Aldo Ferrer: "Los controles son instrumentos legítimos en política económica, pero cuantos menos haya, mejor"
El economista, referente del oficialismo, critica las últimas medidas y, aunque no prevé "ninguna catástrofe", admite que no sincerar la inflación "hizo perder un tiempo enorme"
Aldo Ferrer es, a sus 86 años, la figura emblemática del pensamiento económico heterodoxo en la Argentina y ha sido uno de los soportes ideológicos del kirchnerismo. Fue director de Enarsa, representante del Estado en la siderúrgica Siderar, del grupo Techint, y embajador en Francia durante más de diez años.
Sin embargo, tras la reciente devaluación, el ex ministro de Economía (1970/1971) ha profundizado las críticas que ya venía deslizando hacia la política económica que se instrumentó en los siete años en que Guillermo Moreno fue secretario de Comercio Interior. Eso sí, no lo menciona con nombre y apellido. "Yo venía escribiendo artículos en el [diario económico] BAE desde hacía cinco años, señalando el proceso de apreciación cambiaria y la restricción externa [escasez de divisas]. Vengo haciendo críticas desde antes y ahora las hago con más énfasis porque la cosa está peor", explica en el living de su casa, sobre la Avenida del Libertador, con vista a la TV Pública.
–¿Cómo ve la economía?
–Para entender la situación, hay que ponerla en contexto. Hay tres temas para tomar nota. El primero es qué pasa con la economía real. Más allá de turbulencias, la economía real trabaja con empleo alto de la capacidad productiva, la economía está desendeudada, hay una perspectiva de comercio internacional favorable. La economía real es un espacio en el cual lo más previsible es que no se provoque ninguna catástrofe. El segundo elemento es muy importante en la historia argentina porque condiciona la marcha de la economía y es el marco institucional. En el siglo pasado, vivimos mal 50 años por la inestabilidad. El hecho de que hace 30 años recuperamos la democracia, de que hay división de poderes, seguridad jurídica es fundamental.
El tercer elemento es que hemos vivido en la anormalidad del Estado neoliberal durante la década del 90, reproduciendo lo que se vivió en la dictadura después de 1976. En esa anormalidad el país se endeudó hasta el límite de la insolvencia, vendió su patrimonio nacional, extranjerizó el peso, privatizó el sistema jubilatorio y la administración de esos fondos importantes del ahorro nacional, pero después de la crisis de 2001/2002 volvió a la normalidad de contar con un Estado nacional, recuperó YPF, encontró una solución para la deuda con una oferta de reestructuración argentina sin la intervención del Fondo Monetario ni de los mercados financieros, nacionalizó el sistema jubilatorio.
-¿Y su crítica?
-En este contexto creo que hay problemas en la economía argentina. Uno es viejo: la escasez de divisas. Uno puede diferenciar dos etapas: en la presidencia de Néstor Kirchner se salió de la crisis en una situación de abundancia de divisas, las importaciones habían bajado, hubo un gran superávit comercial, muy buenos precios internacionales, estaba suspendido el pago de la deuda, teníamos superávit energético y aumentaban las reservas. Esto empezó a cambiar en el primer mandato de la presidenta Kirchner, porque la industria empezó a trabajar a altos niveles de capacidad y apareció ese fenómeno del déficit que tiene esta estructura subindustrial, sobre todo en los sectores de alto contenido tecnológico: autopartes, bienes de capital (maquinaria), productos electrónicos, químicos. Esto se agravó con el déficit energético. Entonces, se constituyó un escenario de expectativas negativas. La disponibilidad de divisas siempre ha sido determinante en la evolución de la economía argentina. Cuando se percibe que hay problemas en ese frente, empiezan la inestabilidad en el mercado cambiario, las presiones inflacionarias y la fuga de capitales.
-¿Cómo ve las medidas del Gobierno en este aspecto?
