Adela Cortina. "La sociedad civil debe pedir responsabilidad a la política"
"Adela, ¿de dónde sacas el tiempo para hacer tantas cosas?"
"Pues, mira, no perdiendo el tiempo y haciendo una cosa detrás de otra".
El diálogo, parte de una entrevista digital organizada por el diario El País en 2013, se dio entre Adela Cortina, catedrática de ética y filosofía política de la Universidad de Valencia, y una cibernauta que participó del chat con un singular usuario: "Alumna que te quiere". En aquel diálogo abierto con los lectores, la intelectual -ganadora del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos, doctora honoris causa por ocho universidades y profesora visitante de Notre Dame, Estados Unidos, y Cambridge, Reino Unido- respondió, siempre con tono sencillo, todo tipo de inquietudes: desde preguntas por el futuro de la enseñanza de la filosofía hasta la corrupción en la política, dilemas éticos de la vida cotidiana e incluso pedidos de recomendación de libros.
Y es que Cortina, muy conocida por el público español y alguna vez definida por la prensa como una "activista de la ética", ha hecho de la divulgación una parte tan importante de su vida como las clases, las disertaciones académicas... o la creación de neologismos. Por ejemplo, "aporofobia", término que acuñó para definir el odio o rechazo al pobre. Además de dar título a su último libro (editado en la Argentina por Paidós), el término fue elegido palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente.
Cortina, que en 2008 se convirtió en la primera mujer en ingresar a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, visitó Buenos Aires hace unos días, donde participó de un encuentro de las Academias de Ciencias Morales y Políticas de la Argentina, España, Chile, Perú y Venezuela. "Este año el tema es Venezuela, porque la situación allí está siendo deplorable", comenta Cortina con la misma cercanía con que escribe sus frecuentes columnas periodísticas, y una intensidad en la voz que revela sus zonas de interés: democracias en conflicto, crisis humanitarias, abusos de poder. En relación con la situación venezolana, defiende las declaraciones que, como la que hicieron los académicos reunidos en esta ciudad, condenan el quiebre del orden constitucional en ese país. "Las declaraciones son importantes, porque las palabras son importantes -dice-. Cuando una realidad no tiene una palabra que la nombre, no existe".
De discurso torrencial y sonrisa permanente, es de los optimistas que creen en la capacidad humana para la colaboración y la regulación institucional. Y reconoce que algo de su presente ya estaba en la infancia, cuando escuchaba el "Himno a la alegría", de la Novena Sinfonía de Beethoven: "Fue la primera gran obra que me marcó de pequeña. Es el himno a la fraternidad".
¿Qué significa ser una "activista de la ética"?
Creo que es importante dejar el mundo mejor que como nos lo hemos encontrado. El otro día, tuve una experiencia muy bonita dando una charla. Primero habló un científico y luego yo, que hablé desde la ética. Entonces, uno de los asistentes dijo: "Las ciencias nos deslumbran y la ética nos alumbra". Me pareció una idea estupenda. Efectivamente, hoy en día hay una cantidad de oportunidades que nos dan la ciencias y las técnicas, y ojalá que haya más, que avancen, pero siempre desde la ética, que es la que permite que todos esos avances nos lleven a transformar la realidad, a mejorarla. En 1948, en la famosa Declaración Universal de los Derechos Humanos, se dijo que todo hombre tiene dignidad, y que hay que poner a su servicio los avances económicos y tecnológicos. En ese sentido soy una activista de la ética: entiendo que hay que poner todo al servicio de la dignidad de los seres humanos y de la no destrucción de la naturaleza.
Usted es una gran divulgadora de temáticas filosóficas. ¿Cree que hoy vivimos una suerte de "hambre" por estas cuestiones?
Hay un hambre total. Cantidad de gente que pide conferencias, charlas, grupos de reflexión. Pero no solo quieren que venga una persona y les hable, sino que quieren después dialogar, debatir, discutir. Y eso es lo importante, porque ¿a quién le toca reflexionar sobre los problemas éticos? A los ciudadanos. Muchas veces me han escrito correos diciendo: "¿qué le parece lo que me ha pasado en aeropuerto?" Y me cuentan una situación o me preguntan qué opino desde el punto de vista ético (risas). Es un diálogo que se va haciendo con la gente de la calle, y se trata de cómo los humanos nos entendemos con dos valores que creo fundamentales: la justicia y la felicidad.
¿Cómo encarnar, en este momento, esos dos valores?
Esquematizando mucho, diría que la ética trata de unirlos. Todos los seres humanos deseamos ser felices. Lo que pasa es que la felicidad es un proyecto de vida muy personal; no puedo decirles a los demás cómo tienen que intentar serlo. Pero hay otro lado de la ética que sí es exigible, que es la justicia. La justicia no es cuestión de invitación, sino de exigencia. El hecho de que en este momento haya millones de personas que mueren de hambre es, sencillamente, injusto. Que haya unos niveles de pobreza extraordinarios es, sencillamente, injusto. En el ámbito de las injusticias, ya no es cuestión de decir "deberías hacerlo de otro modo" o "no me parece bien", sino de ponerse a hablar en serio, porque eso tiene que cambiar.
¿También habría que preguntarse si es posible ser felices sabiendo que otros padecen?
Efectivamente, habría que desarrollar conceptos de felicidad en los que no pudiéramos ser felices si los otros no tienen las mismas opciones que nosotros mismos. A mí me parece que la gran solución para nuestros días es desarrollar una gran virtud, que es la compasión. Que no es solamente la capacidad de ponerme en el lugar del otro, sino de hacerlo y además comprometerme a sacarle de ahí.
Usted mencionó la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. ¿En qué quedó ese legado de la posguerra?
Las realizaciones deberían estar a la altura de las declaraciones: si realmente creemos que todos los seres humanos tienen dignidad y derecho a la vida, a expresarse libremente, a tener un trabajo, tenemos que estar a la altura. No digo que no se haya progresado; de hecho, la esclavitud no está permitida, varones y mujeres, se dice, debemos ser tratados igualmente (sonríe, cómplice)? pero queda mucho por andar. La verdad es que, desde hace dos siglos por lo menos, la humanidad tiene una cantidad de medios y bienes, suficiente para que nadie pase hambre. Tenemos una cultura, desde 1948, para saber que todos debemos ser tratados como iguales. ¿Pero qué ocurre a la hora de las realizaciones? En los seres humanos hay dos tendencias, la tendencia al egoísmo y la tendencia al altruismo. Desgraciadamente la tendencia al egoísmo tiende a triunfar. Lo cual es una tontería, porque ser egoísta es poco inteligente.
¿En qué sentido?
Se suele entender que la racionalidad humana consiste en maximizar el beneficio, caiga quien caiga. Incluso la racionalidad económica. Ese es el egoísta: el que en todas sus jugadas intenta obtener el máximo, le pase lo que le pase al otro. Creo que el neoliberalismo ha asumido la costumbre desafortunada de decir que somos individuos egoístas, y que la maximización del beneficio es lo nuestro... eso me parece una ideología. No es verdad. Somos seres que nos hacemos unos con otros, y el que es cooperativo está trabajando por el otro y por sí mismo. Es mucho más inteligente.
Sin embargo, todo en nuestra cultura parece conspirar contra este enfoque.
Bueno, sucede que el propio Darwin, cuando estaba escribiendo El origen del hombre, se retrasó en su publicación porque se encontró con el llamado "misterio del altruismo biológico". Desde la perspectiva original de Darwin, los altruistas tendrían que desaparecer, porque solamente el que está muy preocupado por su propia preservación tendría que prevalecer en la lucha de la vida. Pero se llegó a la conclusión de que en los grupos pequeños lo que la gente valora enormemente es a los altruistas. En estudios muy interesantes de antropología evolutiva se descubrió la importancia que en los seres humanos tiene la tendencia a la cooperación. La de estar dispuesto a dar a los otros, siempre que puedas, de alguna manera, y también recibir. El mecanismo de la reciprocidad. Entonces, una cosa es el egoísmo asilvestrado que es la clave del capitalismo, y otra cosa es un sistema contractual: te doy, tú me das, nos devolvemos, nos construimos... esa segunda tendencia en los seres humanos me parece mucho más interesante.
¿Y qué hacer con la corrupción?
