Aerolíneas Argentinas: la idea de Milei es vieja… pero puede funcionar
Si hay algo que se le puede reconocer al candidato Javier Milei, es la capacidad de exponer las ideas liberales con la misma intensidad y explosión que el relato comunista. El nuevo “Relato Liberal” ha puesto sobre la mesa viejas formulas del liberalismo económico, que en otra época jamás hubieran sido aceptadas por la mayoría de los argentinos. Pero cuidado señor Milei, “ideas hay muchas… sin ejecución, son pura ilusión”.
Quien hubiera dicho que la propuesta de entregar Aerolíneas Argentinas a sus empleados haya dado vueltas por la mismísima Casa Rosada y la Quinta de Olivos en 1985. Don Raúl Alfonsín sabía en el fondo de su corazón, que su “socialismo” radical seria la ruina de su gobierno. Quizás fue por eso que convocó a un liberal extremo como yo, para que le diera una mano y convenciera a sus compañeros de la social demócrata a implementar un par de esas locas aventuras liberales. Enterado de que dentro del combo de su nuevo Secretario de Estado venia incluida mi licencia de Piloto Comercial de aviones, me expuso su dilema con el tema Aerolíneas Argentinas. Esta empresa estatal requería para su subsistencia aportes estatales (subsidios) de aproximadamente U$S 300 millones anuales y usando su denominación de Aerolínea de Bandera, imponía pisos tarifarios que costaban al usuario de cabotaje casi el doble de los valores internacionales. Esta situación (anomalía) hacía que un gaucho de la puna, que nunca había volado pagara a través de sus impuestos el sostenimiento de una ineficiente aerolínea estatal. Le propusimos entonces una idea innovadora (la idea salvadora). A cambio de que Aerolíneas dejase de usufructuar su posición de “aerolínea de bandera”, imponiendo pisos tarifarios y privilegios especiales, aceptase:
- Que toda ruta u horario nuevo fuese licitado a empresas locales e internacionales, sobre la base de tarifas en moneda constante
- Que los oferentes demostrasen que poseían los medios para atender las nuevas rutas.
A cambio de las exigencias a Aerolíneas, se le ofrecía:
- Formar una cooperativa a la que se le donase el paquete accionario de Aerolíneas. Esto le daría a la cooperativa ciertas ventajas impositivas (por leyes ya existentes)
- Seguir pagando un subsidio equivalente al actual, que se iría reduciendo anualmente hasta desaparecer.
- Si se produjese un incumplimiento de cualquiera de los términos de este contrato, se suspendería el pago de subsidios hasta tanto el incumplimiento fuese subsanado.
- Se establecía que en las nuevas licitaciones de rutas, no pudieran ofertar empresas (o subsidiarias) que recibiesen subsidios estatales.
- Que los Sindicatos se comprometerían a no llevar a cabo medidas de fuerza como las que protagonizó recientemente Intercargo que paraliza Aeroparque casi todos los días. (¿Alguna vez un sindicato paró su propia empresa?). Con nuestra propuesta los sindicatos serían parte de los dueños.
- La cooperativa sería libre de vender parcial o totalmente sus acciones a un tercero nacional o internacional al precio que quisiera.
En mi carácter de Secretario de Estado con rango de Ministro, decidí proponerle la tarea de negociador a mi amigo Francisco Monpelat, hoy fallecido, y en ese momento, Director de Operaciones de Aerolíneas, Comandante de Boeing 747 y con estrechos lazos de amistad con los directivos de la empresa y con los lideres de los 8 sindicatos (hoy 11) que representaban a sus empleados. Un candidato ideal por sus antecedentes, a los que sumaba su entusiasmo por nuestra idea. Hubo distintas reuniones privadas con los actores involucrados, donde se fueron acercando posiciones hasta el momento de arribar a un pre acuerdo entre todos. Cuando todo estaba listo y negociado, el Presidente Alfonsín expuso su idea a los social demócratas del partido radical con la inocente ilusión que los mismos la aceptaran, cosa que obviamente no ocurrió. Ese fue el fin de una buena idea en manos del socialismo.
A veces las ideas necesitan tiempo de maduración para ser implementadas. Demasiado temprano es un riesgo, demasiado tarde es un fracaso. Quizás es este el momento de probar con algo distinto. Si el pueblo argentino que tiene el “privilegio de volar” quiere una aerolínea de bandera, entonces que elija ésta por sobre las demás, pagando el doble de tarifas, el doble de sueldos, manejada por el doble de personal. Pero no se la hagan pagar al pobre comerciante de la Puna que no puede llegar a fin de mes por la presión tributaria y los piqueteros que cortan las rutas y le generan perdidas todos los días. O quizás Aerolíneas, en manos de sus propios empleados, deje de perder plata y se transforme en una empresa rentable, competitiva, que puede capturar nuevas rutas y mercados y de esa forma ofrecernos tarifas razonables, mejores aviones, y mejor servicio! En ambos escenarios, todos ganamos. En el escenario actual no gana nadie, ni los empleados, ni los contribuyentes, ni los usuarios, ni los argentinos.