Alvaro Uribe: "Se desmovilizan y negocian o los derrotamos"
El presidente de Colombia está decidido a lanzar la guerra contra los grupos guerrilleros si no aceptan negociar la paz. Para ello solicita el apoyo militar de Estados Unidos y el respaldo de la ONU. "La guerrilla ya le ha traído muchas desgracias al continente", afirma
En presencia de la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez de Rincón, y de los altos mandos militares, el presidente Alvaro Uribe lanzó una pregunta, o una inquietud, a un comandante de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que había dicho adiós a las armas: "Rafael, ¿por qué se abrió de la guerrilla?". Llevaba la mitad de su vida en ella: 20 de sus 40 años.
"Porque eso no lleva a ninguna parte -obtuvo como respuesta-. Lo único que hacemos es matar colombianos, acabar con las familias, empezando por las nuestras. Matar las ilusiones, el empleo, la inversión. La posibilidad de que el país salga adelante."
Uribe, según narró en una entrevista con LA NACION, continuó: "Le pregunté cuándo había tomado la decisión. `El viernes´, me dijo. Le di la mano y le dije: `Hasta el viernes, mano dura; desde el viernes, corazón grande´. Lo estamos tratando con todos los derechos democráticos".
A punto de partir de Buenos Aires, en donde asistió a la asunción de Néstor Kirchner, Uribe había logrado imponer la crisis colombiana en la agenda de la cumbre presidencial del Grupo de Río, realizada en las vísperas en Cuzco, Perú.
Del documento final surgía que iba a ser solicitada la mediación del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, entre el gobierno y la guerrilla; surgía, también, que podía haber otras alternativas. Entre ellas, una que Uribe no descartó: la acción militar. "En Colombia no hay un conflicto, sino un desafío", dijo.
En las reuniones con sus pares, empero, procuró ser cauto. "Prudente", definió. Sobre todo, después de haber lanzado, cual propuesta, la creación de una fuerza multilateral de paz. Codo a codo, en la explicación de la crisis y de su expansión a los países limítrofes con su par de Ecuador, Lucio Gutiérrez, compañero ocasional de trotes matutinos en las alturas de Cuzco: le ofreció su país como sede eventual de los diálogos de paz.
"Mi gratitud al presidente Gutiérrez por su transparencia -dijo Uribe-. Es un hombre de mirada limpia. Un gran vecino. Le deseo de todo corazón que tenga éxito en Ecuador. Y si la guerrilla, de buena fe, suspende hostilidades y quiere negociar, bienvenido ese tipo de ayudas. Yo tendría el mismo entusiasmo para negociar que el entusiasmo que tengo hoy para combatir. Le dedicaría todas las energías a negociar la paz si fuera posible."
-En 1999, su antecesor, Andrés Pastrana, rechazó la posibilidad de que el diálogo fuera en Venezuela. Fue una oferta de Hugo Chávez después de haber recibido una carta de las FARC.
-Lo importante para mí es que el proceso de negociación tenga buena fe. Las FARC no la han tenido. Han utilizado los procesos de negociación para fortalecer su capacidad terrorista. Si llegaran a tener buena fe, lo que tendría que demostrarse con un cese de hostilidades, es indiferente que se dé en Ecuador o en otra parte. Bienvenidos todos los apoyos. El lugar es accidental. Lo esencial es la buena fe que garantice que el proceso va para alguna parte.
-¿Le late esa posibilidad?
-Yo no tengo interés en que el gobierno se luzca con arrogancias, mostrando guerrilleros con camisas de rayas, en pijamas de rayas, en cárceles subterráneas, enjaulados. Yo tengo interés en proteger a la sociedad colombiana. Con una cosita llana y simple: o se desmovilizan y negocian o los derrotamos.
-¿Sería inevitable una acción militar si fracasa el diálogo?
-No se planteó en forma explícita. El gobierno de Colombia ha entendido que nosotros, autónomamente, tenemos que avanzar en lo que yo llamo la política de seguridad democrática. Que es proteger a todos los colombianos, independientemente de que sean ricos o pobres, de derecha o de izquierda, empresarios o sindicalistas, contra cualquier grupo agresor, con toda la eficacia, con toda la determinación y con todo el respeto a los derechos humanos. La determinación es derrotar a estos grupos militarmente, salvo que acepten negociar. Y si negocian, también hay toda la determinación para darles la plenitud de los derechos. Para nosotros no hay sino una opción: o se dialoga o hay que proceder a la acción militar.
-¿En qué se avanzó en Cuzco, entonces?
-Hay algo importante: por primera vez los países latinoamericanos se refieren al tema sin paternalismo, de forma realista. Ya avanzan a ponerle plazos. Pedir el diálogo es muy fácil. Lo importante es el paso que se dio. Si fracasa el diálogo, pensemos en otras alternativas. Y eso tiene otro efecto práctico: reconocer que el problema colombiano ya le causa mucha desgracia al continente.
-¿Por ejemplo?
