A la deriva: no hay segundas dosis ni plan de vacunación
Según el Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación, el 32,2% de los argentinos recibieron al menos una dosis de alguna de las tres vacunas que adquirió nuestro país contra el Covid-19, mientras que solamente 8,2% ha recibido la segunda. En pocas palabras, solo una persona de cada cuatro que iniciaron el esquema de vacunación lo ha completado. Esta proporción se ha mantenido a lo largo del tiempo. No importa si la vacunación va más rápido o más lento, el resultado siempre es que de cada cuatro vacunados, quedan tres en la larga y angustiante espera de la segunda dosis.
No hay que ir muy lejos para ver que se trata de un pésimo número: en Chile completaron la vacunación 8 de cada 10 que la habían comenzado. En Uruguay son más de la mitad. Incluso en Brasil y México, países con una vacunación más lenta, como la nuestra, por lo menos la mitad de los que recibieron una dosis ya tiene la tranquilidad de haber recibido la segunda.
Los argentinos quedamos, en cambio, condenados a la incertidumbre por nuestro propio gobierno: diez millones y medio de personas están mirando, llenas de dudas, cómo avanzan las hojas del calendario sin que llegue el prometido segundo turno. Como si esto fuera poco, el gobierno nacional estiró a 90 días los plazos originales entre dosis y al parecer volvería a extenderlos. Quieren convencernos de una lista muy larga de beneficios que tendría andar por la vida con una sola dosis, pero el beneficio que no tiene es justamente el único que podría terminar con esta pesadilla: la inmunización. Pareciera que hay que recordarle al gobierno nacional que, según su propia información oficial, “tomará de 1 a 2 semanas luego de la segunda dosis para considerar que la protección es adecuada”. Vacunar mucho y con dos dosis es lo único que le está permitiendo a israelíes, estadounidenses, franceses, italianos y españoles volver de a poco a la normalidad, reunirse con la familia, abrir los comercios y las fábricas, recuperar el trabajo y reducir la pobreza. Es lo que sigue sin hacer el gobierno argentino.
¿Qué pasó? El gobierno de los Fernández eligió poco y eligió mal. Eligió poco porque entre la salud y la economía optaron por hacer negocios con sus amigos: el laboratorio de un amigo del exministro Ginés González García, con el que se lo halló reunido en ojotas esta semana en Madrid. Y el laboratorio de Putin, quien fraterniza con la vicepresidenta y que apunta a cobrarse el favor con la instalación de una central nuclear en nuestro país. Para direccionar de este modo el suministro de vacunas, el Presidente bloqueó 13,2 millones de dosis de Pfizer, enrareciendo la letra de una ley redactada por sus propios diputados, y dejó ir 36 millones de dosis del mecanismo Covax por regatear unos dólares. Resultado: solamente tres laboratorios están proveyendo actualmente a la Argentina, cifra que empalidece ante los 10 de México, los siete de Brasil y Perú o los cinco de Chile y Colombia.
Además de poco, empeoraron las cosas eligiendo mal. Las vacunas de Astrazeneca quizás tengan unas de las peores cifras de incumplimiento de entregas. La vacuna rusa, por otro lado, es la única cuyas dos dosis se administran con componentes diferenciados. Hasta la semana pasada, del total de 9.415.745 dosis de Sputnik V recibidas, sólo se habían enviado 1.540.160 (16,4%) del segundo componente. Es decir, una dosis del componente 2 por cada cinco del 1. Si consideramos que el 45,5% de todas las vacunas recibidas por nuestro país corresponden a Sputnik V, no sorprende que las demoras en su segundo componente hayan arrastrado a casi todo el plan de inmunización. Por eso era importante contratar con la mayor cantidad de laboratorios posible. Mientras tanto, ante las nuevas mutaciones del virus, el Gobierno dejó trascender que buscaría reforzar la vacunación con una tercera aplicación de Sputnik. Decir esto cuando casi cinco de cada seis argentinos que recibieron la primera dosis de esta vacuna aún no tienen ni noticias de la segunda, es prácticamente burlarse de gente que está pasando por una espera muy angustiante.
El gobierno nacional, en la persona de la ministra Carla Vizzotti, debe dar explicaciones por esta situación. ¿Qué va a pasar con aquellas personas que tengan una dosis de Sputnik vencida? ¿Volverán a estirar los plazos? ¿Hay incumplimiento de los laboratorios o decisión del gobierno nacional de apostar por la primera dosis? Si hay incumplimiento, ¿se está accionando por ello contra los laboratorios? Si se decidió priorizar el primer componente, en base a qué evidencia científica se hizo. Por este y muchos otros interrogantes la convocamos al Congreso.
Mientras en el mundo se alerta sobre una tercera ola relacionada con la variante Delta y la necesidad de completar el esquema de vacunación, para que la inmunidad sea mayor y evite fatalidades particularmente en las poblaciones mayores de 60 años y de riesgo, en nuestro país la brecha entre ambas dosis se estira y su prolongación en el tiempo también, aumentando consiguientemente el riesgo de contagios y muertos, algo que a esta altura es inaceptable.
Llegó la hora de asumir responsabilidades, disipar dudas, llevar tranquilidad a nuestros conciudadanos y promover que la política de vacunación resulte más rápida y efectiva, dejando atrás las inexcusables y poco claras limitaciones, irregularidades, papelones y corruptelas de una gestión ubicada en el último lugar del mundo en la gestión de la pandemia. No se trata simplemente de mejorar en un ranking, se trata de salvar la mayor cantidad de vidas, de llegar a tiempo. Para 90 mil argentinos la vacuna llegó demasiado tarde y, en su mayoría, por responsabilidad de este gobierno.
Diputado nacional de la UCR por Mendoza