Adiós, querido Antonio
Dicen que uno elige de quién enamorarse, que no es el destino. Yo elegí enamorarme de Antonio Cafiero en 1983, cuando enfrentó a un peronismo decadente, rechazado por primera vez por el voto, con una energía, una honestidad intelectual y una capacidad que lo convertirían en el constructor moderno del regreso del movimiento al gobierno.
Creo que de eso ya no hay dudas. Los que vinieron después lo hicieron atravesando una puerta que solo Antonio pudo abrir con la creación de la Renovación Peronista y su triunfo en Buenos Aires. Y con su tozudez.
Pero Antonio fue mucho más que eso para mí. Antonio se vinculaba desde el cariño y el respeto. Nunca, jamás, desde el autoritarismo. "Felipe, los que vienen son distintos, son autoritarios"... Cafiero razonaba en voz alta y pedía consejo. No escondía su verdadero pensamiento con las palabras como muchos que lo siguieron.
Fue mi padre político. Soy uno más de sus cientos de hijos
Algunos, que lo tildaba de ingenuo o inseguro, no podrán nunca compararse con él en su grandeza, en su generosidad para impulsar a los demás . "Vayan", nos dijo a Rodolfo Frigeri y a mí en junio del 89 en una ceremonia en la que nos entregó una medalla por nuestro paso por su gobierno. Y agregó con su estupendo humor: "Id y colonizad a esos infieles".
Antonio fue valiente. Volvió de su embajada en Europa para enfrentarse a los genocidas y mantuvo su dignidad en la cárcel. Fue honesto a carta cabal, como Raúl Alfonsín , Oscar Alende o Arturo Illia, que no podían concebir el enriquecimiento personal a partir de su actuación pública.
Y fue un extraordinario hombre público, un militante sin tiempo, un fervoroso peronista, un intelectual moderno y un gran escritor; un tano lleno de un humor explosivo y agudo. Y estaba ahí. Para todos.
Fue un extraordinario hombre público, un militante sin tiempo, un fervoroso peronista
A Perón lo viví siempre como un abuelo sabio que llegaba en nuestra juventud para recordarnos la historia y llamarnos a la acción.
Antonio fue mi padre político. Soy uno más de sus cientos de hijos.
Adiós, querido Antonio.
Felipe Solá