África, tierra de oportunidades
Son dos imágenes que no puedo olvidar. La primera es la de miles de personas caminando por los bordes de las rutas, la mayoría niños o jóvenes -hay pocos viejos en África-, que avanzan erguidos, a veces cargando las mochilas de la escuela, leña o alimentos. Me pregunté mil veces hacia dónde van, de dónde vienen. Quizá sea esta la metáfora del África subsahariana.
En las visitas que hice a varios empresarios, gente de ONG, comunidades, vi un profundo escepticismo. Son conscientes de que han perdido el tren, la información del afuera les llega más fácil ahora y con ella, la sensación de cuán lejos están. Reconocen que ha habido avances, pero sienten que son avances lentos. La burocracia, la corrupción, el pesimismo, hacen todo más pesado. Uganda, por ejemplo, tiene millones de hectáreas aptas para el cultivo y agua abundante, gran potencial, pero, ¿cómo torcer ese destino de pobreza?
La otra imagen es la de decenas de ONG, fondos de empresas privadas y organismos multilaterales que trabajan para ayudar a sostener estas comunidades. Han colocado mucho dinero, construido escuelas y hospitales, son múltiples los programas, pero no han logrado transformar la realidad.
Una sociedad que no sabe de dónde viene y adónde va, organizaciones que ayudan sin saber dónde y cómo, gobiernos preocupados por cómo sostenerse en el poder, son una combinación que consolida la pobreza y la falta de oportunidades.
Me sumergí en las culturas locales. Pregunté a la gente sobre sus deseos posibles e imposibles. Piden un arado tracción a sangre, discuten sobre si el tractor es necesario o no. Es el debate del momento. Los más emprendedores quieren arado; los más viejos, la tracción a sangre. "Conocemos más a los animales que a las máquinas", me dicen. Conversamos sobre el conocimiento y la tecnología, y les hablo de una tensión entre conservar la cultura, la experiencia, las tradiciones, y lo nuevo, la tecnología, la necesidad de cambiar. Estas tensiones se resuelven manteniendo las dos fuerzas activas y potentes. Cada comunidad decide de qué manera y cómo.
Hasta ahora sólo tuvieron soporte tecnológico y económico, y un mercado más fluido para sus productos, nada más y nada menos. Necesitan reflexionar más sobre cómo transformarse sin cambiar su esencia, su cultura.
Ya hay experiencia sobre cómo hacer que las cosas funcionen y cómo evitar los errores del pasado. La complejidad de los temas ambientales, sociales, institucionales, deben ser resueltos con un planeamiento moderno de desarrollo. Esto es pensar, estructurar, hacer y aprender mientras hacemos. No deberíamos combatir la pobreza con prácticas y políticas que la consoliden. En este sentido, el abordaje de la Asociación Territorios Sustentables puede ser un buen punto de partida.
El proceso debe incluir un ordenamiento territorial, fruto de consensos previos, que debe incluir una dimensión ambiental superpuesta a una dimensión social que permita la convivencia sinérgica entre una agricultura familiar en comunidades con otra forma de mayor escala. Si bien ambas tienen desafíos similares, la aplicación, el propósito y las formas de analizar el impacto pueden ser diferentes. En el caso de la agricultura familiar, el proceso debe estar integrado a las creencias, la cultura y el sentido que las comunidades definan para sí mismas.
La agricultura familiar tiene el desafío de incrementar la productividad, incorporar nuevos cultivos y sostener los tradicionales. Los temas por resolver pasan por la mecanización, que facilitará las operaciones y tendrá impacto directo sobre la productividad, especialmente el control de malezas y la calidad de la siembra. Otros temas no menores son el acceso a los fertilizantes y a los mejores germoplasmas. La agricultura familiar debe integrarse en cadenas de valor que den información especial a los consumidores y coloquen a la cultura como un aspecto relevante de los productos. Es necesario crear un ecosistema emprendedor, innovando en las formas de organización y de acceso al capital y a los conocimientos.
La agricultura de mayor escala tiene desafíos similares pero el desarrollo y la preparación de estas tierras requieren inversiones de largo plazo, la tercerización de servicios y la creación de empresas proveedoras. El crecimiento de una agricultura a gran escala permitirá dar nuevas y mayores oportunidades a los agricultores familiares. El acceso a la tecnología será más amplio, ya que las grandes empresas podrían traccionar su acceso. Los hijos de la agricultura familiar podrían proveer servicios a los grandes agricultores creando un ecosistema de negocios virtuoso con mayor movilidad social y oportunidades. Los estados, los organismos multilaterales y los intereses privados se verán atraídos por estos sistemas integrados en lugar de tener que subsidiar permanentemente la pobreza.
¿África está lejos o cerca de alcanzar el desarrollo? Es una pregunta sin respuesta aun. Si uno lee lo textual, si uno mira la foto, si al conversar con la gente se deja llevar por su escepticismo y ve la burocracia y la falta de formación de elites, de competencias en las personas, la magra calidad del Estado y la debilidad institucional, África está lejos. Pero si uno ve el potencial de sus recursos naturales, la creciente población joven, la brecha que hay y lo mucho que se mejora con poco, África está cerca.
¿Quiénes tomarán la iniciativa? Si lo dejan en manos de las fuerzas de afuera, sin el compromiso cultural, correrán el peligro de un nuevo período de colonización, más moderno y probablemente más trágico. Si la iniciativa la toman los africanos, con ayuda exterior, pero con el liderazgo local, África está cerca. Y no es ajena al desafío estratégico que enfrenta la Argentina, en un mundo donde las oportunidades están cerca a cada instante, apenas al otro lado del mar.