A tres meses de un punto de inflexión que debemos consolidar
Cumplidos tres meses de la asunción de Javier Milei, es notorio el profundo cambio del rumbo económico. La gran mayoría de los argentinos sabemos que debemos atravesar el desierto, que vivimos y viviremos por un tiempo estrecheces, pero sabemos también que ese esfuerzo es indispensable para salir del pozo. Es un esfuerzo vestido, después de tanto tiempo, de ilusión, una ilusión asentada no en utopías sino en datos concretos.
En esto, es encomiable la voluntad del Presidente de decir la verdad, por cruda que sea. Su lema “No hay plata”, pese a lo que podía esperarse, se tornó popular. La gente lo aceptó, demostrando que es más sabia que lo que suponen muchos candidatos, acostumbrados a mentirle de la forma más burda.
El resultado de esa política ya se advierte: la inflación continúa en franco descenso desde diciembre y el dólar “blue”, el que expresa el verdadero valor de la divisa americana, ha retrocedido. Por cierto, la contracara es una importante caída de la actividad productiva y comercial, pero es algo que el gobierno también había anunciado que sucedería. La estabilización y la recuperación de los equilibrios macroeconómicos son un requisito “sine qua non” para que la economía vuelva a crecer de un modo genuino, sólido y sostenible.
Es destacable también la voluntad del gobierno nacional de revertir tantas décadas de una Argentina corporativa y prebendaria, llena de “kioscos” y de privilegios, así como eliminar las trabas burocráticas innecesarias que son un obstáculo para la inversión y la creación de empleo genuino.
Revisar la existencia de organismos que no se justifican es otro acierto. El caso de Télam merece una reflexión particular. Algunos funcionarios, al defender su cierre, ponen el acento en lo que se ahorrará de gasto público. Por cierto, ese argumento no es desdeñable, pero no debería ser el principal. La cuestión fundamental es preguntarse si en una sociedad democrática debería haber una agencia oficial de noticias. La experiencia argentina indica a las claras el peligro de transformar estas entidades en meros instrumentos de propaganda a favor del gobierno. ¿Sería posible mantener Télam y modificar esas prácticas? Parece difícil. Por otra parte, aun cuando se lo lograra, no se entiende bien cuál sería el motivo para que el Estado desempeñara esa actividad, que hacen los privados. Algunos lo han querido justificar en la necesidad de asegurar la “pluralidad de voces”, pero quienes conocemos cómo actuó Télam en toda su historia, con honrosos períodos de excepción, no podemos tomar esa afirmación más que como una broma.
Ahora bien, todas esas reformas tan ponderables deben ser realizadas dentro del marco institucional correspondiente. La hostilidad permanente hacia el Congreso o a los gobernadores no es un camino aconsejable. En primer lugar, tanto los legisladores nacionales como los gobernadores provinciales fueron también electos democráticamente y representan, en su esfera, al pueblo, de la misma forma que lo hace el Presidente en la suya. Además, la atribución de legislar le corresponde al Congreso. La inédita situación de un presidente con representación muy minoritaria en las cámaras legislativas debería estimularlo a la cooperación antes que al conflicto. Este último puede ser redituable en la opinión pública mientras dure la luna de miel que se le concede a todo presidente, pero a la larga no es un procedimiento que se pueda sostener.
Los bloques que conformaron Juntos por el Cambio coinciden en lo sustancial con las reformas propuestas. Son las que ellos mismos proponían en la campaña. Por eso la búsqueda de consenso operaría en un terreno fértil. No debe verse en el diálogo y la negociación una claudicación, sino una exigencia de la democracia republicana.
El pacto al que convocó el Presidente puede ser una instancia para alcanzar tales objetivos, siempre que se lo encare de buena fe, con real predisposición para encontrar los denominadores comunes, y no como un contrato de adhesión en el que solo una de las partes fija las estipulaciones.
¿Qué debe hacer mientras tanto la oposición republicana y racional? (del kirchnerismo y la izquierda no hay nada que esperar). Creo que debe actuar con una clara conciencia de su responsabilidad histórica. Debe apoyar todas las iniciativas que coincidan con su propio programa, sin la mezquindad de retacearles la colaboración por el solo hecho de que las lleve adelante un dirigente de otro sector. La mayoría de los argentinos decidió que fuera Javier Milei quien encabezara la lucha contra el populismo económico. Hay que aceptar respetuosamente esa manifestación de la voluntad popular.
Pero, al mismo tiempo, no hay que entrar en confusiones apresuradas. Ni el Pro, ni la UCR, ni la Coalición Cívica, ni Republicanos Unidos son apéndices de LLA. En especial, deben mantenerse alertas para controlar cualquier desvío respecto de los principios republicanos que han sido el fundamento esencial de esa coalición. Así como no hay que poner palos en la rueda, hay que evitar el tipo de seguidismo ciego que tanto le criticamos durante dos décadas a los kirchneristas.
Exdiputado nacional, presidente Asociación Civil Justa Causa