
A 80 años del suicidio de Lisandro de la Torre
Ochenta años atrás, el 5 de enero de 1939, se suicidaba Lisandro de la Torre, jurisconsulto, político y escritor argentino. Se lo consideró como un modelo de ética en política. Fue diputado y senador nacional, destacado polemista, fundador del Partido Demócrata Progresista en 1914, cuando diversos partidos provinciales confluyeron para conformarlo. En dos oportunidades, fue candidato a la presidencia de la República.
En 1935 Lisandro de la Torre inició una investigación sobre el comercio de las carnes, ya que en el marco del pacto Roca-Runciman esta actividad se encontraba sospechada de corrupción. El 23 de julio de ese año, en medio del tumulto provocado en el recinto del Senado, un policía, Ramón Valdez Cora, realizó una serie de disparos con una pistola, en dirección a de la Torre, que impactaron de lleno en el cuerpo de su discípulo y senador electo Enzo Bordabehere, que intentaba proteger al senador de sus atacantes. Bordabehere falleció a causa de los disparos recibidos. Por su desempeño en este debate Lisandro de la Torre ha sido llamado «el Fiscal de la Patria».
Antes de quitarse la vida, el 5 de enero de 1939, dejó una carta póstuma a sus amigos cercanos, en la que les rogaba que se hiciesen cargo de la cremación de su cadáver, deseaba que no hubiese acompañamiento público, ni ceremonia laica ni religiosa alguna, ni acceso de curiosos y fotógrafos a ver su cadáver, con excepción de las personas que dichos amigos autorizasen especialmente. De ser posible, pedía se depositase ese mismo día su cuerpo en el crematorio y se lo incinerase al día siguiente temprano, en privado, señalando que mucha gente buena lo respetaba y lo quería y habría de sentir su muerte, y que eso le bastaría como recompensa. Finalmente, manifestó su deseo de que sus cenizas fueran arrojadas al viento. Le parecía una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el universo.
Hoy, a ochenta años de tu suicidio, me animo a decirte, Lisandro, que no has muerto. Que vives en tus ideas. Que como buenos liberales, seguidores de tu pensamiento político, entendemos al liberalismo como una forma de pensar donde conviven criterios plurales para generar algo en común, sin generar grietas en la sociedad en la que vivimos. Que nos ha sido dada la libertad, pero para que la ejerzamos con responsabilidad, sin dañar al prójimo. Que no debemos tener miedo a la libertad y que para desligarnos de nuestros deberes caigamos en el error de elegir un líder para trasladarle nuestra propia responsabilidad, haciendo que el líder ejerza el poder en pos de sus intereses personales y no del bien común. Y que cuando nos demos cuenta del aprovechamiento personal del líder, no lo echemos para elegir otro, renovando el error, sin asumir nuestra responsabilidad personal en el ejercicio de nuestra libertad.
Que recordemos aquello que Ulpiano nos señaló en el siglo IV como rectores de nuestra conducta política: vivir honestamente, no lesionar al prójimo, y dar a cada uno lo suyo. Yo le agregaría: y al que le haga falta, un poco más. Que no se puede distribuir riqueza sin generarla. Y que los cuatro factores básicos de la producción son naturaleza, trabajo, capital y organización. Que en nuestra Argentina su naturaleza es ubérrima, su trabajador, con guía y educación, es capaz de concretar su tarea, que el mandato bíblico nos dice que debemos ganar nuestro pan con el sudor de nuestra frente, que no tenemos capital ni propio ni extraño, que debemos lograrlo no combatiéndolo, como ingenuamente (o no tanto) lo sugiere cierta marcha partidaria, sino creando condiciones para que crezca la inversión productiva, especialmente la destinada a la producción de bienes exportables, que permitan mejorar nuestra balanza comercial y financiera.
Hoy, 80 años después, te digo, querido Lisandro, como seguidor político tuyo, que no quiero que nuestra Argentina se suicide. Que renazca, y abreve en tus ideas de libertad y progreso para todos los argentinos, y para todos aquellos extranjeros, que residiendo en nuestra tierra (Alberdi), se preocupen y trabajen para el bien común. Para que nuestra Argentina sea lo que deba ser, so pena de no ser nada (San Martín).
Alfredo Ángel Abuin