-Yo me reúno con el presidente de Ecuador y se queja con toda razón de que la guerrilla colombiana está extorsionando a Ecuador. Me reúno con el presidente de Bolivia y se queja de que la guerrilla colombiana ha sembrado grupos terroristas en Bolivia. Las bandas de narcotráfico de Río de Janeiro están conectadas con las bandas narcoterroristas de Colombia. La guerrilla colombiana se pasa constantemente a la frontera venezolana. Es una guerrilla rica, con capacidad criminal, sin límites, soberbia, convencida de que puede ganar el poder por la vía armada, matando y masacrando sin respeto por Colombia ni por la comunidad internacional. Si no paramos ese fenómeno, puede convertirse en un gran factor desestabilizador de la subregión andina y puede avanzar peligrosamente hacia el resto del continente.
-Más allá de los perjuicios, la mayoría de los gobiernos siempre se ha mostrado renuente a intervenir en Colombia. ¿Nota ahora algún cambio?
-He notado solidaridad política. Se ha dicho que el gobierno colombiano está dispuesto a hacer lo que podamos para que estos grupos no hagan daño. A los países limítrofes constantemente les pido apoyo. Pero he tenido alguna prudencia, alguna limitación, que todavía no me ha permitido pedirles apoyo militar. Vamos a ver qué puede ocurrir en el futuro. Apoyo militar sí les he pedido permanentemente a los Estados Unidos.
-La relación de América latina con los Estados Unidos no está en su mejor momento, sin embargo.
-Creo que hay que hacer claridad de que los latinoamericanos tenemos que avanzar hacia nuestra unidad. Me parece que son procesos convergentes.
-¿Qué ha llevado a su gobierno a apoyar la guerra en Irak?
-Un país que lleva 40 o 50 años sintiendo el terrorismo no necesitaba el 11 de septiembre para adquirir conciencia del daño. Nosotros tenemos 35.000 asesinatos por año, más de 3000 secuestros. El 50 por ciento de las familias colombianas tiene una víctima del terrorismo. El 40 por ciento de las familias colombianas tiene un allegado desplazado internamente o hacia el exterior.
-¿Le constan las conexiones con otros grupos terroristas?
-Ha habido presencia de ETA y de IRA en Colombia, enseñándole a nuestra guerrilla tecnología de explosivos terroristas. En uno de los últimos atentados contra mí como candidato presidencial, días antes de las elecciones, en el que mataron a 13 personas, el explosivo era de tecnología de IRA y de ETA. Otro atentado fallido contra mí, en el que decomisaron un maletín pequeño con capacidad de destruir dos manzanas, también. Y el atentado de este año en Bogotá, que asesinó a más de 30 personas, lo hicieron con un sistema de implosión que proviene de IRA y de ETA.
-¿Qué piensa del multilateralismo que defiende Chirac, entre otros?
-Yo creo que es una necesidad, pero tiene que ser operante. Cuando es inoperante, él mismo se deslegitima, él mismo gasta su credibilidad. Lo de Irak debe provocar un proceso de reflexión interna en las Naciones Unidas para que sean más operativas y tomen las decisiones a tiempo. Sobre Irak hubo una discusión que ya no tenía espacio. Si lo correcto era lo del presidente Bush, que estaba sometiendo a Irak a un plazo muy corto, o lo de la coalición europea, que hablaba de plazos indefinidos. Habían pasado más de una década dando plazos y ampliando plazos, estirando resoluciones sin que nada concreto se hiciera. Me parece que ése fue el gran error.
-Gobiernos como el mexicano y el chileno se han opuesto en el Consejo de Seguridad.
-La verdad es que los respeto. No puede ser motivo de fricciones. Son países y gobiernos a los cuales en Colombia respetamos y admiramos. He sentido toda la gratitud hacia el presidente Lagos por su comprensión del problema colombiano. Entiendo el socialismo del presidente Lagos, que es un socialismo humanista, que no implica riesgos, sino que está presente para evitar riesgos. Comprendemos el proyecto de renovación política del presidente Fox en México. Y yo creo que ellos comprenden la situación colombiana.
-¿Por qué convoca a las Naciones Unidas para apelar al diálogo si no cree en ellas?
-Soy un crítico de las Naciones Unidas. Pero, al mismo tiempo, reconozco que la solución no es acabar con el multilateralismo, sino mejorar a las Naciones Unidas. Como candidato y como presidente electo propuse lo que estoy buscando: una mediación, léase de buenos oficios, para ayudar a resolver el problema colombiano. La guerrilla no ha respetado la generosidad de los anteriores gobiernos. El presidente Pastrana les dio tres años de zona de despeje. Les dio todas las posibilidades para hacer la paz y lo que hicieron fue destruir 190 municipios, secuestrar a miles de colombianos y aumentar el narcotráfico.
-¿Hubo esta vez contactos previos con la guerrilla?
-No, no los hubo. Eso tiene una gran trascendencia política: no se puede seguir poniendo en un pie de igualdad al Estado colombiano con el terrorismo. Hay que superar los cuentos equivocados. En Colombia no hay un conflicto, sino un desafío.
El perfil
De Medellín a Oxford
Nació el 4 de julio de 1952 en Medellín. Está casado con Lina Moreno. Es padre de dos hijos: Tomás y Jerónimo. Su padre fue asesinado por las FARC en 1983, tras resistirse a su secuestro. Abogado, se especializó en administración y gerencia en Harvard. En 1998 y 1999 fue profesor asociado de la Universidad de Oxford.
Línea dura
Fue alcalde de Medellín en 1982 y concejal de 1984 a 1986. Como gobernador de Antioquia fomentó las cooperativas de autodefensa que muchos tildaron como "caldo de cultivo" de grupos paramilitares.