¿Ahorrar, invertir o consumir?
Los argentinos nos convertimos en ricos en consumo, pero pobres en patrimonio
En los últimos años, se viene estimulando de forma casi exclusiva el consumo de bienes que no incrementan el patrimonio familiar. A diferencia de nuestros padres y abuelos, que ahorraban en forma incansable para poder enfrentar mejor las diferentes etapas de la vida (la llegada de un hijo, la pérdida del trabajo o la jubilación), en la actualidad vivimos con una visión de corto plazo, gastando y consumiendo sin poner reparo en las situaciones que pudiéramos tener que afrontar en un futuro. Los argentinos nos convertimos en ricos en consumo, pero pobres en patrimonio.
Al no encontrar inversiones que puedan empatar o ganarle a la inflación, los argentinos terminamos destinando nuestro dinero al consumo innecesario o efímero –aunque muchos creen estar invirtiendo a través de electrodomésticos, autos, vestimenta o entretenimiento-.
La inflación –la gran responsable- estimula el consumo, desalentando el ahorro y la inversión. En lugar de invertir asumiendo una pérdida del poder adquisitivo, muchas personas optaron por gastar el dinero y disfrutar del consumo inmediato.
• "Ahorrando en pesos, se pierde con la inflación".
$10.000 guardados en el colchón con una inflación del 20% anual, representarán en poder de compra $5120 en tres años y $3277 en 5 años. Vamos a tener los mismos $10.000 pero vamos a poder comprar menos en el tiempo.
• "Ahorrando en dólares, se pierde con la inflación"
Si pudiste ahorrar en dólares, el tipo de cambio creció por debajo de la inflación" (también perdiste, no se mantuvo el poder adquisitivo del dinero).
U$S 10.000 guardados en el colchón con una inflación en pesos del 20% anual y un tipo de cambio que se ajusta en un 10% anual, representará U$S 7290 en tres años y U$S 5905 en 5 años producto de la inflación en dólares.
A quienes colocaron su dinero en un plazo fijo, les fue mejor que si los hubieran guardado en caja de ahorro o en el colchón, pero en todos los casos se perdió.
Paradójicamente, el plazo fijo en pesos rindió por encima que el plazo fijo en dólares, pero con la subida del dólar paralelo a más de $6, claramente el ganador fue el ahorrista que apostó al dólar en todas sus formas.
De la casa al auto
Un típico caso es el de un matrimonio tipo que pretendió comprar la casa propia, pero a medida que comenzaba a ahorrar, el precio de las propiedades aumentaba por encima de la capacidad de ahorro y las tasas de los créditos hipotecarios aumentaban, con condiciones más duras.
La suba de precios generó que muchas familias que estaban dispuestas a comprar la casa no pudieran hacerlo y terminaran bajando los brazos.
Y ahora, ¿qué hacemos con el dinero?
El auto fue uno de los bienes que funcionó como paliativo al no tener acceso a la compra de una casa. Pero mantener un auto genera en gastos cerca de $20.000 anuales (seguro, patente, garaje, etcétera), es decir, que en 2 años entre el 40% y 80% del valor del vehículo se destruye en gastos.
La compra del auto representa el símbolo de cómo muchas familias destruyeron sus ahorros, su capacidad de pago futura, su patrimonio y sus sueños.
La compra de un auto no tiene nada de malo, el problema se presenta cuando se compran determinados bienes por descarte, abandonando los verdaderos objetivos.
Debemos distinguir la diferencia entre adquirir un bien como por ejemplo una cochera, la compra de oro o simplemente invertir (incrementan nuestro patrimonio) y destinar sistemáticamente nuestro dinero a comprar bienes que se deprecian y que no generan valor a largo plazo (dificultad para convertir esos bienes en dinero en el futuro, bajo valor residual).
Cada día nos endeudamos más y más a través de las tarjetas de crédito, préstamos personales, comprando bienes y servicios que generan mayores gastos (un mejor celular requiere un plan más caro, un auto más moderno más gasto de seguro y patente). Estamos destruyendo nuestra capacidad de ahorro y de pago futuro, ya que cada mes debemos afrontar mayor cantidad de deudas y nuestro salario rinde menos.
Nos distraemos gastando, pero en el mediano y largo plazo lo único que nos quedará es el recuerdo de lo que fuimos capaces de consumir. Con el paso del tiempo nos vamos a dar cuenta que perdimos la gran oportunidad de crecer patrimonialmente y ganar tranquilidad para enfrentar otras etapas de la vida.
Ahorrar e invertir siempre será mejor que no hacerlo, aun asumiendo tasas reales negativas producto de la inflación.
En definitiva, cada uno puede hacer con su dinero lo que quiera, no existen buenas o malas decisiones. Pero, lo que no debería pasar es que luego de un tiempo uno se arrepienta de haber tomado un camino y no otro.
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