Alejandra Pizarnik: hora de revisar un mito literario nacional
A 44 años de la muerte de la escritora nacida en Avellaneda se realizaron las primeras jornadas en el país dedicadas a su obra, organizadas por el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA
En un ensayo publicado por Beatriz Viterbo, César Aira definió el “personaje alejandriano” protagonizado por Alejandra Pizarnik (1936-1972) con estas palabras: “La clave de su funcionamiento era la juventud, que seguiría siendo su rasgo esencial hasta la muerte, y más allá. Se fue perfeccionando a partir de rasgos espontáneos, todos los cuales se envolvían de una justificación poética, que tomaba la forma de una amplificación metafórica”. Esa expansión de la figura y la obra de Pizarnik, con su repertorio de niñas, autómatas y miniaturas verbales, favoreció el ingreso al mundo de la poesía de muchos jóvenes y adolescentes, que la leyeron con fervor y admiración. A cuarenta y cuatro años de su muerte, varios de esos lectores le rindieron tributo el martes y el miércoles en las primeras Jornadas Alejandra Pizarnik celebradas en el país, organizadas por el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.
El martes en el Museo Nacional de Bellas Artes y el miércoles en el Malba, participaron de las jornadas Cristina Piña, Andrea Ostrov (la hija del psicoanalista de Pizarnik, León Ostrov), la poeta Laura Estrin, Ivonne Bordelois, Roberto Ferro, Silvana López, Jorge Monteleone, Daniel Link y María Negroni. López, una de las organizadoras junto con Ferro, comentó que habían sido convocados los especialistas más importantes en la obra de la autora de Árbol de Diana. “Pizarnik conmueve con su escritura tanto en el ámbito académico como en la inconmensurable movida poética que hay en Buenos Aires y la Argentina”, agregó.
Piña, autora de la primera biografía de Pizarnik, inauguró las jornadas. En su conferencia se refirió al modo en que, a lo largo del tiempo, había ido cambiando la imagen y significación de su obra literaria. “Lo fui dividiendo por décadas y señalando qué libros y artículos fueron fundamentales en el 80, 90, 2000 y 2010. También señalé la importancia del acceso a su biblioteca y a sus manuscritos de Princeton. Si bien ahora la leemos como poeta, crítica literaria, autora de textos en prosa transgresores, diarios y correspondencia, todavía queda mucho por incorporar de su acervo depositado allí. Quise abrir así las jornadas dedicadas a ella, que son las primeras en la Argentina, mientras que ya se han hecho tres en el exterior, en Italia, Francia y España”, señaló Piña. ¿Hay tantas Alejandra Pizarnik como lectores?
En el Malba se exhibió también, ante un auditorio reverente, el documental Alejandra, de Virna Molina y Ernesto Ardito, que ambos realizaron para Canal Encuentro en 2013. “Nosotros venimos del documental político –declaró la pareja de directores-. Era una responsabilidad muy grande contar la vida de una persona como Alejandra.” El film incluye lecturas de poemas hechas por la propia Pizarnik, con un hilo de voz en sus últimos meses de vida, y testimonios de escritores como María Elena Walsh, Paco Urondo y Adolfo Bioy Casares. Más tarde tomó la palabra María Negroni, que se refirió a los textos obscenos de Pizarnik, que se conocieron luego del suicidio de la autora nacida en Avellaneda. Para Negroni, los poemas de Pizarnik son micrografías que tienden a expandir la vida, mientras que sus “textos oscuros” chocan contra los límites que el lenguaje impone. “Hay un muro entre la representación del mundo y el mundo”, dijo Negroni ante la pregunta de un asistente a la conferencia.
La “obra-vida” de Alejandra Pizarnik se convirtió en un mito literario nacional y su estilo migró de sus libros exquisitos, angustiados o cómicos, a los de varios poetas. Heredera del surrealismo, fugaz integrante del grupo Poesía Buenos Aires, lectora cabal del simbolismo francés y de los aforismos de Antonio Porchia, Pizarnik marcó una etapa de la poesía argentina y libros como Extracción de la piedra de locura y El infierno musical son cumbres de una belleza desesperada. La paulatina conquista de la brevedad, sus elecciones temáticas y el clima alucinatorio de sus escenas poéticas definieron un estilo único y, pese a las copias, irrepetible. Fernando Noy, artista amigo de Pizarnik, dijo a La Nación: “Alejandra siempre será un faro no opacado por su final sino cada vez renaciendo en quien la lee. Sus poemas son parte del alma que nos legará para nuestra poética nacional más conmovedora. Haberla vivenciado, en el tramo final de su pasaje por este mundo, fue una experiencia que supera cualquier aventura. Pero seguir teniéndola en cada texto, poema, sueño, recuerdo será siempre un lazo perpetuo que nos reúne”.
Elegimos cinco poemas de Alejandra Pizarnik.
para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos
para decir la palabra inocente
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Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
******
Mensajeros en la noche anunciaron lo que no oímos.
Se buscó debajo del aullido de la luz.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas
que estrangulaban a la inocencia.
Y si se escondieron en la casa de mi sangre,
¿cómo no me arrastro hasta el amado
que muere detrás de mi ternura?
¿Por qué no huyo
y me persigo con cuchillos
y me deliro?
De muerte se ha tejido cada instante.
Yo devoro la furia como un ángel idiota
invadido de malezas
que le impiden recordar el color del cielo.
Pero ellos y yo sabemos
que el cielo tiene el color de la infancia muerta.
******
Cold in hand blues
y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo
******
Cantora nocturna
Joe, macht die Musik von damals nacht...
La que murió de su vestido azul está cantando.
Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.
Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
muerto.
Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.
Ella canta.