¡Abajo Churchill!
La dramática situación de Afganistán lleva a revalorizar la figura del estadista británico, que no admitía la humillación ni la derrota
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Occidente necesita salvar sus valores. El brutal extremismo islámico ha conseguido una gran victoria en Afganistán, lo cual excita a todos los extremistas de esa tendencia y también en forma indirecta a la izquierda irresponsable. EE.UU., que debía mantener la defensa de los valores que ahora caen, ha demostrado una deplorable debilidad y amnesia. Las voces que debían enfrentar este avance parecido al de los nazis repudian las enseñanzas de Winston Churchill, quien no admitía la humillación ni la derrota pese a la debilidad de sus armas. En este caso, la debilidad de las armas no las tiene Occidente, sino los talibanes. Pese a ello, Occidente se comporta como un inválido.
Suena risible o dolorosa la secuencia de manifestaciones que parecen ingenuas. Y tendrán un alto costo. El Papa llamó a un diálogo con los criminales que ocuparon Lahore, atentaron contra un parque infantil, mataron a 70 cristianos y destruyeron una iglesia en Peshawar, donde asesinaron a 106 personas más. ¿Puede desarrollarse un diálogo confiable, fértil y esperanzador con semejantes adversarios? Es como si las víctimas de Auschwitz rogasen dialogar con los nazis que efectuaron su detención y el próximo empuje hacia la cámara de gas.
El ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, manifestó que si imponen la sharia no seguiría dándoles la misma cantidad de dinero. Los talibanes que han arrasado a poblaciones enteras, ocuparon Kabul y usan asesinos suicidas, ¿se habrán aterrado ante las declaraciones de este ministro? Maas pidió la retirada ordenada de las tropas de la OTAN, para que de esa forma no se incrementara el conflicto. Como respuesta a esa demanda los agresores se rieron de su amenaza, matando mujeres, soldados alemanes, intérpretes y periodistas.
Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, dijo que no habría reconocimiento del gobierno talibán si la inestabilidad continuara en el país ocupado por la fuerza y estableciera el emirato islámico. ¿Hubo una respuesta positiva? Mientras este alto funcionario se expresaba de esa forma, unas mujeres que regresaban a sus hogares fueron detenidas y azotadas por usar sandalias. Eso fue el comienzo porque lo que abundó después fue el número de mujeres violadas, vendidas a terroristas como mujeres esclavas, mujeres a quienes les arrancaron los ojos y otras asesinadas por no llevar la burka. También hubo razias de puerta a puerta en busca de adolescentes para convertirlas en esclavas sexuales. Se borran todas las fotos o imágenes que tengan un rostro de mujer.
El gobierno norteamericano que todavía no se sentía humillado en forma suficiente, pidió garantías a los talibanes para que no atacaran su embajada en Kabul. Lo más sorprendente es que prometió ayudarlos si respondían en forma positiva al cordial pedido. ¡Qué gran acuerdo! Pero ¿hubo acuerdo?
El coqueteo de Biden para ampliar la fecha de retirada fue negado de forma agresiva por los fundamentalistas, quienes pese a su inferior capacidad militar definen la fecha. De este modo, humillan a EE.UU. ¿O Estados Unidos se deja humillar? El ataque terrorista en el aeropuerto de Kabul y sus alrededores puso en evidencia una gran burla contra Estados Unidos. La monolítica maquinaria fundamentalista de matar sigue adelante, con salvaje impunidad.
Una idea también ingenua es que EI y los talibanes son rivales. Semejante pensamiento ignora el significado de la “jihad”. Esa palabra árabe significa lucha, en especial lucha contra los infieles. Su objetivo es la conquista del mundo, como lo es el de todos los fundamentalismos delirantes.
Para la ciudadanía de EE.UU. esta retirada es grave, ya que genera una profunda depresión entre quienes han sacrificado hijos y hermanos para luchar por un Afganistán moderno. Una lucha que lleva alrededor de veinte años. Es evidente que Estados Unidos puede triunfar en el campo bélico, pero no tiene capacidad suficiente para reconstruir las zonas devastadas. Así le ha pasado a lo largo de su reciente historia.
