A la izquierda del próximo gobierno
A una semana de las elecciones y lejos del candidato oficialista, el Grupo Calafate, con Néstor Kirchner como principal referente, se prepara para convertirse en la opción progresista dentro del justicialismo y disputarle a Menem el liderazgo de la oposición ante un posible triunfo de la Alianza.
EL fin de una era siempre viene acompañado de reacomodamientos y pujas intestinas para conquistar el liderazgo vacante. Esto es lo que se avecina en el justicialismo y el disparador de toda esa actividad, para la que los actores se vienen preparando desde hace tiempo, serán las elecciones del próximo domingo. El Grupo Calafate, que nació como un think tank del candidato Eduardo Duhalde, se prepara para ocupar un espacio de referencia interno, y desde allí tratar de liderar "un polo opositor progresista" a un eventual gobierno de la Alianza.
Aunque los miembros del Grupo Calafate se niegan a considerar públicamente la hipótesis de una derrota electoral de Duhalde (menos aún después del repunte que indican las encuestas), el futuro mediato e inmediato estará signado por el resultado de los comicios. Si el 24 de octubre se confirman los pronósticos y Fernando de la Rúa es consagrado como el próximo presidente de la Nación -caso contrario, la noticia podría ser el fin del reinado de los encuestadores-, el peronismo será un polvorín.
Una vez más, el polifacético partido que fundó Juan Domingo Perón hace más de medio siglo contendrá en su seno a dos sectores supuestamente antagónicos. De un lado, el ala conservadora, liderada por Carlos Menem, si una debacle electoral no lo arrastra, y con el gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann, como potencial figura de recambio. En el medio aparece el mandatario cordobés, José Manuel de la Sota, que tiene la capacidad para articular conservadurismo y progresismo, al menos en el discurso. Y en el otro extremo, sin un liderazgo definido todavía, el Grupo Calafate se propone para desempeñar "un rol progresista".
El Grupo Calafate nació a principios del año pasado. Carlos Menem buscaba afanosamente la "re-reelección" y Eduardo Duhalde comprendió que era hora de mostrar a la sociedad una imagen más tranquilizadora que la que le proporcionaban sus seguidores de siempre: Alberto Pierri, Hugo Toledo y Bruno Tavano, entre otros.
Los "presentables" comenzaron a ganar espacio y a aglutinarse. Duhalde les encargó la redacción de la plataforma presidencial y al poco tiempo, en julio del año último, se constituyeron como grupo, con la idea de rodear al candidato para aportarle un perfil progresista que lo diferenciara de la gestión menemista. Pero recién cobraron nombre propio en octubre, cuando se reunieron en un foro de discusión abierta en la localidad santacruceña de El Calafate. El hombre que comenzó desde entonces a perfilarse como referente natural dentro del grupo fue el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner.
De ese primer encuentro participaron en total 45 dirigentes y académicos. Entre otros, el gobernador y su esposa, la diputada Cristina Fernández de Kirchner; el actual coordinador de grupo, Alberto Fernández; el especialista en temas laborales Carlos Tomada; el economista Ignacio Chojo Ortiz; el primer jefe de campaña de Duhalde, Alberto Iribarne; el abogado y sociólogo Miguel Talento; el embajador Mario Cámpora, el ex ministro del Interior de Héctor J. Cámpora Esteban Righi, el ex dirigente del Partido Intransigente Oscar Valdovinos, la socióloga María del Carmen Feijoo y Julio Bárbaro.
Desde entonces, las reuniones que se realizan una vez por semana casi siempre evalúan la posible incorporación de un nuevo miembro. Y, paradójicamente, el ritmo de las nuevas incorporaciones se ha acelerado a partir del distanciamiento ostensible entre Duhalde y el Grupo Calafate. "La idea es armar un espacio amplio, del que participen todos, pero sin que esto implique abrir las puertas a cualquiera, porque queremos preservar un perfil de seriedad", explican los calafateños .
El punto de inflexión en la relación con el candidato justicialista tuvo lugar en abril de este año, cuando Duhalde consiguió emparejar al aliancista Fernando de la Rúa en las encuestas. Poco antes había sido designado jefe de campaña Julio César Aráoz y luego desembarcó en la campaña el publicista brasileño Duda Mendonça. También reaparecieron los problemas de seguridad, y la campaña comenzó a enrarecerse.
Los resultados quedaron a la vista en agosto de este año, cuando el Grupo Calafate organizó su segundo encuentro en la localidad cordobesa de Tanti. Esta vez fueron ochenta los participantes que debatieron abiertamente en presencia de periodistas de los principales medios del país.