-Las medidas del Gobierno fueron equivocadas, porque permitieron la apreciación cambiaria, con lo cual se agravó la falta de divisas, y se siguió presentando gasto público en una economía que no lo necesitaba, porque operaba a plena capacidad. La primera respuesta del Gobierno fue tomar controles, esto llevó a la aparición de un dólar paralelo, con lo cual se complicó más la cosa. Después de que el Gobierno se convenció de que simplemente con controles no podía manejar la situación, aparecen estas rectificaciones de las últimas semanas, el ajuste cambiario, la reforma del sistema de precios. Hay una buena chance con este conjunto de medidas, si se complementan con otras, como estimular el reingreso al circuito productivo de los dólares que están en el colchón o en el exterior. Se podría dar una modesta tasa de interés para los depósitos en dólares, porque hay una dolarización por razones históricas, pero si la gente se dolariza, por lo menos que los dólares se queden en el circuito productivo y financien exportaciones. El Gobierno debe terminar bien su mandato consolidando lo que logró y que los que vayan a llegar mañana puedan hacerlo en una situación manejable. Es posible un cierto entendimiento político que encuadre la negociación salarial en un marco no teñido por la inminencia de un derrumbe, que no es previsible, a menos que cometamos muchos errores.
-¿Entre las correcciones figura el sinceramiento de la inflación?
-Desde luego. Esto nos hizo perder un tiempo enorme.
-¿Por qué el Gobierno cometió tantos errores?
-Hay temas, por ejemplo, el tipo de cambio, que se discuten sobre bases poco sólidas. Prestan atención sólo al aspecto distributivo del tipo de cambio y no a la cuestión del empleo, la solvencia fiscal y la solvencia en el balance de pagos, que son indispensables. Los países emergentes que tienen Estado nacional desde hace mucho tiempo no enfrentan las críticas que enfrentamos nosotros por los cambios de frente que hemos hecho, que son una demostración de un rasgo de la historia argentina, de un sistema político que no tiene andariveles, que puede pasar del gobierno de Menem al de Néstor Kirchner. Esto no pasa ni siquiera en otras partes de América latina. El poder económico tiene capacidad de bloqueo de los desvíos en un sentido y el sistema político, capacidad de resistencia a desvíos extremos. El giro neoliberal que se hizo en la Argentina no pasó en ninguna parte del mundo. Acá no hubo límites. Y después nos pasamos al otro lado y esto es demostrativo de una sociedad en la cual el sistema político tiene una enorme capacidad de transformación, precisamente por esta autonomía que tiene respecto de los núcleos del poder real. Pero esto, al mismo tiempo, es un elemento de inestabilidad.
-El economista heterodoxo chileno Gabriel Palma dice que la Argentina se pasó de rosca con la heterodoxia...
-En los grupos que hacen una política progresista hay un error de interpretación de la cuestión cambiaria. La competitividad no descansa sólo en el tipo de cambio, pero si el tipo de cambio no es competitivo todo lo demás que usted haga en ciencia, tecnología, financiamiento de las exportaciones, es literatura. Si usted toma la experiencia de los países asiáticos emergentes, todos tienen fuertes políticas de transformación, de educación, de industrialización, pero tienen como condición necesaria un tipo de cambio competitivo. Hay cierta resistencia de una perspectiva progresista a observar que cuando el tipo de cambio se aprecia, baja el nivel de actividad, se debilita la situación externa y bajan la inversión y el empleo.
-Cierta heterodoxia también sostuvo estos años que la financiación del déficit fiscal con emisión monetaria no generaba inflación...
-El efecto de la emisión monetaria sobre los precios depende de la economía. Si hay recursos ociosos y hay fortaleza en los pagos internacionales, Keynes nos enseñó hace muchos años que hay que inyectar demanda. Ahora, si usted tiene escasez de divisas y un sistema que opera a plena ocupación, y mete gasto público, va a generar inflación. La política fiscal que se ha seguido contribuyó a la inflación.
-¿Se debería eliminar del todo el cepo cambiario?
