Alberto, más solo que cajero de peaje
“Con el panorama completo, sabremos si el Presidente irá a algún acto”. (De Gabriela Cerruti.)
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Hay una cosa peor que recibir muchas invitaciones y no saber cuál elegir: no recibir ninguna. Así anda nuestro Alberto con miras a mañana, el Día de la Lealtad peronista, cuando se harán tantos actos partidarios como lealtades. No lo invitaron a ninguno y eso que, desde hace más de un año y medio que Alberto preside el Consejo Nacional del Partido Justicialista. Ya lo dijo Cristina: “Que te pongan una banda y te den un bastón no es poder”.
Cómo será la soledad de Alberto que se pegó un alegrón enorme cuando el grupete que usurpa tierras en la Patagonia lo convenció de sacarse una foto en San Martín de los Andes, portando la bandera mapuche y diciéndole que estaba pisando suelo mapuche.
Sería muy cómodo introducir acá varios chistes sobre la soledad, como, por ejemplo, que Alberto está más solo que náufrago sin Wilson, que vegano en asado, que ojo de cíclope, que barco en Bolivia o que cajero de peaje. Es que la cosa no da para chanzas. Es dramática. ¿Cómo puede ser que hasta anoche no lo habían invitado formalmente a ninguno de los actos por el 17 de octubre que preparan la CGT, el PJ bonaerense y el Movimiento Evita, entre otras tantas agrupaciones que se alistan para atronar los bombos, más por bronca frente a la situación actual que por recordar los 76 años que pasaron desde que el General ganó las elecciones del 46?
Menos mal que Alberto se procura compañía yendo al cine a ver Argentina, 1985 con estudiantes secundarios del partido de Escobar, donde pasó horas recorriendo la Fiesta de la Flor. Y que todavía le quedan algunos amigos para poner en el gabinete, del que ya se le piantaron Moroni, Arroyo, Gómez Alcorta, Guzmán, Kulfas, Basterra, Trotta, Losardo, Solá, Frederic, Salvarezza, González García, Bielsa, Beliz, Zabaleta y Batakis (aunque tanto esta última como Rossi se reacomodaron; algo es algo).
De todos modos, todavía faltan horas, acaso minutos para remontar la cuesta y reconocerle lealtad al Alberto de hoy y al de antes de acusar a Cristina de encubridora de los iraníes, de distorsionar la realidad, destruir la economía y negar la pobreza. Porque, como bien dice el colega Rogelio Alaniz, “importa tener presente que a lo largo de un itinerario a veces trágico, a veces festivo, el peronismo fue clerical y anticlerical, progresista y reaccionario, estatista y liberal, derechista e izquierdista” y que “ha sido y es una formidable maquinaria de acumular poder, sea como sea y contra quien sea”.