Aerolíneas Africanas
Luego de la independencia de Ghana en 1957, su primer presidente Kwame Nkrumah propuso la creación de una serie de fábricas estatales para dinamizar la economía del país. Por ejemplo, una fábrica de zapatos, la cual fue localizada a 320 kilómetros de una curtiembre estatal que proveía el cuero para el calzado, que a su vez se encontraba a 320 kilómetros del lugar de venta de los zapatos. Todo esto en un país sin carreteras. O una planta de enlatado de mangos situada en una parte de Ghana donde no se producían mangos y cuya producción iba a ser superior a la demanda mundial del producto, según nos cuentan los ganadores del premio nobel de economía Daron Acemoglu y James Robinson. También creó una aerolínea estatal, Ghana Airways, la cual fue subsidiada desde el principio con millones de dólares sustraídos a los ciudadanos ghaneses.
Como era de esperar, todos los proyectos fueron un fracaso y Ghana experimentó un largo y continuado declive económico que golpeó aún más a un país hundido en la miseria. Contra lo que podría pensarse, Kwame Nkrumah no era tonto ni estaba mal asesorado. Sabía perfectamente, como cualquier persona de inteligencia media, que las medidas que estaba tomando eran ruinosas para la economía de su país. Dispuso de estas empresas económicamente irracionales con el objeto de comprar las voluntades necesarias para mantener y acrecentar su poder.
Sesenta años después, en una provincia argentina con niveles de pobreza africana, el gobernador Axel Kicillof propone que los bonaerenses se hagan cargo de Aerolíneas Argentinas, una empresa que pierde cientos de millones de dólares por año. Al igual que el presidente africano lo hace entendiendo perfectamente que va a aumentar la miseria y el sufrimiento en la provincia que gobierna, pero confía que esta medida le genere apoyo de la elite sindical y política para acrecentar su poder. Los sindicalistas a su vez esperan seguir enriqueciéndose mientras se resisten por todos los medios a perder sus beneficios.
Tanto Nkrumah en Ghana como Kicillof en Buenos Aires pueden hacerlo porque las instituciones autoritarias de los distritos que gobiernan les dan el poder de tomar el dinero de los ciudadanos y gastarlo en lo que les de la gana, como por ejemplo, en comprar una aerolínea que pierde cientos de millones de dólares por año.
Para el mundo de inversores internos y externos que nos miran queda claro de una forma extremadamente gráfica que el sistema y las instituciones argentinas no tienen ningún tipo de contrapeso, y peor aún, que los incentivos están puestos en los negocios estatales y no en la creación de riqueza privada mediante la innovación y la competencia.
En la política de cielos abiertos, como en cualquier proceso que da lugar a nuevos motores de prosperidad, los poderosos económicos tratan de bloquear el cambio para mantener sus beneficios. En este caso se trata de políticos y sindicalistas que, al igual que Kwame Nkrumah en Ghana, se resisten a perder su poder y sus fortunas. Esta resistencia de los poderosos es la principal causa por la que pasar de una economía de pobreza a una de creación de riqueza es tan difícil. Y es también el motivo por el cual lograr los cielos abiertos en Argentina es una señal tan importante.
(*) El autor es expresidente del ORSNA, licenciado en Ciencias Políticas de la UCA y Senior Manager in Government de la Universidad de Harvard.