A propósito del tedeum
Da la impresión de que la realidad argentina a veces parece caminar por dos carriles paralelos. Por una parte, y muy especialmente desde 1983, la ciudadanía va encaminándose hacia una visión de la sociedad plural y de respeto por las ideas de los demás. El concepto de "nación católica", es decir, de un país donde el "ser nacional" está identificado con el catolicismo, que tanta y tan problemática incidencia tuvo en el siglo XX, dio paso a una visión social en donde la autonomía personal es lo que mejor se adecúa a las libertades constitucionales que nos rigen. Por otra parte, algunas expresiones y celebraciones litúrgicas parecen haber quedado ancladas en la Argentina que -para bien o para mal- ha evolucionado en algo distinto. Iglesia y Estado no tienen la relación de hace dos centurias. La primera se ha independizado del Estado (aunque aún queda alguna rémora que debería solucionarse) y el segundo ha entendido la necesidad de relacionarse desde la cooperación y el respeto. Esto en modo alguno significa una renuncia o mengua del rol de la Iglesia en nuestra sociedad. Por el contrario, ser trata de "abrir sus ventanas" para dar nuevas alternativas de expresión en un mundo plural.