Alas rotas y Bob Dylan
Desde 1983 a la fecha se han celebrado once elecciones de medio término, y entre triunfos y derrotas del oficialismo y la oposición, prácticamente ha habido un virtual empate. Como sucede en cualquier democracia, esa alternancia tuvo lógicamente impactos, pero en ningún caso alteró significativamente a mediano o largo plazo el escenario político argentino. En otras palabras, lamentablemente, la constante decadencia argentina de las últimas décadas fue sólo interrumpida por breves picos de crecimiento derivados más de la realidad internacional que del mérito propio, pero en ningún caso debido a un resultado electoral de medio término. Pero a diferencia de las elecciones pasadas, la acentuada derrota electoral del peronismo en las últimas PASO puede representar un cambio significativo en la política argentina. En ese sentido, con una leve pizca de optimismo, esta elección puede servir para que el espectro político argentino se reacomode en búsqueda de un sistema de partidos más democrático, dialoguista e inclusivo.
Es muy fácil (y ruin), adjudicarle la derrota a la pandemia. Sin duda la pandemia tuvo un impacto en las elecciones, pero fue debido al pobre manejo de la misma y no a la natural e inevitable propagación del virus. También es lógico (y de manual) adjudicárselo a la herencia recibida, pero no es común encontrar políticos en la historia universal que no hayan hecho lo mismo.
El motivo de la derrota está en otro lado, y es importante que todo el espectro político tome nota.
En 1988, el pastor Jesse Jackson, extraordinario orador y político progresista de EE. UU., dio un famoso discurso en la Convención del Partido Demócrata en Atlanta, que nos puede dar las principales pautas para identificar los motivos de la derrota del peronismo y el triunfo de la oposición. En uno de los momentos más recordados del discurso, y frente a fuertes divisiones internas entre el ala progresista y conservadora del partido Demócrata, expresó:
“¡Puntos de convergencia! (common ground), esta noche ése es el desafío de nuestro partido. Ala izquierda. Ala derecha. El progreso no va a venir mediante un progresismo sin límites, ni un conservadurismo estático, pero si de la masa crítica de la supervivencia mutua. Hacen falta dos alas para volar. Ya seas halcón o paloma, eres un ave viviendo en el mismo medio ambiente, en el mismo mundo. Si nos dividimos no podemos ganar. Tenemos que encontrar puntos de convergencia que sean la base para sobrevivir, desarrollarse, cambiar y crecer.”
La presencia de halcones y palomas fue una constante en la campaña electoral. Pero mientras que mediáticamente se enfocaba la riña avícola en el universo de Cambiemos, la verdadera batalla estaba dentro del peronismo. Cambiemos, probablemente sin saberlo, interpretó a la perfección el discurso del pastor Jackson y durante la campaña buscó permanentemente los puntos de convergencia entre las dos alas. Entendieron perfectamente que encontrar esos puntos de convergencia mediante el diálogo interno y democrático era el camino, no sólo para sobrevivir, sino también para ganar y ampliar su base. Si bien es cierto que por momentos el diálogo entre los extremos se pareció más a un grotesco criollo que a una ópera, finalmente encontraron los puntos en común y lograron un triunfo categórico.
Mientras tanto, en la interna oficialista volaban plumas y sangre. Sin duda hubo diálogo entre los distintos sectores del peronismo, pero ese diálogo no fue ni democrático ni convergente. En cualquier negociación, ambos sectores deben estar dispuestos a ceder. Pero si ceder implica renunciar a la esencia básica que caracteriza a un determinado sector, no hay manera de lograr conciliar una agenda en común. El cristinismo y el peronismo tienen dos visiones de la Argentina diametralmente opuestas y completamente irreconciliables. Sólo los ha mantenido unidos la maquinaria electoral. Hay superabundancia de ejemplos: el ministro de Educación pedía abrir las escuelas, mientras que desde el cristinismo pujaban por cerrarlas; el ministro de Economía era boicoteado por la vicepresidenta en sus negociaciones con el FMI; el presidente de la Cámara de Diputados aceitaba las relaciones con Washington, y la vicepresidenta decía que no era antiimperialista porque le gustaba ir de vacaciones a Nueva York, mientras se acercaba a China y Rusia; el presidente de la Cámara de Diputados denunciaba a Venezuela y el universo cristinista lo fustigaba; mientras la inseguridad aumentaba exponencialmente, el misógino ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires patoteaba a la ministra de Seguridad de la Nación.
Pero a pesar del humo blanco que puede surgir en vistas de las próximas elecciones, la interna peronista está muy lejos de resolverse. Existe una gran mayoría de líderes peronistas que a través de las décadas construyeron un peronismo democrático, pero por otro lado hay un peronismo no democrático, representado principalmente por gobernadores que se mantienen eternamente en el poder, y una presidenta que se negó a ejercer el símbolo más significativo de la alternancia democrática, la entrega del bastón presidencial.
Mientras el cristinismo no se democratice, ambos peronismos son irreconciliables. Sólo se reunieron para ganar la elección, pero mientras tanto el país cruje.
La otra lección del discurso de Jesse Jackson es la importancia del debate sobre valores. Frente a la ovación de sus seguidores en el Omni Coliseum de Atlanta, expresó: “Los líderes deben estar a la altura de los desafíos morales del momento. ¿Cuál es el desafío moral de hoy en día?” Si bien la campaña electoral estuvo infestada de ideas Tik Tok, Cambiemos ganó la agenda de valores. El valor de la vida humana, frente a la manifiesta irresponsabilidad en la búsqueda de vacunas y su discriminatoria aplicación con privilegios; el valor de la educación presencial, frente a la grave y llamativa ausencia de alternativas al cierre absoluto; el valor de la democracia y los derechos humanos, frente a la timorata o inexistente crítica a Nicaragua, Venezuela o El Salvador; el valor de la igualdad, frente a los privilegios del presidente y su entorno para hacer impunemente lo que se le prohibía a todo el pueblo. La política ausente de valores es un campo arrasado donde nada puede florecer. Pido disculpas estimado lector, pero honestamente ignoro donde ubicar “garchar”, como valor, durante una campaña electoral.
Comparto con el Presidente una enorme admiración por Bob Dylan. Nadie como él puso en poesía y música el sentir de una generación en la lucha por la igualdad y la dignidad. No en vano recibió el Premio Nobel. Tal vez lo ayude en el proceso de reflexión, que seguramente estará haciendo, una preciosa y romántica canción del folclore escocés que Bob Dylan cantó junto a otra líder de la rebelde década del 60, Joan Baez. Sus primeras líneas dicen así “El río es muy ancho y no puedo cruzarlo, y tampoco tengo alas para volar”. El peronismo no tiene alas para volar hasta que no sane su ala no democrática. Esta elección lo puso en evidencia. Esperemos que los líderes demócratas del peronismo estén a la altura de las circunstancias. Pero el objetivo no debe ser noviembre, ni 2023, sino el futuro del pueblo argentino.
Director Peter D. Bell Rule of Law Program, Inter-American Dialogue