La corrupción es una lacra que afecta a todos los países, un atentado contra el Estado y el bien común. Creo que es una buena noticia -pienso en España- que los casos de corrupción se descubran y que los jueces actúen, impongan penas y la ciudadanía se dé cuenta de que el poder judicial actúa. Y que las personas que se corrompen se den cuenta de que no hay impunidad. Porque en los regímenes autoritarios y totalitarios por supuesto que hay corrupción, muchísima, pero ni sale a la luz, ni hay ningún juez que ponga una pena. Es una desgracia que la corrupción exista, pero en los países democráticos sale a la luz, los jueces toman medidas y además castigan.
Esto convive con ciudadanías que desconfían de las dirigencias políticas.
Lo vamos viendo cada vez más: el poder político acumula tal cantidad de poder que muchos quieren optar a él sencillamente por enriquecerse, empoderarse, acumular puestos y poder económico. Por eso creo que la ciudadanía acierta cuando piensa que muchos de los políticos piensan solo en su propio bien y no les interesa demasiado el bien común. Se está viendo demasiado esa escisión entre los políticos y lo que es el bien de la gente. En una ocasión una socióloga argentina dijo algo que me gustó mucho. Estaban en elecciones y dijo: "el problema es que no buscamos un presidente, buscamos un salvador". Me pareció muy lúcido. Los políticos no tienen que ser salvadores ni hacer promesas de utopías maravillosas. Tienen que poner las bases de justicia para que los ciudadanos lleven adelante sus proyectos de felicidad. Hay una sociedad civil riquísima, médicos, abogados, medios de comunicación, una parte importantísima de la sociedad que queda oscurecida; los ciudadanos tendrían que estar muy atentos, seguir de cerca a los políticos, ver si efectivamente cumplen con los compromisos que han asumido, e impulsar leyes de transparencia. Necesitamos una sociedad civil que delibere, debata, no se limite a votar cada cuatro años, sino que cree una riqueza de discusión y reclame responsabilidad a la política.
En la Argentina, la reciente discusión por la legalización del aborto tuvo que ver con una enorme capacidad de movilización de la sociedad civil. Nuestras demandas al poder político suelen dirimirse en las calles.
Ya que me lo dices, hay que ir con cuidado con que todo sea marchas y reivindicaciones. Yo me refiero a deliberación, que es argumentación, discusión, intercambio de argumentos. Claro que eso solo se puede hacer en pequeños grupos y entre personas muy preparadas, pero se puede hacer en distintos grupos, y debemos acostumbrarnos a argumentar. Lo que no debe ser es que porque no estamos de acuerdo con algo salgamos a la calle sin más. Salir a la calle está bien, y hay que hacerlo para expresar claramente que no estamos de acuerdo con algo, pero delibérenlo antes, discútanlo. Es muy sencillo decir "no estamos de acuerdo", pero lo que hay que hacer es tener argumentos, propuestas. La gran solución es que haya políticos que se den cuenta de que su papel es el de poner las bases de justicia y nada mas, y una ciudadanía madura y lúcida, que esté dispuesta a dar razón de sus propuestas, argumentarlas y llevarlas a través de distintos medios. No sé si es muy utópico, pero es el camino. Hacia allí que hay que ir.
¿Cómo vive la actual situación institucional de España?
Se la ha criticado tanto en los últimos tiempos, pensando que aquello es una democracia decadente... Pero España es una democracia plena. La posibilidad de una moción de censura es una posibilidad legal, que está dentro del sistema español. A mi juicio, lo ideal hubiera sido que hubiera habido elecciones. Pero bueno, el camino ha sido el de un gobierno monocolor por un tiempo, para ir preparando las elecciones. El paso de esperanza es que los ministros que ha elegido Pedro Sánchez son gente muy solvente. Es verdad que lo tiene muy difícil, y va a tener que pactar con grupos con posiciones muy opeestas. Pero ojalá se abra un horizonte de futuro.
Biografía
Adela Cortina Orts nació en Valencia, España, en 1948. Es catedrática de ética y filosofía política en la Universidad de Valencia. Entre otros, escribió Ética de la razón cordial, Por una ética del consumo, Aporofobia: el rechazo al pobre. Obtuvo el premio nacional de ensayo con ¿Para qué sirve realmente la ética?