores y El espacio interior, y más de veinte millones de ejemplares vendidos en treinta idiomas.
Después de seguirlo durante cuatro días y de entrevistarlo, creo que es realmente un mago, como bien vio el niño del colegio alemán. Pero no sólo por su aspecto, ni por su capacidad como administrador o autor exitoso; ni siquiera por su inefable condición para llegar al corazón de las personas y sanar las heridas del alma. Más allá de todo esto, que constituye en cierta forma su misión pastoral, Anselm Grün encarna una transformación en el paradigma de la imagen de Dios que se corresponde no sólo con la apertura de la Iglesia Católica que ahora lidera nuestro Papa Francisco, sino con una necesidad de la consciencia colectiva.
Después de muchos siglos de una idea patriarcal, autoritaria y rígida de Dios, donde el amor estaba condicionado a la buena conducta y la culpa invadía casi todas nuestras acciones, parece que el cambio de paradigmas también está llegando hasta allí, dando lugar a una vivencia espiritual mucho más interesante, bondadosa y positiva.
"La Iglesia Católica colaboró en forjar una imagen muy negativa de Dios, basada en la idea del pecado, el castigo, el control –dice Grün-. Debemos abandonar la idea de Dios como un juez arbitrario. La psicología nos ha enseñado que la imagen que tenemos de Dios es una proyección de la imagen que nos hacemos de nosotros mismos. Quiere decir que si veo a Dios como un padre que me juzga y me castiga es porque yo mismo soy un juez castigador e implacable de mi mismo y de los demás. Esto no sólo causa daños psicológicos, sino que ha generado una imagen muy infantil de Dios."
Una de las ideas más provocadoras del padre Grün es la de "abuso espiritual", que él equipara al abuso sexual. Cuando en nombre de ese Dios vigilante y castigador se amenaza a las personas para manipularlas con el temor, "se abusa de lo santo para ejercer el poder, y de esta manera, a través de la culpa, se quita la dignidad del ser humano". Pero el aspecto más peligroso de aceptar esta imagen de Dios es que nos convierte en víctimas y esto puede alimentar el "narcisismo espiritual", algo así como creerse especial y superior porque suponemos que hemos sufrido más que otros. "Aunque la herida espiritual es la más profunda de todas las heridas, no debemos permanecer en el rol de víctimas -sostiene-, porque entonces nos transformamos en victimarios y terminaremos tiranizando a los demás. El narcisismo espiritual refuerza mis heridas en lugar de sanarlas. Sólo podemos cortar ese círculo abandonando el papel de víctimas, adoptando una actitud activa frente al dolor. Imaginando, por ejemplo, que al levantar las palmas de mis manos sale a través de ellas la bendición hacia aquel que ha sido o es mi victimario. Esto requiere mucho valor, casi como el que tuvo Jesús crucificado al perdonar a sus asesinos. Pero este cambio de actitud me saca de la pasividad de la víctima y me permite transformar lo negativo en algo positivo. Al hacer esto me he levantado, me he erigido y lo puedo mirar con otros ojos."
El cristianismo, en esta dimensión profundamente paradójica que encierra el perdón, sigue siendo una invitación a seguir creciendo psicológica y espiritualmente
El cristianismo, en esta dimensión profundamente paradójica que encierra el perdón, sigue siendo una invitación a seguir creciendo psicológica y espiritualmente, y también plantea un desafío social y moral muy vigente, ya que éste no es un tema exclusivamente religioso, sino de una enorme trascendencia para abrir la posibilidad de superar las heridas que sobrellevamos a nivel individual y como sociedad.
Allí donde nuestra mente racional no comprende, donde algo se resiste a entender, es porque se ha planteado una paradoja, una oposición que sólo se supera al ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Tal vez por la temprana influencia del budismo y la meditación zen, como por su compenetración con la psicología profunda de Carl Gustav Jung, varios son los aspectos de los que habla Grün que sugieren la necesidad de una verdadera expansión de la consciencia. Y uno fundamental es la necesidad de preservar la apertura hacia el misterio, para evitar caer en el fundamentalismo y, como diría Humberto Maturana, en la "tentación de la certidumbre".
Grün, que hizo su tesis sobre el dogmatismo, insiste: "El dogma es el arte de mantener el secreto abierto para mantener el misterio. Cuando digo que Cristo es hijo de Dios, no sé realmente lo que significa esto, pero mantengo el misterio abierto, no lo anclo, no achico o envaso el concepto. Y de esta manera permanezco abierto a otras visiones".
En mi afán por encontrar correlaciones entre la espiritualidad y la nueva visión de la ciencia sugiero alguna semejanza con el concepto de incertidumbre y vacío pleno que desarrollaron la física y la cosmología cuánticas. "La nueva física plantea muchas paradojas y quedan muchas cosas abiertas, pero no por eso podemos identificar la ciencia cuántica con la teología. Sin embargo, la física cuántica nos permite entender muchos conceptos nuevos de la teología. Por ejemplo, demuestra que no hay un contraste entre materia y espíritu, que en la materia hay espíritu, o que con nuestra consciencia podemos influir sobre la materia, pues todo está interrelacionado y, por tanto, también está abierta para el misterio. Nos permite dar una explicación no mística para hechos bíblicos o espirituales, como la irradiación que tuvo Jesús en la cruz, o el misterio de la muerte y la resurrección, o el poder de la oración. Pero lo importante es seguir abiertos al misterio, no definir demasiado los conceptos porque pierden la riqueza del sentido. Podemos ver la resurrección como una transmutación del cuerpo físico, pero también como una forma de resucitar de la tumba de nuestra resignación y así festejar la resurrección en vida. O en otro sentido, comprender que con la muerte del cuerpo no morimos a la nada, sino que en realidad nacemos a la totalidad, a la plenitud de nuestro ser."
Escuchar al padre Anselm Grün hablar de la muerte y la resurrección es conmovedor. Pero lo más importante es que estas imágenes van ayudando a disolver uno de nuestros mayores enemigos: el miedo.
Estas imágenes van ayudando a disolver uno de nuestros mayores enemigos: el miedo
Así como la imagen de la muerte que sugiere es sumamente tranquilizadora y, como él mismo dice "materna, como María que recibe a Jesús en su regazo...", la imagen de Dios que transmite es sorprendentemente amorosa y compasiva. Acorde con el resurgimiento del principio femenino y el lento ocaso del patriarcado que estamos transitando, el Dios que nos muestra Grün resulta más bondadoso y maternal que aquel que sirvió para controlarnos a través del temor. Pero por supuesto, él vuelve a reanimar el espíritu paradojal de la naturaleza de Dios, uno de los misterios más profundos del mensaje cristiano. "Dios es paternal y maternal, pero no es ni padre ni madre, porque prescinde de toda estructura. Por las dificultades personales que tuve con mi padre, me cuesta mucho vincularme a un dios paterno y me siento más a gusto con un dios materno. Pero creo que comprender ambos aspectos de Dios –masculino y femenino- es muy importante, porque nos permite sostener su carácter de persona y por tanto, entablar un diálogo con él o con ella, que es clave para poder establecer buenos vínculos con otras personas. Al mismo tiempo, no debemos perder de vista el carácter suprapersonal o transpersonal de Dios, que sería el que nos hace sentirnos uno con la Naturaleza, y por tanto, nos llevaría a cuidarla y respetarla como a nosotros mismos."
El mensaje de Grün es una invitación al encuentro y la reconciliación con una dimensión de lo divino que, sin duda, aún nos falta explorar en Occidente. Pero su persona y sus palabras son una inspiración para que cada uno pueda encontrar esa misma magia en su interior.
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