El abandono de Afganistán tendrá consecuencias graves. El mapa político mundial comienza a redibujarse y aún no se sabe qué nueva configuración tendrá. En 1946, el mayor genocida del universo, que fue Mao Tse-tung, dijo en un reportaje a la periodista comunista-americana, Anna Louise Strong, que EE.UU. es un “tigre de papel”. Fue demostrado en las extensas guerras que se libraron en Asia y luego en su rendición ante Kruschev, nada menos que por el presidente Kennedy, prometiendo y cumpliendo con la impunidad del régimen cubano. Cuba, a partir de entonces y pese a su proximidad con Estados Unidos, pasó a ser el bastión que proveería ideología y armas a las guerrillas de Sudamérica. Entre los ejemplos de las guerras americanas en Asia, se debería subrayar la Guerra de Corea, que costó 34.000 vidas estadounidenses. Ahora la diferencia entre Corea del Sur y del Norte es como la de dos planetas distantes. Pero la retirada de Afganistán fue tan poco afinada con los aliados de Europa y los pasos que impedirían el caos actual que llevó a una profunda decepción de los mismos ciudadanos americanos.
Es obvio que la violencia no es una buena consejera. Pero cuando se la realiza en defensa propia no debería ser condenada. Algunos juristas se ocupan de encontrar las vueltas que permitan acusar a los que se defienden y darles impunidad a los agresores. Estos errores se repiten desde muy antiguo. El precio de la debilidad y la cobardía es muy grande. Ya no sabemos si quienes en este momento piden acuerdos con los criminales del fanatismo islámico no se parecen a quienes pedían acuerdos con los nazis. Basta con repasar la historia para comprender que el avance asesino no podía terminar hasta que se lo frenase de una manera contundente. Los mismos asesinos aumentaban su agresividad cuando veían despejado el campo de batalla.
Debemos recordar una inventiva de Khomeini durante la guerra de Irán contra Irak. Dos sanguinarias dictaduras. Como la situación del ayatollah Khomeini iba empeorando, pergeñó una maniobra muy perversa. Mandó confeccionar 500.000 medallitas que colgaría en los cuellos de 500.000 niños. Les prometió con un encendido sermón que tenían abiertas las puertas del paraíso y que el Profeta los estaba esperando. Bajo ningún concepto podían desprenderse de esos collares. Los niños apretaban con sus manos la medalla contra su corazón. Sin temor debían avanzar contra las tropas iraquíes. Así lo hicieron. Los soldados de Irak al ver que avanzaba una enorme cantidad de adversarios comenzaron a disparar hasta que advirtieron que se trataba de niños. Se conmovieron, bajaron sus armas y algunos corrieron de regreso a sus bases. Khomeini obtuvo una notable victoria y sus tropas avanzaron sobre los cadáveres de los niños inmolados. El fanatismo da para todo.
En Afganistán sigue aumentando la derrota, cada vez más profunda, cada vez más peligrosa. No solo millares de ciudadanos y especialmente mujeres y niños se desesperan por huir, sino que las potencias que debían ayudar a ese país para alcanzar la democracia y el progreso también se arrodillan. Por ejemplo, Canadá cierra su embajada en Kabul. Alemania deja pocos funcionarios en la suya. Dinamarca cierra su embajada. España efectúa la repatriación de todo su personal. Holanda evacua a todos los funcionarios de su embajada. Noruega cierra también su representación.
Pareciera que los talibanes obtuvieron una gran victoria sobre la mitad del universo. Aumenta el fanatismo de los psicóticos. Aumenta el descrédito de los políticos. Aumenta la confusión de la gente bien intencionada. Las mujeres afganas enfrentan un inminente martirologio que no es frenado en forma adecuada por la gran cantidad de instituciones feministas que han crecido en el planeta. Y se revelan impotentes o ineficaces. Es ofensivo que se estén desarrollando congresos y conferencias que ignoran semejante desprecio por la humanidad. No se ponen en marcha medidas coordinadas para detener la infección que se expandirá desde Afganistán. Es la colmena de un nuevo virus que se expandirá por el mundo. Rápidamente. Los asesinos suicidas y no suicidas pondrán en marcha sus misiones, que no solo se limitan a ese país y sus alrededores, sino que tienen la clara intención de avanzar por toda Asia, Australia, Europa y América.
Winston Churchill es imprescindible en estos momentos. Subirlo y no ignorarlo. Los dirigentes del mundo deberían repasar su actitud y su temperamento. Les inspiraría medidas más inteligentes.