Alemania minimiza riesgos con China
Aunque la guerra en Ucrania es una amenaza urgente para Europa, Berlín concuerda con el jefe del servicio secreto alemán Thomas Haldenwang, quien advierte que si para Alemania Rusia es la tormenta, China es el cambio climático. Ante esto, la coalición “semáforo” que gobierna en Berlín (socialdemócratas, liberales y verdes) busca manejar la compleja relación en múltiples niveles que mantiene con Pekín, en forma dinámica, pero prudente, y respondiendo a los intereses y valores alemanes.
En el nivel político, la actitud de Alemania hacia China cambió con la llegada de la coalición semáforo. Así, la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock –del Partido Verde– denominó a Xi Jinping “dictador” y afirmó: “El sistema político chino ha cambiado enormemente y por eso nuestra política hacia China debe cambiar”. En este contexto, el canciller Olaf Scholz –socialdemócrata– demostró gran audacia y pragmatismo al convertirse en el primer líder occidental en visitar a Xi Jinping, luego de la pandemia de Covid-19, que afectó el prestigio chino. En un gesto diplomático hacia Xi, Scholz comunicaría personalmente el cambio de clima político hacia Pekín, pero procurando sin embargo salvaguardar la relación económica. Pero si por un lado estaba el interés por mantener las cruciales exportaciones a China y sostener la actividad de empresas alemanas allí, por el otro la dirigencia en Berlín aceptaba que la estrategia del Wechsel durch Handel (generar el cambio a través del comercio) no funcionó con China.
Si en el nivel comercial y económico Scholz, quien fue acompañado por empresarios, buscaría continuar exportando a China –su principal socio comercial– y seguir produciendo allí, en paralelo trataría de diversificar las fuentes de abastecimiento y reducir su dependencia de Pekín. Varias empresas implementarían dos plataformas productivas, con una de ellas independiente de China. Esto sería un cambio fundamental con respecto a lo que fue la construcción de un ferrocarril de 10.300 kilómetros entre la ciudad de Duisburgo y Chongqing en China. Esta extensión de la “nueva ruta de la seda” abarataba sustancialmente el intercambio de partes de alta tecnología entre ambas potencias, integrando profundamente estas cadenas productivas. Al pasar por Rusia, quedó paralizada por la invasión de Putin a Ucrania.
En el nivel de inteligencia y espionaje, los servicios secretos alemanes no se hacen ilusiones con respecto a China y su creciente competencia y enemistad con Occidente, considerando que el Partido Comunista chino toma ventaja de las debilidades del sistema democrático. El ciberespionaje chino ha penetrado empresas alemanas como BASF, Daimler y por lo menos una de semiconductores. Sobre un total de 1000 compañías consultadas, 730 manifestaron haber recibido ciberataques, y el 42% de estas afirman haber recibido por lo menos uno desde China. Las empresas espiadas tienden a dominar tecnologías de interés estratégico para China: hipersónica, cuántica, inteligencia artificial y biotecnología. Así, los servicios secretos chinos se inspiran en el consejo del gran general Sun Tzu –”si conoces a tu enemigo y a ti mismo, no deberás temer por el resultado de cien batallas”– y, con más de 100.000 espías, conforman el servicio de inteligencia más numeroso de mundo.
Ante estos escenarios, Olaf Scholz resume la actitud actual de Berlín, al considerar que hay que minimizar los riesgos en la relación con China, a la que considera hoy un “rival sistémico”.