Amenazas y recuerdos ominosos por la violencia en el sur
Así como la anomia se define por la ausencia de normas, la no ejecución de éstas cuestiona su propia eficacia. Así lo vemos hoy en la flagrante impunidad de reiteradas emboscadas y violentas ocupaciones en el sur del país, verdaderos alzamientos a la Constitución, a la ley y la república; que sostienen y pretenden consolidar peculiares seudomapuches sobre la ruta 40, El Bolsón y Villa Mascardi.
Tales desmanes suceden con extraño poder e infame protección por ausencias, entredichos u omisiones oficiales, siempre tan burdas, tan inexcusables como inaceptables, puntualmente cuando ante sus propios ojos y con toda violencia se incendian propiedades, casillas de Gendarmería o se usurpan tierras privadas. Lo dicho alcanza y sobra para acreditar indubitablemente la orfandad y el desamparo institucional de la ciudadanía, así como la impune profanación, coacción, agresión y arrebato de derechos, posibilidades y oportunidades a que se encuentra sometida muchas veces la sociedad argentina en su conjunto.
La violencia que impera en una zona del sur argentina lleva a recordar, con matices y diferencias, los comienzos de algo que se vivió hace 50 años en Tucumán, con el fallido intento guerrillero vernáculo rural, cuando el Partido Revolucionario de los Trabajadores junto al Ejército Revolucionario del Pueblo y los Montoneros, hacia mediados de los años 70. Con temerarios y desafiantes desfiles de su poder de fuego y muerte por las calles del Tucumán profundo, pretendieron establecer una zona dominada para inmediatamente formalizar descontados reconocimientos internacionales de Cuba y Rusia entre otros. Hablamos de reconocimientos oficiales internacionales a un delirante nuevo estado emergente, soberano y territorialmente independiente. Prueba de ello fue cuando el 30 de mayo de 1971 la Compañía «Ramón Rosa Jiménez» hizo su presentación como estructura en Acheral, simbólicamente copando la ciudad. Tomaron la comisaría -en la que solo había tres policías- y la estación ferroviaria, bloquearon el acceso de la ruta 38. En un par de horas, realizaron pintadas, arengaron contra la policía en un bar y robaron sus únicos dos vehículos disponibles.
Envalentonados por lo que esta guerrilla rural consideró una primera victoria, desfilaron uniformados y armados, encabezados por un combatiente que llevaba la bandera de la organización, con los colores argentinos y la estrella roja de cinco puntas.
Hacia fines de ese año, la Compañía «Ramón Rosa Jiménez» estaba formada por noventa hombres y diez mujeres, organizados en cuatro pelotones. Gran parte del ERP fue entrenada en Cuba. El jefe guerrillero Enrique Gorriarán Merlo, confirmó la presencia de argentinos en campos de entrenamiento militar en Cuba, diciendo: «Quedó entonces formalizada la relación (…) del PRT con el Partido Comunista de Cuba. Acordamos los viajes posteriores de nuevos compañeros para realizar distintos cursos, tanto militares como políticos».
¿Acaso hemos olvidado todo eso, descartando toda réplica afín o similar?
Los violentos y cobardes sucesos o provocaciones en Villa Mascardi podrían conformar una amenaza mucho mayor en términos de envergadura, connotaciones y consecuencias institucionales que la ocupación de tierras en Vaca Muerta, con sus secuelas negativas para la producción petrolera, o a los perjuicios a la actividad turística.
Aquel foco guerrillero en Tucumán dio pie al Operativo Independencia, actuación ordenada el 5 de febrero de 1975 por el Decreto N.º 261/751011 del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, por el cual se encomendó al Ejército Argentino y la Fuerza Aérea Argentina la tarea de “neutralizar y/o aniquilar” el accionar de lo que se definía como “elementos subversivos”. Lo demás es bien conocido por todos.
Experto en cooperativismo de la Coneau