A mover las cabezas y disimular los fracasos
“Muchos se ponen contentos por ser radicales peluca”. (De Martín Lousteau)
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Qué conflictos capilares tienen los radicales. Martín Lousteau, el enrulado líder del partido más que centenario, libra una batalla interna sin éxito: no encolumna a sus correligionarios del Senado para votar parecido y un puñado de diputados le enreda la estrategia opositora. Primero votan por aumentar los haberes jubilatorios y después lo hacen en contra, para alegría del “peluca” Presidente. Así no hay liderazgo que se proyecte para las elecciones legislativas de 2025. ¿Volverá a aliarse a Horacio Rodríguez Larreta, el calvo más famoso del Pro?
Y encima, los díscolos son homenajeados en Olivos con un asado pagado por sus bolsillos. Celebraron seguir cobrando dietas de ricos, aunque los jubilados tengan que esperar a que mejore la situación para acceder a unos pocos pesos de recomposición de haberes. Por suerte en Olivos solo hubo fotos oficiales. Veremos en unos años si se mantiene la situación o se destapan diálogos controvertidos como le pasa al anterior inquilino del sillón de Rivadavia que arrancó como un Mandela, en 2020, y va de barquinazo en barquinazo, tratando de tapar la violencia contra su expareja, con testigos reservados que quieren mostrarla infiel y ebria. Un caballero.
Pero volvamos al tema capilar. “Hay muchos que se ponen contentos por ser radicales peluca”, se enojó Lousteau, sin identificarlos, con los diputados Pablo Cervi, Martín Arjol, Luis Picat, Mariano Campero y José Tournier, que le dieron una alegría al “peluca” Milei y un disgusto al “rulo” radical.
Ofuscado con los “radicales peluca”, se desahogó con una denuncia: “No es un tema de si todos votan igual. Ellos por prebendas o ventajas personales traicionaron a los jubilados y fueron en contra de la postura del partido en este tema”. ¿A qué “prebendas” se referirá Lousteau? Misterio.
Su enojo es injusto. Quizás, los “radicales peluca” intentan reflejarse en su trayectoria política. Lousteau inició su extensa carrera de funcionario público de la mano del peronista Felipe Solá. Siguió adelante abrazado al kirchnerismo de Néstor y Cristina, y después de un tránsito poco feliz por el macrismo, desembarcó en el radicalismo. Lo único que más o menos mantuvo intacto fue el cabello enrulado. Ideológicamente mutó, según el jefe político que le ofrecía un cargo. Faltan Roberto Giordano con su “moviendo las cabezas” y Cristina Kirchner diciendo “no se hagan los rulos” y queda completo el catálogo capilar de la democracia argentina.