Abran las escuelas antes de que sea demasiado tarde
En lo que va de la pandemia en el país, un millón de chicos perdieron contacto con la escuela. La razón no es difícil de encontrar; según el último informe de Unicef, 1 de cada 2 hogares no tiene una computadora disponible para tareas educativas y el 50% de las familias no tiene acceso a Internet; pero, además, 6 de cada 10 chicos son pobres y fueron ellos quienes más padecieron el cierre de las escuelas. Cierre promovido por un gobierno que se autodefine como progresista pero que niega a la población la educación, el bien público que mayor movilidad social ascendente genera, por lo que no es otra cosa que una farsa populista.
Después de casi un año de convivir con la pandemia y sus trágicas consecuencias sanitarias, económicas y sociales, ha quedado en evidencia que la educación no es una prioridad, en palabras del Ministro de Educación, no es una actividad esencial; dejando de ser una política de estado que reúna a todos los actores del sistema en torno a consensos básicos, para quedar a expensas del tire y afloje sindical.
La ausencia de clases presenciales ha profundizado la brecha educativa bajo la mirada impávida de las autoridades nacionales, más preocupadas por la apertura de casinos e hipódromos o la vuelta del fútbol que la vuelta a clases presenciales en las escuelas.
Así, los estudiantes quedaron abandonados a su suerte y a los recursos con los que pudiera contar cada escuela, cada docente y, especialmente, cada familia. Algunos pudieron tener clases a diario a través de zoom, otros sólo alcanzaron a mantener contacto mínimo con sus docentes por mensajes de texto y muchos se desvincularon del sistema escolar, ante la carencia de soportes tecnológicos.
El impacto de este golpe se ramifica en la vida familiar, en la vida afectiva y psicológica, en el bienestar y en la economía. Y se sentirá durante muchísimos años. En septiembre pasado un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) especificó que a nivel mundial "la pérdida de aprendizaje conducirá a la pérdida de competencias y las habilidades que tienen las personas que se relacionan con su productividad, por lo que el Producto Interior Bruto (PIB) de los países podría ser un 1,5% menos de media durante el resto del siglo". Mientras más tiempo pasen cerradas las escuelas, este y otros daños podrían ser aún peores.
Desde siempre la educación ha sido uno de los cimientos en los que se edificó la Argentina y supieron hacerla grande a principios del siglo XX, pero ahora quedó última en la fila de las prioridades del gobierno. No así para los ciudadanos: ha sido conmovedor constatar la movilización de tantas madres y tantos padres de familia, de tantos docentes, pidiendo que abran las escuelas. Esto demuestra que las bases y valores en los que se asienta nuestro país siguen firmes.
Ha sido conmovedor constatar la movilización de tantas madres y tantos padres de familia, de tantos docentes, pidiendo que abran las escuelas
No es un capricho de la oposición o un reclamo de padres odiadores e insensibles, es un reclamo que cruza a la sociedad en su conjunto; así la Sociedad Argentina de Pediatría dijo que "la vuelta a las escuelas en la modalidad presencial es imprescindible"; también se ha manifestado la Academia Nacional de Medicina, que declaró hace unos días en el mismo sentido; y UNICEF que tomó posición declarando que "una revisión de la evidencia actual muestra que la educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección, los estudiantes no parecen estar expuestos a mayores riesgos de infección en comparación con el hecho de no asistir a la escuela cuando se aplican medidas de mitigación, y el personal escolar tampoco parece estar expuesto a mayores riesgos relativos en comparación con la población general". Por ello, recomendó en enero que "las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en abrir cuando las autoridades comiencen a suprimir las restricciones".
Para el caso particular de nuestro país, el organismo tuvo que ir más allá de las recomendaciones técnicas para exhortar a la política, al señalar que "el derecho a la educación de los chicos y las chicas argentinas debe trascender las diferencias políticas y unificar a una sociedad golpeada por la pandemia y por el impacto económico, social y emocional que trajo el COVID-19".
En el próximo mes se va a cumplir un año desde que se tomó la decisión de cerrar las escuelas, comprensible en aquel momento ante la ausencia de información y evidencia científica que existía respecto del Covid-19, las posibilidades de transmisión del virus en los colegios y en el marco de una cuarentena que prometía ser corta para preparar el sistema de salud, pero que terminó transformándose en la más larga del mundo, llevándose puesta a la educación con ella.
El Gobierno ha contado con tiempo más que suficiente para establecer los protocolos, modalidades y reformas que garanticen la presencialidad de todos los chicos y adolescentes en las escuelas del país. No pueden existir excusas ni justificativos válidos para no hacerlo.
Las escuelas y el futuro de nuestro país no pueden transformarse en el botín de sindicalistas inescrupulosos, que no defienden a docentes ni propician la mejora del sistema educativo, sino que han estado puestos al servicio del kirchnerismo.
Sarmiento decía en una de sus más célebres frases… "Hombre, pueblo, Nación, Estado: todo está en los humildes bancos de la escuela" y es allí donde jóvenes y niños deben volver. No hay futuro para ellos sin un presente con una educación de calidad y ésta sólo es posible con las escuelas abiertas. Aún estamos a tiempo!
Diputado nacional por Mendoza (UCR-Cambiemos)