-Los controles son instrumentos legítimos de las políticas económicas, pero cuantos menos controles haya, mejor. Si al mercado se lo orienta a través de las reglas del mercado, se podría aliviar la restricción externa y generar crecimiento a largo plazo. En ese escenario se puede configurar un clima positivo en la negociación salarial, en el cual se discuta la distribución de un ingreso real, y no la discusión de ingreso nominal en el marco de una alta inflación. Esto eliminaría el riesgo de la especulación porque siempre hay pescadores de río revuelto. El especulador es un hecho natural de la economía de mercado. Trata de ganar plata donde la oportunidad está. En un cuadro de incertidumbre que privilegia la especulación, habrá especulación.
-¿Cuáles son las causas de la inflación?
-La inflación es un problema endémico en la Argentina. En cuanto aparece la incertidumbre, como reapareció en virtud de la restricción externa y de las respuestas inadecuadas, aumenta la inflación. Algunos operadores tratan de hacer la diferencia, pero también como mecanismo preventivo, sin que necesariamente sea con un propósito de atentar contra la política en curso. Cuando un empresario no sabe a qué precio va a reponer su stock, se le plantea un problema muy difícil. La estructura del mercado es la misma después de la salida de la crisis (de 2002), cuando los precios crecían poco, que en los últimos tiempos, cuando crecieron más. ¿Por qué en un momento los operadores coexisten con una inflación del 5% anual y por qué en otro con el 30%? El contexto es fundamental.
-¿Cómo bajar la inflación?
-Hace falta un cambio de expectativas fundado en el buen manejo de la insuficiencia de divisas.
-¿El cambio de expectativas requiere ajuste fiscal y monetario?
-Tiene que ver con una política fiscal. En la medida en que aumente el superávit primario (antes del pago de deuda), desaparece la necesidad de recurrir al Banco Central. La emisión monetaria es para la creación de préstamos para la inversión, el crecimiento, y no para financiar el Tesoro. Pero el problema no es de exceso de gasto público, sino de su calidad. Para un país del nivel de ingresos como el nuestro, la relación gasto público/PBI no es exagerada. Tenemos también un sistema tributario muy inequitativo, fuertemente concentrado en los impuestos indirectos (IVA).
-¿Quiénes comparten en el kirchnerismo o fuera de él el proyecto nacional que usted propone?
-Nuestro gran drama, y eso que soy afiliado radical desde hace casi 60 años, fue buscar la convergencia entre las corrientes nacionales de las dos expresiones políticas, radical y peronista. Nuestro problema es cómo logramos no dividir el campo nacional por falsos motivos y lograr esa convergencia de fuerzas que respalde la construcción de un Estado nacional democrático, con división de poderes, con industria, con trabajo y con soberanía.
-¿Usted se define como kirchnerista?
-A mí el Gobierno me pidió en tres oportunidades que diera una mano y las tres dije que sí. Pero en los tres casos les aclaré que yo no soy peronista ni kirchnerista, y que mi filiación política es otra, lo cual no impidió que pudiera trabajar con mucho gusto.
-Entre los presidenciables de la oposición, como Sergio Massa, Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos o Ernesto Sanz, ¿ve defensores de su proyecto nacional?
-Sí.
-¿Quiénes?
-No voy a dar nombres propios, pero hay figuras que tienen currículum en la tradición industrialista, social, democrática. Le diría que en la tienda oficialista hay personas cuyo currículum no es de la tradición nacional y popular.
-¿Teme un regreso al neoliberalismo tras las elecciones de 2015?
-Me parece difícil. Bueno, va a depender mucho de cómo lleguemos. Si llegamos en una situación muy crítica de desorden, la vuelta al neoliberalismo es posible. Pero si se llega en una situación manejable, es poco probable. Hemos aprendido un poco que no podemos bandearnos para ese lado. El neoliberalismo fracasó acá y está fracasando en el resto del mundo. Fíjese lo que están sufriendo en Europa por esos ajustes salvajes en España, Grecia, Portugal. Lo que es espectacular es la capacidad de sobrevivencia de ese enfoque, basado en la hegemonía del sector financiero, que de alguna manera ha contagiado a los gobiernos y a la opinión pública, que determina criterios irracionales y favorece a una minoría.