¿Alberto será como Videla o como Alfonsín?
Lionel Scaloni, el austero y sobrio director técnico de la selección argentina, no hizo nunca exhibición de simpatías políticas. Sucede lo mismo con los jugadores que hoy disputarán el campeonato mundial de fútbol en Qatar; la inmensa mayoría de ellos juega y vive, además, en el exterior. Sin embargo, es imposible no hacerse una pregunta: si el equipo argentino lograra la Copa del Mundo, ¿tratará el Gobierno de aprovechar esa circunstancia en beneficio propio? El kirchnerismo ha intentado siempre hacer suyos los éxitos ajenos y convertir en ajenos los fracasos propios. En síntesis, la pregunta final consiste en averiguar si Alberto Fernández se parecerá a Jorge Rafael Videla, el jefe de una dictadura que había creado la figura del desaparecido y que en 1978 usó el Mundial de fútbol, que ganó el equipo argentino, para mejorar su imagen y la de su régimen de facto, o si emulará a Raúl Alfonsín en 1986, cuando la selección argentina volvió a ganar el campeonato mundial. Alfonsín recibió en la Casa de Gobierno al equipo triunfante, cuando regresó de México, y lo acompañó hasta la puerta que da hacia el balcón sobre la Plaza de Mayo. “La plaza es de ustedes. Yo no tengo nada que hacer ahí”, les explicó el entonces presidente, y se despidió de los jugadores en el umbral de esa puerta. Sea cual sea el resultado de hoy, la selección argentina ya está entre los dos mejores equipos del mundo. Scaloni no tiene la arrogancia de César Menotti, el director técnico de 1978, ni es extrovertido como Carlos Bilardo, que condujo al equipo de 1986. El probable triunfo de hoy será, por lo tanto, el mérito de un equipo de deportistas excepcionales, de un jugador único como Messi y de un técnico que tomó decisiones correctas en los momentos oportunos. Sin injerencias políticas, sin otras pasiones que no sean las deportivas.
El eventual triunfo sorprendería al Gobierno en su peor momento ante la opinión pública. Esa es la conclusión de varias agencias de encuestas, como Poliarquía y Management & Fit. Estas dos encuestadoras comprobaron en sus últimas mediciones, cuando ya la selección argentina venía ganando los partidos del Mundial, que el Gobierno tocaba el piso de la simpatía popular. Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, dijo que Alberto Fernández tiene solo el 17% de adhesión nacional; en la Capital Federal, ese número se reduce a 12. Nada. Alejandro Catterberg, director de Poliarquía, señaló que una nueva medición de su consultora constató un incremento en las semanas recientes de la imagen negativa de Cristina Kirchner, que saltó del 52% al 59%, la peor medición para ella de esa agencia en los últimos 15 años. Ante esos números, cualquier discusión sobre la renuncia de Cristina Kirchner a la candidatura presidencial y los esfuerzos del Presidente para hacerse con ella es un inservible divertimento intelectual. La realidad destruye tales cavilaciones con el efecto de un martillazo. Fornoni puntualizó que para el 81% de la sociedad el eventual triunfo de la selección argentina en el partido de hoy frente a Francia tendrá un efecto de distracción que durará muy pocas semanas, si es que dura. En definitiva, una cosa serán los intentos del Gobierno, si es que los perpetra, y otra cosa será el humor social, que sabe distinguir entre los méritos de un grupo de jugadores y su director técnico de los zafarranchos de la política y la economía locales. Algunos políticos tienen fama de aprovecharse sin disimulos de las oportunidades que el azar pone cerca suyo. Alberto Fernández tendrá la oportunidad a partir de hoy de desmentir con los hechos su propia fama.
