América latina: entre la democracia liberal y la defensa del populismo
El consenso antiautoritario que en 30 años se afianzó en la región no excluye el conflicto político e intelectual que hoy se da entre miradas encontradas sobre la naturaleza del sistema democrático
Los cambios que tuvieron lugar en gran parte del mundo en las últimas tres décadas, pero sobre todo a partir de 1989, parecían indicar el tardío pero definitivo triunfo de los ideales de la democracia liberal. El diagnóstico suponía que, una vez desaparecido su principal rival ideológico y político, el mundo iba a abrazar entusiasmado la causa democrática. Ese pronóstico resultó ser demasiado optimista: si bien desde entonces el planeta fue testigo de una importante oleada democratizadora, seguimos viviendo en un mundo políticamente diverso, marcado por un conflicto entre culturas políticas antagónicas, organizadas alrededor de principios contrapuestos de legitimidad y donde existe aún un porcentaje significativo de países cuya población se encuentra sometida a diversas formas de autoritarismo.
No es ése el caso de nuestra región. América latina presenta un escenario regional en el que -salvo la excepción de la dictadura cubana- la anteriormente mencionada profecía democrática parece haberse cumplido. Hoy en día, la democracia es la única opción para que un régimen logre legitimidad doméstica y reconocimiento regional e internacional. Los cambios operados en el orden global ciertamente han contribuido al éxito de esta última oleada regional democratizante. La impresionante expansión de las normas y redes globales de promoción de los derechos humanos y el estrepitoso fracaso y deslegitimación del sistema soviético generaron un ambiente internacional más conducente a la democratización y que exhibe mayores niveles de intolerancia para con los regímenes autoritarios. Sin embargo, el factor más relevante que explica la exitosa reorientación de la región hacia la democracia fue el desarrollo de procesos endógenos de aprendizaje colectivo que dieron luz a una nueva cultura política organizada alrededor de un fuerte compromiso normativo con los ideales de la democracia.
Sentidos en disputa
La emergencia de un consenso democrático en América latina, sin embargo, no supone la ausencia de conflicto político: el conflicto político perdura en las sociedades contemporáneas, pero toma la forma de una disputa acerca del significado mismo de la democracia. Si en el pasado las disputas entre diversos proyectos políticos suponían preferencias encontradas acerca del tipo de régimen político, en el presente la discusión más bien gira alrededor de visiones distintas acerca de la naturaleza y el potencial de la democracia.
Encontramos por tanto un escenario regional en el que se enfrentan interpretaciones diversas y muchas veces antagónicas del ideario democrático.
La expresión más visible de dicho conflicto, aunque no la única, es la confrontación contemporánea entre el modelo representativo y el modelo populista de democracia. En un rincón del ring político, están los defensores de un ideal liberal republicano; en el otro rincón, los que consideran al populismo como la más pura expresión de una forma radical de democracia. Cada una de estas concepciones descansa en ciertos presupuestos acerca de qué es la democracia, que tienden a enfatizar una dimensión particular de ese complejo concepto obre las otras.
En el caso del republicanismo liberal, su preocupación central es cómo proteger la institucionalidad democrática de eventuales comportamientos discrecionales por parte del Poder Ejecutivo. La aparición de esa preocupación en la agenda latinoamericana fue un directo corolario de la irrupción del discurso y la política de derechos humanos. El movimiento de derechos humanos contribuyó a desarrollar una sensibilidad particular en la región para con el lenguaje liberal y republicano sobre derechos y gobierno limitado, introduciendo en la cultura política democrática una novedosa preocupación por el Estado de Derecho.El Juicio a las Juntas representa en términos simbólicos el acto de rendición de cuentas originario que abriría lugar a una importante agenda de trabajo orientada a fortalecer el Estado de Derecho y las libertades ciudadanas no sólo en la Argentina sino también en el resto de América latina.
Reivindicación conceptual
En años recientes, dicha perspectiva liberal republicana ha sido el blanco principal de crítica de autores que ven en el populismo el método de profundización democrática. La crisis de las instituciones representativas experimentada por varios países de la región y la aparición de nuevos liderazgos políticos en países como la Argentina, Ecuador y Venezuela estuvieron acompañadas por una reivindicación conceptual del populismo.
En su versión contemporánea, el populismo aparece como una forma superadora de las limitaciones de la democracia representativa, la cual es vista como principal obstáculo para la realización de las aspiraciones mayoritarias. El verdadero déficit de las democracias latinoamericanas, argumentan los defensores del populismo, no es ni liberal ni republicano sino propiamente democrático: lo que América latina necesita son liderazgos que puedan expresar fidedignamente las aspiraciones políticas del pueblo. Desde esta perspectiva, el problema no radica en la limitación del Ejecutivo ni en la protección de las minorías, sino todo lo contrario: establecer un Poder Ejecutivo fuerte y centralizado con capacidad de avanzar en la agenda transformadora que la región requiere para lograr sociedades más justas e inclusivas.
El actual clima de combate político nos obliga a plantearnos una disyuntiva entre una democracia mayoritaria cuyo eje gira en torno a la personalidad presidencial o una organizada alrededor de una visión excesivamente legalista que protege el derecho a las minorías frente a eventuales intervenciones estatales discrecionales. Dicha disyuntira ignora importantes y quizás menos visibles procesos de innovación de mocrática que se vienen desarrollando en forma caleidoscópica y que, lejos de contraponer voluntad popular a la institucionalidad representativa, buscan mejorar la representatividad democrática a través de la creación de nuevos canales institucionales que permitan dar voz a sectores históricamente relegados o ignorados por los mecanismos tradicionales de la representación.
Los consejos indígenas en Bolivia o las numerosas arenas participativas que existen en funcionamiento a nivel local en Brasil para lograr una más equitativa distribución de bienes públicos entre la población urbana son ejemplos de procesos de innovación democrática que merecen ser tomados en cuenta para ampliar las opciones y perspectivas de un debate que debiera servir no sólo para evaluar los logros y la agenda pendiente de estas últimas tres décadas de vida democrática, sino también para proponer una alternativa superadora a las opciones presentes.