Alfredo Palacios: el primer legislador socialista de América
Hace cien años, un joven político de apenas 25 años era elegido como diputado por La Boca y se convertía así en el primer congresista de izquierda de América latina
El 13 de marzo de 1904, los obreros del barrio La Boca elegían al primer diputado socialista de América: Alfredo Lorenzo Palacios, por entonces de 25 años de edad. La Argentina, por esos tiempos, crecía vigorosamente, había encontrado el rumbo del mundo de la época. Y con su historia reciente, iluminada por los hombres de Mayo, por los Constituyentes de Santa Fe, por la generación del 80, ofrecía un panorama sumamente alentador para la inmigración.
Los nuevos métodos de producción, que dieron origen a la Revolución Industrial, ya habían llegado a estas tierras, y con ellos la necesidad imperiosa de la mano del hombre para hacer posible la división manufacturera del trabajo y la producción a gran escala.
La inmigración, proveniente de los más diversos confines del mundo, cambió decididamente el perfil social de Argentina. Es que los inmigrantes no venían solos, sino que traían sus propias experiencias de socialización de la producción, de manejar sus manos y su mente, y tenían conocimiento de sus derechos.
En ese marco se inscribió la brillante iniciativa del doctor Juan B. Justo de fundar el Partido Socialista, síntesis entre las necesidades asociativas de los trabajadores para defender sus derechos y los ideales de justicia social que encarna el socialismo. Precisamente a ocho años de esa fundación se concretó el acontecimiento que estamos recordando. Fue por demás elocuente el escritor y periodista Florencio Sánchez cuando, al entrar a la redacción de La Opinión una vez finalizada la elección, sentenció: "La Boca ya tiene dientes".
No es casual que el primer proyecto de ley del joven diputado Palacios haya sido la derogación de la ley 4144, conocida como Ley de Extrañamiento de Extranjeros, norma brutal y represiva que los conservadores habían sancionado para que los "revoltosos" regresaran a sus países de origen. "Borremos pues, señores diputados, la ley de extrañamiento --fundamentó Palacios-- y empecemos pronto a tratar la ley de trabajo".
Alfredo Palacios desarrolló su prolífica labor en la mitad del siglo XX. Seguramente será difícil tarea encontrar algún tema vinculado al quehacer nacional que no haya merecido su estudio profundo, minucioso, consecuente, con la propuesta acertada para su tratamiento. Y no era solamente un estudioso de biblioteca, sino que avanzaba en la constatación práctica de los problemas para concluir proponiendo leyes que mejorarían la vida de los argentinos. En su visita a la Argentina, el célebre dirigente socialista francés Jean Jaurès declaró: "Palacios ha podido probar que con la fuerza del pensamiento y la inspiración socialista algunas leyes de progreso social podían ser arrancadas a la inercia, el egoísmo y a la ignorancia de las oligarquías".
Así, Palacios estudió el trabajo en un barco en La Boca y sus consecuencias psicofísicas, y demostró gráficamente (en tambores de Marey) el agotamiento físico de los trabajadores y las consecuencias sobre ellos mismos y sus familias. Transcribió las conclusiones de ese estudio en el libro La fatiga y sus consecuencias sociales, hasta hoy lectura obligada para iniciar el estudio de la medicina del trabajo. Surgieron desde entonces numerosas leyes que tenían como objetivo mejorar la calidad de vida de los trabajadores y sus familias. Particularmente merecieron la preocupación de Palacios la defensa de los derechos civiles, humanos y laborales de la mujer.
También el concepto de Nación está presente en toda la obra de Palacios; en defensa de las islas Malvinas retomó el trabajo de Paul Groussac y sostuvo que la Argentina representaba un nuevo orden jurídico en el mundo, que había encarado en sus actos y en su historia una orientación solidarista, de repudio al principio de la fuerza, e inauguraba la era de la justicia en el Derecho Internacional.
En sus repetidos viajes por el interior del país recogió y relató las miserias y las esperanzas de los argentinos que allí vivían, reflejándolas en numerosos proyectos de ley. En el libro Pueblos desamparados, que escribió junto con el médico sanitarista Juan Maurín Navarro, contó: "En el medio del monte he descubierto escuelitas donde los alumnos no conocen ni la bandera ni el himno nacional". La juventud era además otro de sus grandes desvelos. De allí sus periódicas charlas informales con los jóvenes, a quienes atraía por su impronta juvenil y en quienes encendía una llama de esperanza con su participación solidaria por los derechos sociales. Así lo recordamos quienes lo conocimos en Rosario en 1964. Como decano de la Facultad de Derecho de La Plata fue impulsor decidido de la Reforma Universitaria.
Su defensa del territorio y la cultura latinoamericana, su posición sobre Cuba, son hechos que lo sitúan junto a otras grandes figuras como José Ingenieros, Manuel Ugarte, José Martí, Manuel González Prada y Víctor Raúl Haya de la Torre .
La trayectoria de Alfredo Palacios se convierte en un verdadero ejemplo para los argentinos. Por eso, en estos tiempos en que la política está tan devaluada, es apropiado recordar su pensamiento con sus propias palabras: "La política para mí es una disciplina moral, tiene un contenido ético y si no es una cosa despreciable".
Hoy, nuestro país necesita nuevas propuestas y mujeres y hombres capaces de sumar a más argentinos para derrotar la oprobiosa y escandalosa situación de pobreza en la que vive más de la mitad de nuestros compatriotas.
Argentina tiene muchos ejemplos para salir adelante, y entre ellos se encuentra el de Alfredo Palacios; debemos recordarlos y, como ellos, estudiar los problemas nacionales para organizarnos con el objetivo de superarlos.