A la sombra del golem
Por Abraham Skorka Para La Nación
LA decodificación del genoma humano y el perfeccionamiento de la técnica de clonación son tan solo dos de los muchos logros alcanzados por la biología molecular y la genética en los últimos cincuenta años. Estos avances ponen en manos del hombre herramientas cada vez más precisas y sofisticadas, que permiten la manipulación genética de las especies vegetales y animales, incluyendo la suya propia.
La idea de que es posible crear seres vivientes partiendo de ciertas sustancias y utilizando fórmulas mágicas se encuentra desde la Antigüedad en las culturas de muchos pueblos. El Talmud nos relata: "Raba creó cierta vez un hombre y lo envió al rabí Zeira [siglo III]. Este habló con él pero, como no le contestó, le dijo: "Tú procedes, sin duda, de la cofradía, retorna a tu polvo"" ( Sanhedrin 65, b).
A principios de la Edad Moderna, Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim (1493-1541), que introdujo el concepto de "principio activo de los fármacos" y es más conocido por su seudónimo de Paracelso, escribió: "Si el esperma puesto en un recipiente sellado de vidrio es enterrado en estiércol por aproximadamente cuarenta días y correctamente magnetizado, comenzará a vivir y a moverse. Después de este lapso toma la forma y parecido de un ser humano, pero transparente y sin un cuerpo. Si entonces es alimentado artificialmente con arcanum sanguinis hominis durante cuarenta semanas aproximadamente, manteniéndolo durante todo ese tiempo en estiércol, a temperatura constante, se desarrollará en un niño [...] semejante al nacido de una mujer, pero de tamaño mucho más pequeño". Es el famoso homunculus .
Contemporáneo de Paracelso fue el rabino Juda Loew ben Bezalel de Praga (1525-1609), conocido en la literatura rabínica por su acrónimo, Maharal. Vastos eran sus conocimientos en las fuentes rabínicas y asimismo en matemática, filosofía y astronomía (hubo profundos lazos de amistad entre él y Tycho Brahe). Sin embargo, paradójicamente, la fama del Maharal se debe, más que a sus profundos escritos, al hecho de habérsele adjudicado la creación de un golem de arcilla.
El hombre creador
Golem significa en hebreo "materia informe" o "materia prima". De acuerdo con una exégesis rabínica (de los siglos II y III e.c.) sobre el versículo 139:16 del libro de los Salmos ( única vez que aparece tal vocablo en la Biblia), golem debe entenderse como un estado primigenio del hombre en el proceso de su creación realizada por Dios.
Cuenta la leyenda que el Maharal, para defender a sus correligionarios de las persecuciones que sufrían, creó un golem de barro, colocó en su boca un papel en el que estaba escrito el nombre inefable de Dios y en su frente grabó el vocablo emet ("verdad", en hebreo). Cierto día, el golem se escapó del control del rabino; este lo persiguió y, después de muchos esfuerzos, pudo quitarle el papel de la boca y borrar la primera letra del emet de la frente (quedó la palabra met , que significa "muerto"), con lo cual se desintegró y volvió a ser barro. La leyenda finaliza diciendo que los restos del golem se encuentran en el altillo de la sinagoga Altneuschul de Praga, bien lejos de la vista de todo mortal.
El golem fue símbolo de los peligros que acechan a la humanidad como consecuencia de los avances de la ciencia y la tecnología en manos de líderes sin escrúpulos.
El conocimiento no es susceptible de calificación alguna. Darle un carácter antropomórfico a la ciencia y a la tecnología, y calificarlas de buenas o malas, es una necedad. Son logros del espíritu inventivo del hombre, manifestación -de acuerdo con la concepción bíblica- del hálito de lo divino que se halla en lo humano.
El peligro se encuentra en el hombre mismo, en aquellos que, teniendo cierto poder, dan rienda suelta a sus ambiciones desmedidas y transforman su entorno en un vale todo sin límites, donde la vida no merece más respeto que el de la codicia misma.
Genoma y clonación
Investigar la estructura molecular de aquello que se define como vida, adentrarse en el proceso de gestación del hombre para corregir malformaciones o mejorar sus condiciones físicas, no es visto en el judaísmo como un acto de desafío a Dios. El Talmud enseña: "Si los justos quisieran, serían capaces de crear un mundo". El conocimiento en manos de los justos es una herramienta creativa que permite al hombre con tales atributos asociarse a Dios en el perenne proceso de recreación del cosmos. En una realidad en la que todo se cotiza y absolutamente todo es enajenado, tal conocimiento puede transformar la realidad humana de tal forma, que cada individuo sea visto exclusivamente como un mero portador genético. El concepto de pedigrí sería aplicado entonces también a los hombres.
El intelecto humano alcanzó una de las cimas más preciadas en la senda por develar los misterios de la existencia, la que le permitirá modificar aspectos importantes de la vida. Se abren de aquí en más las sendas que conducen a un mundo de hombres con mejores posibilidades espirituales y físicas o aquella otra, en la que los humanos se transforman en golmim (plural de golem ).
La sombra del viejo golem de Praga se encuentra a nuestras espaldas, advirtiéndonos acerca de nuestras acciones.
En 1957, el gran investigador de las corrientes místicas judías Gershom Scholem publicó, en el Eranos-Jahrbuch , un profundo artículo acerca de la leyenda del golem . En él concluye que el personaje auténtico del relato es Eliya Baal Shem, rabino de Chelm, fallecido en 1583, y que solo en el siglo XVIII le fue adjudicada la historia al famoso rabino de Praga. Jorge Luis Borges, al que fascinaba la mística hebrea, compuso en 1958, bajo la influencia del artículo de Scholem, un poema que denominó "El golem". En su última estrofa nos dice: "En la hora de angustia y de luz vaga / en su golem los ojos detenía. / ¿Quién nos dirá las cosas que sentía / Dios, al mirar a su rabino en Praga?"