“La sociedad argentina vivirá una fiesta inolvidable si la Argentina gana el domingo la Copa del Mundo, pero el lunes volverá al supermercado y la bronca estará intacta”, señaló un analista de opinión pública. La inflación es el principal problema de los argentinos según la unanimidad de las mediciones de opinión pública. El índice inflacionario estuvo durante el mes de noviembre (4,9%) muy por debajo de las estimaciones de las consultoras que envían sus pronósticos al Banco Central, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM). Fondos de inversión que tienen bonos indexados por la inflación comenzaron a hacer preguntas inquietantes. ¿Por qué hasta el arribo de Sergio Massa al Ministerio de Economía los resultados eran inversos: las consultoras anticipaban números de inflación por debajo de los del Indec? ¿Por qué desde que Massa es ministro sucede que el Indec mide la inflación por debajo de los pronósticos de las consultoras? Influye en la suspicacia el hecho de que el director del Indec, Marco Lavagna, milita muy cerca de Massa, y que el ministro tiene también fama de sacar ventajas indebidas de circunstancias adversas. Existen explicaciones técnicas: el precio de la carne bajó un 18% como producto del aumento de la oferta (hay poco pasto por la sequía para alimentar al ganado) y están los llamados Precios Cuidados. “Siempre hay explicaciones técnicas, pero lo raro es raro, por más vueltas que demos”, sostiene una de las personas consultadas por los fondos de inversión.
El eventual triunfo de la selección argentina de fútbol en Qatar sorprendería al Gobierno en su peor momento ante la opinión pública
El Presidente es un trabajador pertinaz cuando se trata de devaluar su palabra. A fines de noviembre, dos semanas atrás, su vocera, Gabriela Cerruti, descartó de plano que el Gobierno estuviera dispuesto a ordenar un bono de fin de año para los trabajadores del sector privado, como lo había pedido públicamente Cristina Kirchner pocos días antes. La Cámpora se había sumado al reclamo de la vicepresidenta. Otros voceros de Alberto Fernández argumentaron entonces que un bono de esa naturaleza podría afectar seriamente la situación económica de las pymes. Como si nada de eso se hubiera dicho, el Presidente acaba de ordenar un bono de fin de año para los trabajadores privados en un país donde los salarios se fijan en paritarias. ¿Qué economía puede funcionar cuando sus principales dirigentes gobiernan en un zigzag perpetuo? El bono terminó por enfurecer a todos, por escaso o porque es menor en el caso de los planes sociales. Los piqueteros opositores convirtieron a la Capital en una ciudad invivible el jueves pasado y los piqueteros oficialistas amenazan con hacer lo mismo la semana que se inicia. Estos últimos anunciaron, además, que el martes irán a los supermercados. ¿Para hacer qué? ¿Acaso para reclamar por los precios, como si la inflación fuera un problema de las góndolas? ¿O para exigir que les regalen productos? La situación es, por lo menos, novedosa: un gobierno peronista con los piqueteros propios sublevados y caminando enfurecidos hacia los supermercados.
Como si tanto fuera poco, la Corte Suprema asestó dos golpes importantes al kirchnerismo y, sobre todo, a la vicepresidenta. Confirmó la condena de Milagro Sala a 13 años de prisión por asociación ilícita. Cristina Kirchner se mira en el espejo de su vieja y violenta aliada en el norte jujeño. Aunque la Corte decide caso por caso, la vicepresidenta cree que la sentencia sobre Milagro Sala es un anticipo de lo que el máximo tribunal hará con sus causas por corrupción. Esto es: respeta las decisiones de los tribunales inferiores, siempre que esas decisiones sean coincidentes y que se haya cumplido con el debido proceso y con el juicio justo. La otra decisión consistió en desestimar la rectificación de Cecilia Moreau, que había retirado la lista de diputados propuestos para el Consejo de la Magistratura. Con palabras elegantes, la Corte vino a decir que, según la Constitución, tales propuestas no son una facultad de la presidencia de la Cámara, sino de los bloques partidarios. Por lo tanto, jurará también como miembro del Consejo la diputada radical Roxana Reyes, quien había sido apartada por una arbitraria resolución del juez Martín Cormick, un hombre cercano a La Cámpora. “Necesitamos un Poder Judicial fuerte y una Corte fuerte”, había dicho públicamente el presidente del tribunal, Horacio Rosatti. El máximo tribunal está dispuesto a cumplir el rol que le corresponde en un sistema republicano. Esa decisión debe subrayarse como un hecho auspicioso entre tantos estropicios políticos e institucionales.
La selección argentina de fútbol podría concebir hoy una memorable hazaña en Qatar. Pero no existen ni un Scaloni ni un Messi en condiciones de hacer un milagro para cambiar el país que les tocó.