Alberto Fernández, atrapado en la telaraña K
Fueron semanas de fuego granado, de desgaste permanente, de ablandamiento, hasta que la resistencia terminó por ceder. El presidente Alberto Fernández, con su sorpresivo mensaje sobre el lawfare, los presos políticos, la Justicia y el ataque al gobierno de Mauricio Macri, hizo mucho más que una ofrenda en pos de la unidad interna del gobierno. Fue un disciplinamiento ante Cristina Kirchner y su discurso radical, embarcada en destruir las causas judiciales por corrupción en su contra y en la de exfuncionarios de su gobierno. Para este fin se debe construir un nuevo relato sobre lo que pasó en la Argentina durante el kirchnerismo y, sobre todo, lo que se hizo o dejó de hacer en tiempos de la administración de Macri. Hay que sostener desde el discurso político la embestida ideada en el Instituto Patria que invalide las investigaciones de corrupción, muchas de ellas iniciadas durante la gestión de la exmandataria, que se aceleraron en los primeros años del macrismo hasta que la crisis financiera sepultó las posibilidades de un segundo mandato del Cambiemos.
El mensaje y el video fueron un obsequio anticipado del mandatario para el cumpleaños, un día después, de su jefa política. No utilizó el término de presos políticos, pero sí símbolos de quienes en el ideario cristinista lo representan, como la imagen de Milagro Sala. La jefa de la Tupac Amaru, cuya liberación reclaman desde el primer día, está presa en Jujuy –con arresto domiciliario–, condenada por asociación ilícita, fraude a la administración pública y extorsión.
Observadores avezados de la entretela de la Justicia ven en el mensaje de Fernández cuestiones preocupantes. Una de ellas es la intencionalidad de embestir sobre el Poder Judicial para alcanzar la impunidad, con magistrados que han demostrado ser maleables frente a los cambios políticos. Tierra fértil, dicen. Lo otro es la ausencia de un plan en la oposición que ofrezca resistencia frente a esta arremetida. El único plan que se vislumbra es el del Gobierno y enfrente, nada. Campo orégano para avanzar.
Los señalamientos de la existencia de presos políticos por parte de ministros, funcionarios y dirigentes estaban desafiando el liderazgo del Presidente. No fueron ataques directos a su figura, pero su principal funcionario e intérprete, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, fue expuesto con furibundas críticas desde el cristinismo. Atacarlo a él es socavar los cimientos del Presidente. No alcanzaron para contrarrestar las voces de ministros y dirigentes que abrevan en el albertismo. Funcionarios de alto nivel de la Casa Rosada, que interpretan a diario la tensión del gobierno, ya habían advertido ante los primeros escarceos que no se debía esperar una crisis en el vértice del poder, sino turbulencias en segundas y terceras líneas. Somos, dicen, un gobierno de coalición, con miradas diferentes. La tensión, claro, está en quién es el verdadero jefe de esa coalición. Y esa incógnita se va revelando a medida que avanza el calendario. Fernández parece haber quedado atrapado en la telaraña cristinista.