¡Alberto, no se me enoje, por favor!
Acabamos de vivir una serie de acontecimientos vergonzosos, repugnantes, atroces. El más grave: un comando mantiene secuestrada a Cristina Kirchner y no la deja tuitear su indignación por el vacunagate. Ahora se entiende ese inaudito silencio. Ya tenía redactado el posteo: “Alberto y Ginés son más patéticos que Josecito López. Todo mi respaldo a Horacio Verbitsky”.
El comando le ató las manos y le puso un trapo en la boca para que tampoco pudiera expresar su beneplácito por el fallo que condenó a Lázaro Báez, el tipo que hizo una monumental fortuna haciéndose pasar por testaferro de los Kirchner.
Por cierto, es difícil no compartir la indignación de Cris con Alberto, cuya perseverancia en la torpeza llega a límites que la ciencia debería estudiar. Su visita a México, atravesada por el escándalo, puede ser vista como la Gran Enciclopedia del Error: de la A a la Z, todo mal. Lo peor fueron sus berrinches en la conferencia de prensa, sus ataques a la oposición, a los medios y a la Justicia, haber calificado la investigación del episodio de “payasada”. En un foro de internet leí que no todos los mandatarios tienen el temple necesario para hacer el ridículo también en el exterior. Mediante un decreto de necesidad y urgencia habría que prohibirle el enojo; cuando no pierde los estribos, la cosa más o menos se disimula, pero enojado ya no da el rango ni de presidente, ni de profesor, ni de comentarista. El comando que silenció a Cristina ahora debería ocuparse de Alberto.
Sospecho que la protesta de esta tarde busca precisamente eso: sacarlo de las casillas justo antes de su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Sin ánimo de darle ideas a gente tan malvada, en las marchas podrían mofarse de cómo el escándalo ha venido a empañar, quizá definitivamente, la más sagrada iconografía peronista: la histórica v de “Perón Vuelve”, la v de la victoria nacional y popular que Cristina no se cansa de repetir en campaña, de un día para otro pasó a ser la v de vacunatorio vip, de Verbitsky, de Vizzotti (la que no vio nada), de Vera Voskanian (la bailarina del ministro Guzmán, otra que se adelantó en la fila); la v que profanan con sus deditos los chicos de La Cámpora cuando le hacen propaganda en el conurbano a la Sputnik V (Sputnik Vip). La v de vergüenza. Alberto, usted no pise el palito que le pondrá el gorilaje; pasado mañana hable con calma, sin excesos, sin sulfurarse. Manténgase serio: háganos reír.
De las frases célebres acuñadas en México por el Presidente ya mencioné lo de payasada y adelantarse en la fila, y me faltaba lo de “guerra de cínicos”, muy cínica, pero sonora; igual, nada refleja mejor la impronta cultural albertiana que lo que le dijo un integrante de la delegación argentina a la enviada de Clarín: “Ocaña denunciando, Marijuan denunciando, Macri denunciando... Por qué no se van todos a la reputísima madre que los parió”.
Me disculpo con el vacunagate, que merecería mucho más espacio, pero debo ocuparme ahora de la condena a Lázaro Báez y su banda. Del currículum criminal del kirchnerismo creo que este es mi expediente favorito, por alevoso y explícito. La trama es tan burda como trepidante: en un abrir y cerrar de ojos, Lázaro bancario, Lázaro empresario de la construcción, Lázaro principal contratista del gobierno de Néstor, Lázaro socio comercial de los Kirchner, Lázaro dueño de una fortuna estimada en no menos de 200 millones de dólares. Dice Parrilli que “es un fallo racista: lo condenaron por negro”. Puede ser: el lawfare es esencialmente discriminador; si sos morocho, cuidate de no andar por paraísos fiscales lavando 60 millones de dólares.
Los de piel oscurita estamos orgullosos de que uno de los nuestros haya trepado tan alto. Al lado de su historia, la del Lázaro del Evangelio resulta insignificante. Entre 2003 y 2015 su patrimonio creció 12.127%, sin MBA, sin CEO, sin consultores, sin planes estratégicos. Sus estancias, quintas, casas, edificios, hoteles, departamentos, locales, galpones... se cuentan por decenas o centenas. Solo en la Capital Federal tenía 180 cocheras, que no le alcanzaban para guardar sus 972 autos. El avión no sabía dónde meterlo. Generoso y agradecido, solía decirle a Néstor: “Lo mío es tuyo, amigazo”.
¿Qué diría Cristina si no estuviese secuestrada? “Lo de Lázaro era mío”.
Pobre hombre, se le terminó la suerte; se le empezó a terminar en diciembre de 2015, cuando el cambio de gobierno lo dejó sin el único cliente que tuvo como empresario: el Estado de los Kirchner. La Justicia se está encargando de dinamitar lo que queda de su fortuna, y también fueron condenados sus cuatro hijos. Su única esperanza radica en que el kirchnerismo consiga jubilar o desplazar a todos los jueces payasos y cínicos. Desterrado, Lázaro ni siquiera figura en los registros de vacunados vip.
Ayer, Carla Vizzotti anunció que se había contagiado el Covid y a los 5 minutos borró el tuit. ¿Cómo, ella no estaba entre los funcionarios estratégicos? ¿No se le animó a la Sputnik? ¿La recibió y no dio resultado? ¿Por qué borró lo que acababa de escribir?
Tranqui, Carla, no me conteste en caliente.