El dolor por la ausencia de la madre despertó la necesidad de recuperar su obra
Un libro objeto recientemente presentado evoca el vínculo entre Alicia Goñi y su hija, Cala Zavaleta, atravesadas por el arte y el amor
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En la película Tacones lejanos, de Pedro Almodóvar, Marisa Paredes, en el papel de una famosa cantante internacional, interpreta sobre el escenario el tema Piensa en mí. Su hija está presa por homicidio y ese canto entre lágrimas pareciera querer llenar de libertad la vida de su hija. Recomponer años de distancia, reparar un amor roto.
A veces no alcanzan. Otras, sobran las palabras para interpretar, para describir la relación entre una madre y una hija, un vínculo que nos atraviesa desde mucho antes de nacer. Marisa Paredes lo hace a los gritos. Con dolor.
Alicia Goñi fue una artista argentina que trascendió su obra material. Vivía en arte. Con lo que encontraba, construía, armaba, hacía. Una pluma, una piedra, una rama de árbol, un trozo de tela. Goñi dejó su huella en cada persona, espacio y hogar que habitó. Una pista para zurcir el recorrido de una mujer que fue pionera con una tienda en Palermo, Cat Ballou, que pintó grandes telas para vestir árboles, enormes vírgenes para honrar al mar, que montó un taller y una casa en La Pedrera, Uruguay, cuando el balneario era un destino alejado al norte de Rocha, que homenajeó con cada obra la naturaleza.
Alicia falleció de cáncer en 2015. Cala Zavaleta, su hija, tenía 23 años. Y en ese momento, el tiempo para Cala se frenó.
Cala hoy es actriz, artista, escritora. Tiene 30 y vive en Madrid. Lleva varios años transitando un profundo duelo después de la pérdida física de su madre. “A los pocos meses de la muerte de mamá, empecé a ordenar su obra. La de ella fue una vida en analógico, muy pasional, era una mujer que incentivaba a la gente a que explore su propio arte”, cuenta Cala. En ese proceso, rescató dibujos, pinturas, frases, una cantidad infinita de cartas entre ellas, telas, flores, hojas pintadas. El tiempo de ordenar fue el principio del duelo, de bucear entre papeles para bucear en ella.
Después de cuatro años de recopilar, leer, digitalizar, para Cala llegó el momento de ir hacia afuera. De abrir apenas una hendija para mostrar ese vasto universo. Con una idea para este recorrido y el trabajo de edición de Victoria Blanco y Eugenia Rodeyro, de India Ediciones, Cala partió a vivir a España. A los pocos meses de instalarse en Madrid, comenzó la pandemia y el encierro. “Durante la cuarentena, sola en Madrid, me lancé a escribir en un nivel de vulnerabilidad total. Me sumergí en un mar de recuerdos y colores. Empecé a conectar, a extrañarla, a necesitarla, a agradecer. Mamá era todo para mí”, cuenta.
Fueron seis meses de trabajo, de conexión con la obra, de escritura a través de las fotos, las cartas. No buscaba hacer un catálogo, un libro retrospectivo, no quería apenas destacar a la artista, Cala se buscaba en ella. Buscaba transmitir una sensación, un olor, una mirada sobre el tiempo y sobre la vida. Sobre la libertad. Se propuso hablar con esa mujer que fue su madre.
Cala se buscaba en ella. Buscaba transmitir una sensación, un olor, una mirada sobre el tiempo y sobre la vida. Sobre la libertad. Se propuso hablar con esa mujer que fue su madre
Alicia Goñi, un libro de artista, es el objeto en el que Cala reúne parte de la prolífica obra de su madre y que se compone de cuatro libros: El cuidador de los colores, La última rosa de Agosto, La vie en rose y Experiencia. Cada uno contiene reproducciones de las obras de Goñi, seriadas por Cala, y está confeccionado a mano y serigrafiado con fragmentos de obra original. “Todo lo escrito en estas piezas es parte de mi duelo, de todo lo que extraño a mi madre y de los momentos más lindos de mi vida. Una desnudez total. Fue una vía de sanación muy importante y una manera de hacerla presente día a día, a veces con dolor y otras veces con alegría, recordándola siempre con amor y agradecimiento”, resume, a pocos días de presentar el libro.
En un tiempo en que el mundo del arte vende virtualidad, Cala y Alicia viven en bellos papeles, en pequeñas hojas, en cartas, en una tela, en retazos, en cuatro libros naranja, verde, rosa y azul.
Muestro su obra y así cierro el ciclo con todo su aprendizaje. Mi deseo más grande con este libro es compartir algo de la obra y poder transmitir la magia de mi madre para que circule por el mundo y nos acompañe siempre”
En uno de estos libros, Experiencia, hay una pequeña carta de agosto de 2015, en la que Alicia escribió: “(…)Sé que pronto dejo el plano físico, duele, porque amo sus aromas, sus manos, esas miradas, sus ritos y su música, es tan intenso cada vez… Mujeres las amo enteras, dejen los que tengan que dejar, cualquier oscuridad, no existe!”
En otro tramo, su hija Cala pareciera responderle: “Cayéndome y levantándome empecé a juntar mis pedacitos que estaban desparramados y en manos de otros. Y muy de a poco, con paciencia y amor, me reconstruí”. Cala asegura que después de mostrar este universo de su madre, comienza para ella una nueva etapa. Llega un nuevo principio. “Muestro su obra y así cierro el ciclo con todo su aprendizaje. Mi deseo más grande con este libro es compartir algo de la obra y poder transmitir la magia de mi madre para que circule por el mundo y nos acompañe siempre”, resume Cala.
Es que, quizá, esta obra es el epílogo, la puntada clave en la relación de una hija y una madre. Si es posible que ese vínculo tenga algún tipo de final.