A los cuarenta y cinco participantes del primer encuentro se sumaron el sociólogo Rodolfo Gil, el ex ministro de Seguridad bonaerense León Arslanian, José Pampurro, el ex dirigente montonero Elvio Vitali, el jurista Héctor Masnata y el periodista Carlos Campolongo, entre otros. Todos convocados bajo la consigna de construir "un nuevo modelo, hacia la Argentina del próximo milenio". Sin embargo, el clima enrarecido impidió que el debate, que por momentos fue áspero, pudiera quedar reflejado en un documento.
Frente a ese auditorio, Kirchner y Duhalde mantuvieron una agria discusión sobre el enfoque que había adquirido la campaña del justicialismo, y el distanciamiento dura desde entonces.
"Nunca pertenecimos al duhaldismo. Vinimos a discutir los problemas de la gente; no la campaña, que tiene como cara visible a Chiche Aráoz y un equipo publicitario del que no me acuerdo el nombre", soltó Kirchner entonces, frente a los periodistas. "Lo acompañé a Duhalde cuando la línea era la diferenciación con Menem. Soy un cuadro político y no empleado de nadie. No tengo líderes. Ahora dejo que la campaña siga su curso. Yo apuesto a una propuesta más profunda", agregó.
El tono había cambiado radicalmente. En una solicitada publicada en los diarios cuando todo era romance entre el candidato y su think tank la gente de Calafate planteó algunas razones de su respaldo al candidato: "Porque seguimos aspirando a que el nuevo ordenamiento económico, con sus modalidades de estabilidad, competitividad y apertura -que constituyen condición necesaria para la inserción de la Argentina en el mundo y para el crecimiento de su economía-, no determine la profundización de la desigualdad, la exclusión de vastos sectores sociales, el desamparo de los más pobres, la desocupación masiva y la desprotección de los que trabajan. Así como tampoco lo consienten muchos otros pueblos de la Tierra que ensayan opciones diversas para restablecer el principio de equidad, sabiendo que es éticamente obligatorio y técnicamente factible articularlo con una economía eficiente".
El distanciamiento, que se hizo visible con la ausencia de Kirchner en los últimos tramos de la campaña, permite inferir que estos argumentos no serían tan válidos en este tramo final de la campaña como lo fueron en su comienzo.
Las perspectivas que maneja el Grupo Calafate es que para el encuentro que organizarán antes de fin de año, otra vez en la localidad que les da nombre, las presencias serán muchas más y, en cierto modo, determinantes para medir el futuro del grupo.
"Después de las elecciones se dará naturalmente un reacomodamiento dentro del justicialismo, y muchos que conjugan con la postura amplia que se maneja dentro del grupo encontrarán su lugar", especularon ante La Nación Alberto Fernández, un hombre que trabajó cerca de las filas del cavallismo y que mantiene buenos vínculos con ese sector, y Carlos Tomada.
"El Grupo Calafate tiende a constituir una propuesta absolutamente actualizada frente a los tiempos y a las condiciones que debe resolver hoy la sociedad", dijo, por su parte, Néstor Kirchner.
Aunque sus miembros están lejos de pertenecer a una corriente nostálgica de postulados setentistas, los planteos que enarbolan dan la pauta de que intentarán colocarse a la izquierda del próximo gobierno, sea del justicialismo o de la Alianza.
Como botón de muestra, casi en sintonía con el discurso crítico que suele pronunciar el candidato a vicepresidente por la Alianza, Carlos "Chacho" Alvarez, Kirchner disparó munición gruesa contra los funcionarios de extracción liberal más cuestionados del menemismo. "Dentro del justicialismo tiene que haber un gran debate interno. No queremos que utilicen la Revolución Libertadora o lo que pasó en 1976, todos hechos dolorosos para el peronismo, para justificar a personajes nefastos que constituyen una ignominia."
Además, como vocero del grupo, el gobernador patagónico habló de la necesidad de cambiar el modelo para evitar "una exclusión estructural". Y también descree de las evaluaciones unidireccionales de los principales economistas del establishment . "Parecería que es inevitable la profundización del ajuste, de la exclusión, de la concentración de la riqueza. Parecería que es imposible pensar en otra distribución del ingreso, en mayor federalismo y en dar batalla a la exclusión", dijo.
Los miembros del Grupo Calafate se declaran "con vocación de poder", aunque admiten que "somos un think tank convertido en la génesis de un grupo político autónomo". Para ellos, este espacio en crecimiento "sólo tiene sentido si se sale a buscar una variable al corsé del menemismo, para generar una alternativa que vuelva a unir al justicialismo y a conectarlo con la sociedad".
Para esto, son conscientes, hay que tener espacios de representatividad política de los que hasta el momento carecen. De hecho, el gobernador de Santa Cruz es la figura con mayor peso institucional con que cuenta. Esto implica que para crecer tendrán que buscar la incorporación de dirigentes que no encuentren ubicación dentro del nuevo mapa del justicialismo. Y en política, se sabe, esto significa negociar cuotas de poder con gente que hoy puede estar en la vereda de enfrente.