Alberto, el contorsionista
¿Qué gran diferencia hay entre Luana Volnovich, titular del PAMI, que se fue de viaje con su novio funcionario al Caribe, desoyendo las sugerencias del Presidente de veranear en el país, y la diputada nacional por la provincia de Buenos Aires Victoria Tolosa Paz, que creyó que Carlos Casares formaba parte de la costa atlántica, donde ella se encontraba veraneando? La diferencia fundamental es que Luana sabía dónde estaba. Vicky no tenía ni idea.
A decir verdad, ninguna de las dos se merece el escarnio viral al que se las sometió. Cualquiera puede pifiar el destino. Si no, miren al compañero Alberto: tira la mano hacia Estados Unidos, pero pone un piecito en Rusia y otro en China, una muestra de contorsionismo que merece el Oscar, el Grammy, el Carlos, el Gardel y el Martín Fierro de Oro, todos los premios juntos enviados por Correo Argentino, tarifa económica, a la sede del Gobierno, en el quinto piso de Juncal y Uruguay.
Si Amado declaró ante la Justicia que vivía en un médano, no hay ningún problema con que el viajecito de Alberto pase de vuelta por el Caribe, donde la comitiva de 15 funcionarios que lo acompañan se tomará un respiro de un día y aprovecharán para pedirle a Mario Ishii –uno de los pasajeros– que amenice la jornada contando más detalles de cuando les hacía de campana a los choferes de José C. Paz mientras usaban las ambulancias para vender droga.
¿Quién no se ha perdido en los laberintos turístico-políticos de la Argentina? Que levante la mano el ciudadano mayor de 50 años que no se haya extraviado en la esquina del Plan Quinquenal, abrigándose para pasar el invierno hasta llegar a la rotonda del Rodrigazo. Quién no sintió que se quedaba sin nafta con el programa económico del 81 y con poca maniobrabilidad en el viraje hacia aquel Plan Austral que nos depositó sin escalas en una primavera inestable que desembocó en un paisaje gauchesco donde un señor con patillas, pero ya sin poncho, prometía asfaltar la ruta del salariazo y de la revolución productiva. De ahí, a los tumbos, nos metimos de contramano en la autopista del blindaje, desde donde partimos sin escalas hacia un corralito contra el que nos la dimos de frente y sin seguro. A pesar de los carteles en el recorrido, que promocionaban dólares para los que habían ahorrado en dólares, solo nos largaron pesos y se quedaron con el resto.
Aun así, seguimos nuestra travesía hacia un destino que otra vez prometía lindos paisajes. Nos envalentonamos pagándoles a los acreedores más de lo que les debíamos porque a vivos no nos gana nadie. Y, por qué no, volvimos a estatizar porque, patria sí, colonia no, y viva el modelo de acumulación con inclusión y matriz productiva diversificada, y aguanten el cepo, los impuestazos, los planes a troche y moche, las coimas y los subsidios al que no puede y al que puede también porque para eso somos “un país con buena gente”.
La Filcar de la historia nos mandó hacia un valle supuestamente próspero donde pronto crecerían brotes verdes, hasta que nos dimos cuenta de que nadie se animaba a venir a regarlos porque sí se puede, pero no se nota. Y se nos vino la noche y pedimos un préstamo monumental para tapar viejos y profundos agujeros que no se dimensionaron en su momento. Entonces, nos caímos otra vez en el pozo. En el sorteo de las urnas volvieron a ganar los de antes: una familia disfuncional con nuevas promesas de salir adelante aplicando lo contrario de lo del gaucho devenido liberal: reestatizaciones y gastos exorbitantes que transformaron el supuesto maravilloso viaje de todos en un crucero de lujo para unos pocos.
En el medio, un parate inusitado, extendido e impiadoso, nos mandó a todos a guardarnos: al rey y al súbdito; al profe y al alumno; al poderoso y al necesitado. Todos por igual, bajo siete llaves. O al menos eso creíamos. Algunos se sintieron exceptuados de la sentencia condenatoria y nos lo hicieron saber haciendo fiestas cuando no se podía y cerrando puertas a soluciones que el mundo no solo creaba, sino que ofrecía compartir.
Como argentinos, hemos recorrido mucho y parece que aprendimos poco. El viaje que parodiamos recorre más de 70 años de historia. En julio de 2022 se cumplirán 75 años de la posta del Plan Quinquenal. Más de siete décadas en las que los herederos del General gobernaron durante 38 años con un total de ocho presidentes. Como dijo Agustín Rossi –el que denunció que le robaron un misil cuando era ministro de Defensa durante el anterior gobierno kirchnerista–, “la Argentina es lo que es porque pasó el peronismo”. Y en ese viaje estamos.