Agarrame que lo mato
“La Argentina es un país que llegó al subdesarrollo por sus propios medios”. (De Héctor Torres.)
- 3 minutos de lectura'
Qué condena la vida de Máximo: le duró poco la repercusión de la renuncia a la presidencia del bloque en Diputados. No midió bien los tiempos. Renunció el lunes. Con lo rápido que se suceden las noticias en la Argentina, conviene siempre dimitir un viernes y, si es posible, a la hora del prime time de la tele o del cierre de los diarios. Es la única forma de que las repercusiones duren, con suerte, hasta el lunes siguiente.
Para colmo, justificó el portazo en que no le gustó ni medio que el Gobierno negociara con el FMI. No solo no se dio cuenta de que esas reuniones se venían dando desde hacía meses en el living de mami, sino que ya habían pasado 48 horas desde que Alberto anunciara el preacuerdo con el Imperio.
No debe ser fácil ser hijo de Néstor y de Cristina. Los padres arrancaron en la política temprano y aprendieron rápido a escalar. Máximo debutó como diputado recién en 2015, y seis años después y habiendo renovado banca por otro distrito –¡cómo se muda la gente!–, quedó como capitán de un equipo de casi 120 jugadores que venían de perder dos partidos seguidos. ¿Y qué les regaló Máximo en la discusión del presupuesto 2022? Un gol en contra. Con un discurso innecesariamente agresivo, dinamitó el acuerdo con la oposición. Chau presupuesto.
Difícil la vida del técnico cuando los jugadores empiezan a cuestionar tu liderazgo, mientras hacés equilibrio sobre la misma soga donde se balancean el referí que te trajo al mundo, el muñeco que el referí puso a cargo del club, los alcanzapelotas de la izquierda y Sergito, el veedor de la AFA legislativa, que hoy te apoya, mañana te inmola.
El pibe –bah, ya no tan pibe: cumple 45 años en 10 días– vio que se le venía el bullying y se mandó a mudar del cargo, no de la banca (los fueros son otro precio), al grito de “agarrame que lo mato”.
Cuando los estertores de renuncia se apagaban ante el silencio de Cristina, la vuelta de la desconfianza de los mercados y el viaje de Alberto con la brújula alterada, Aníbal Fernández le refregó el VAR en la cara a Máximo rescatándolo del ostracismo que tanto le convenía. “Si no te gusta [lo del FMI], esperemos a que vos seas presidente”.
Poco después, Alberto besaba la Plaza Roja y le hacía la corte a Xi, acompañado del financista de narcoambulancias Mario Ishii y de Axel Kicillof, indiferente ante las decenas de muertos y hospitalizados por consumo de cocaína adulterada en su provincia.
Como bien dijo Héctor Torres, exrepresentante argentino ante el FMI, “la Argentina es un país que llegó al subdesarrollo por sus propios medios”.