Abrir las escuelas es solo el comienzo del debate
Desde hace varias semanas la educación ha estado en el centro del debate en la Argentina, como hace décadas no pasaba, tal vez desde el Congreso Pedagógico que lanzara el presidente Alfonsín en 1984. Es una gran noticia que se esté dando una discusión apasionada sobre el tema más importante para definir el futuro del país y la movilidad social, cada vez menos presente en la Argentina.
El liderazgo de Horacio Rodríguez Larreta y Soledad Acuña han permitido que los alumnos vuelvan a las clases presenciales, ante toda evidencia la mejor forma de aprender en edad escolar. No puede haber discusión sobre abrir o no los edificios escolares: no puede ser una discusión ideológica. Todo argentino que crea en el progreso y en la igualdad de oportunidades debería estar de acuerdo.
Pero lo llamativo de este importantísimo y acalorado debate que estamos dando como sociedad es que no lo hayamos tenido antes para reclamar por otros tantos desafíos que también están hipotecando nuestro futuro.
Antes de la pandemia, en la Argentina terminaban la secundaria en tiempo y forma solo cinco de cada diez chicos; desde hace 20 años las pruebas internacionales muestran que el rendimiento de nuestros estudiantes está muy por debajo del resto del mundo; además, tenemos grandes desafíos en áreas centrales como Lengua y Matemática. Y esta situación, que no llegó con la pandemia, pero que se verá agravada, es aún peor para los chicos que viven en situación de vulnerabilidad, que son seis de cada diez en nuestro país.
Como sociedad tenemos que escandalizarnos y actuar en consecuencia, por la baja movilidad social que genera nuestra escuela, por la creciente demanda por educación privada, generada principalmente por las corporaciones gremiales que siguen haciendo paros y dejando a los estudiantes más vulnerables sin clases y sin futuro. Escandalizarnos porque más de un tercio de los adultos no tienen la primaria y/o secundaria terminada y por lo tanto pocas capacidades y habilidades para trabajar en este siglo. ¿Por qué esto no nos genera como país el debate que hemos visto estas últimas semanas?
La movilización y organización de las familias para demandar por educación será uno de los legados más positivos y esperanzadores de la trágica situación que estamos viviendo por el Covid. Pero el desafío está en mantenerla una vez que esta pandemia pase. Las sociedades con mayores oportunidades son las que han priorizado la educación, las que demandan más y mejor calidad de aprendizajes, y las que han votado a sus dirigentes sobre estas bases.
¿Cómo bajamos el nivel de abandono escolar en secundaria? ¿Cómo enfocamos más recursos en los alumnos que más lo necesitan? ¿Cómo le damos a los equipos directivos más herramientas para gestionar las escuelas? Sobre estas preguntas deberíamos discutir.
Promovamos un debate sobre cómo recuperar a los chicos que abandonaron sus estudios en pandemia, o cómo reforzar la enseñanza en Lengua y Matemática o cómo actualizar los diseños curriculares para que los contenidos estén alineados con las demandas de este siglo.
Hablemos sobre la importancia de realizar más evaluaciones generales, censales y de impacto, para saber qué políticas funcionan y cuáles no; cómo mejorar la carrera de directivos y la capacitación docente; cómo llevar adelante una educación más personalizada adaptada al ritmo y tiempo de los estudiantes; cómo trabajar en proyectos transversales que incluyan habilidades blandas, y sobre la importancia de garantizar el acceso a internet y a tecnologías que le permitan a los chicos fomentar su pensamiento crítico.
Para que estas conversaciones se den y puedan terminar convirtiéndose en políticas públicas, es clave que entre el Gobierno y las provincias, y entre éstas y sus municipios, se genere una interacción que trascienda esta coyuntura y los intereses partidarios.
Confío y espero que, cuando todo esto pase, seamos muchos más los que tengamos la firme convicción de mantenernos involucrados y unidos para defender, además de la apertura de escuelas, la calidad de nuestra educación.
El autor fue ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires