Reseña: Últimos poemas en Prozac, de Fabián Casas
En estos Últimos poemas en Prozac, Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) aborda maneras posibles de lidiar con dhukha, el sufrimiento según es designado por el budismo, que en el libro se reconfigura como la Angustia, con mayúscula, por la ruptura de un matrimonio y el consiguiente rencor. En retrospectiva, el personaje de estos poemas autobiográficos escritos en tercera persona lee los signos premonitorios del resquebrajamiento de su proyecto conyugal. Y determina: "Buenos matrimonios / hacen malos poemas". La evasión del presente se cristaliza en diferentes tiempos de fuga (la ucronía de lo que podría haber sido, la posibilidad de una vida paralela, la distopía de un desastre anunciado), pero la paternidad termina siendo una forma de redención.
Son poemas escritos desde la asfixia de un "cuarto de reclusión" (así se llama al departamento de soltero) con "la boca pastosa por el tranquilizante
de moda", y están parejamente espolvoreados de pensamiento zen. Casas profesa una suerte de budeidad devaluada, según la cual la meditación pasa a ser una forma de producir "clonazepam humano", unas vacaciones en un centro de esquí con sus hijos suponen una "necesidad espiritual", y el huevo Kinder que su hija come contiene una especie de koan: "No hay nada / que sea tuyo, nada que te pertenezca".
En uno de los poemas, al referirse a un conocido director finlandés, el autor de El salmón esgrime la intención de su propia poética: "Kaurismäki filma de manera sencilla, pero cada escena
tiene un sentido vertical, profundo". En su verticalidad adormilada, estos poemas tal vez no consigan, como en realidad se proponen, ir más allá de "la prosa cotidiana".
Últimos poemas en Prozac
Fabián Casas
Emecé
160 páginas
$ 499