A 75 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial
En estos días se conmemora el 75º aniversario del final de la guerra más trágica en la historia de la humanidad, utilizada por las huestes criminales bajo el mando de Hitler, quien, a través de la Shoá, quiso cambiar el paradigma económico, social y militar del orden mundial.
El suicidio de este nefasto criminal, junto a su esposa Eva Braun, lo hizo escapar del accionar de la justicia internacional, meses después, en el tribunal de Nüremberg. Esto no impidió que se tomara conocimiento, a través de los medios probatorios aportados en el proceso, de las crueles aberraciones llevadas a cabo por los demás miembros del régimen nazi sometidos a juicio, y por cuya responsabilidad criminal debieron responder, entre otros, Goering, Hess, Ribbentrop y Speer. La mayoría alegó obediencia debida al Führer. En definitiva, eran furibundos antisemitas y esclavistas que utilizaron mano de obra forzada de judíos y otros prisioneros enclaustrados en factorías de la muerte.
Este notorio colapso por el fracaso político y económico nació tras el Tratado de Versalles en 1919 y la impunidad internacional por no someter a juicio a los Jóvenes Turcos (gobernantes otomanos) y al káiser Guillermo II. Esto, sumado luego a la inoperancia, tibieza y/o intereses políticos de los representantes de la Sociedad de las Naciones, generó el caldo de cultivo internacional para que regímenes autoritarios se encumbraran en el poder, con la falsa representación de los intereses del pueblo soberano o del proletariado (encabezados por Hitler, Stalin, Mussolini o Tojo), ante la atenta pasividad y complicidad de los primeros ministros de Gran Bretaña y Francia, Chamberlain y Daladier, respectivamente.
Cuando después de tanto sufrimiento todo parecía recobrar la armonía, y la humanidad en su conjunto pensaba en la reconstrucción por la devastación económica producida por la destrucción militar nazi y la respuesta de los aliados, comenzó inmediatamente la Guerra Fría. Y resurgió, esta vez con otra cara, el antisemitismo camuflado de antisionismo tras el nacimiento del Estado de Israel.
Hay dos cuestiones primordiales que destacar como consecuencia inmediata de la rendición incondicional nazi firmada en Reims el 7 de mayo de 1945 (aliados occidentales) que entraría en vigencia al día siguiente, y en Karlshorst del 9 de ese mismo mes (con la URSS por imposición de Stalin). Ellas son: el sometimiento a juicio de los responsables directos de los millones de crímenes cometidos por los líderes políticos nazis que cumplieron sus penas en la cárcel de Spandau o Lansberg (algunas fueron de muerte), y el nacimiento de la ONU, cuyo Consejo de Seguridad está conformado aún en la actualidad por Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China.
Desde el comienzo, y por una cuestión de realpolitik, pudo observarse el fuerte choque de dos concepciones políticas antagónicas en el mismo seno de poder del Consejo de Seguridad, que con otras características, mercados y argumentos, actualmente se mantienen. La URSS se desintegró por su propia ideología inaplicable y su implosión económica, dividiéndose cada integrante de ese conglomerado en estados soberanos independientes, varios de los cuales integran la Unión Europea.
Pero hoy, debido a la pandemia del Covid-19, que pone en riesgo todo el orden mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial, la conmemoración de los 75 años del final del conflicto, del nacimiento de ONU y de los juicios de Nüremberg, no pueden realizarse. El virus está generando una debacle económica que afecta la economía de varios Estados integrantes de la comunidad internacional organizada. Bajo esta perspectiva el riesgo internacional es mayúsculo y debemos observar con suma atención si el devenir de los acontecimientos genera ideas políticas mágicas que quieran desembocar en ideologías autoritarias, muy especialmente en el continente americano, lo cual nos hundiría nuevamente en una miseria inusitada y un eventual enfrentamiento social de graves características.
Viendo este panorama, podemos decir que las soluciones son pocas. Al ser China miembro fijo del Consejo de Seguridad, debe colaborar con los demás estados permanentes y temporales en la investigación, para lograr esclarecer dónde, cómo y por qué se propagó en Wuhan el Covid-19, para erradicar cualquier manto de sospecha y evitar teorías conspirativas. En caso de existir alguna culpabilidad en el actuar de los funcionarios públicos, deberán asumir su responsabilidad, con la consecuente sanción internacional que les podría corresponder, dejando de lado la realpolitik traducida en conveniencias o complicidades ideológicas políticas económicas.
Por otro lado, el fortalecimiento de las democracias es por demás importante, para no permitir cualquier tipo de liderazgo que conlleve el atropelló de las constituciones republicanas que regulan líneas de convivencias pacíficas y participativas.
En definitiva, sostener pacíficamente el orden mundial integrado, el estatus democrático republicano en los países occidentales, someter a juicio a los responsables que cometen crímenes aberrantes, o propagan ideas neonazis y antisemitas, es el mejor homenaje que en la actualidad podremos realizar desde nuestros hogares o a través de la educación virtual -habida cuenta el momento histórico que atraviesa el mundo como consecuencia de la pandemia-, a quienes fueron víctimas y sobrevivientes de la barbarie criminal llevada adelante por la decisión ideológica de los nazis y sus cómplices.
Doctor en Ciencias Políticas; doctor en Ciencias Jurídicas; académico Unlam; juez en lo Criminal