Agustina Quiles: la maldición del éxito
Quién es la artista que desató una insospechada controversia al ser premiada por el Banco Central
Para Agustina Quiles (La Plata, 1985), 2017 quedará como el año en que su nombre adquirió los quince minutos de atención que Warhol profetizaba en los lejanos años 60. Por las razones equivocadas, por cierto. Su obra Sin título ganó el primer premio adquisición Jóvenes Artistas en la IX edición del Premio Nacional de Pintura Banco Central y desató una insospechada polémica. Fue amplificada por las redes sociales, empecinadas en descubrir la “estafa de la cultura” bajo el antifaz del arte contemporáneo. La reacción en modo piraña contra el jurado -que la premió con 50 mil pesos- y contra la joven artista empujó una metáfora que se volvió lugar común del linchamiento virtual: la pintura como “trapo”. Que esta idea haya sido la más recurrente revela una profundidad ajena tanto a los detractores como a una artista que no trabajó un solo minuto por el escándalo.
Autorretrato del silencio
Agustina Quiles no quiso ser entrevistada para este texto. Tras varios días de silencio aceptó enviar por mail su foto y algunas obras suyas, incluyendo la que activó el juicio popular. Un sitio web que incluye su CV (hizo el programa Di Tella en 2016, participa en colectivas desde 2009) y obras de los últimos años y una entrada en la red Tumblr son sus únicas referencias. En ninguno de los casos aparece un discurso, una reflexión de la artista sobre su obra. Lo que hay es lo que se ve. Y se ve que la obra Sin título es una más en una serie extendida de pasteles monocromos sobre papel de seda y también que algunas obras sí tienen título y aluden a espacios de tiempo (“1.573 minutos”, óleo pastel sobre papel de seda, 290 x 200 cm, por ejemplo). Es la medida exacta que le llevó a Agustina Quiles construir una pintura por efecto de desgaste, raspando un papel sobre una superficie previamente pintada. Obras que no dicen nada (no buscan el impacto del statement) y dicen todo sobre sí mismas, los minutos exactos que fueron invertidos en hacerlas. La(s) pintura(s) de Agustina Quiles son un autorretrato de su silencio estampa.
Formas de la pintura
“Éste es un salón de lo menos cool y Agustina es una chica sin retórica sobre su obra a quien nunca se le hubiera ocurrido salir a provocar”, dice Rafael Cippolini, jurado del IX Premio Nacional de Pintura Banco Central junto con Mercedes Casanegra, Silvia Gurfein, Tulio de Sagastizábal y Oscar Smoljan. “Si hubieran visto aunque sea el resto de su trabajo en la Web –agrega– se hubiera evitado toda esta polémica. Siendo un premio de pintura, se buscaba demostrar que la pintura puede tener distintas formas, eso es todo. Agustina no trabaja de hacer lobby y no especuló con lo que se suponía que un jurado podía premiar. Ella es cero provocación. Por mi parte, decidí premiar una obra que expresaba un trabajo sobre la pintura y no una teoría sobre la pintura. Jamás se me pasó por la cabeza todo esto que se armó.”
Fenomenología del trapo
Sin quererlo, al hablar de la pintura de Agustina Quiles como “trapo” los e-indignados raspaban la historia argentina del arte de los últimos 60 años. El “trapo” aparece en el arte como material de la realidad abyecta, introducido en la ficción de la pintura abstracta vía Kenneth Kemble y los informalistas. Es el material más mundano y pobre que se pueda incorporar al discurso visual y así también lo entendió Antonio Berni cuando ordenó el caos informal en narración estético-política. Viejos son los trapos (del arte).
El papel de seda sobre el que Agustina Quiles pinta obsesivamente es, como material, el extremo opuesto: frágil, sofisticado. Pero si se deja ver como “trapo” es porque cierra la historia que empezó a escribirse con Kemble. Donde un collage informalista incorporaba trapos a la pintura, ahora una pintura contemporánea va al trapo como espejismo de su materialidad raída. La creación de un objeto en vías de destrucción en lugar de la antigua apropiación de los objetos destruídos.
Quien vea Sin título in situ, rodeada de otras pinturas consagradas por este premio, encontrará que la obra tiene déjà vu (¿la hemos visto como tapa del catálogo de una muestra legendaria?) y tristeza aurática: algo le pasa y algo pasa (algo efectivamente pasó) con esta obra.
Artista-flecha
Silvia Gurfein, que supo tenerla como alumna y luego la incluyó en la colectiva La fuerza débil (Fondo Nacional de las Artes, 2015), enfoca el pequeño planeta Agustina. “Desde que la conocí, observé en ella una gran capacidad de tomar riesgos, de pegar saltos abismales, y de hacerlo además con una pericia y una elegancia notables, libre de preocupaciones especulativas. Yo pensaba en su momento que cierta formación en la danza contemporánea era algo que la constituía íntimamente. Por otro lado, me parecía que era una de esas artistas con una natural comprensión de la construcción de una imagen y una intuición despierta. Alguien capaz de avanzar con el viento en la cara hacia ningún lugar en particular. Avanzar hacia sí misma, pero no a la manera clásica de la introspección, sino como quien quiere ser una flecha y el arco que la lanza.” Artistas flecha como Agustina Quiles se precisan aquí y en todas partes. Que sean muchos y muchas, pues.