9 de Julio de 1816: de aquellos sueños a estas frustraciones
Reflexionando sobre las independencias de las naciones americanas, a más de 200 años, encontramos que este mes cinco países americanos festejan la suya: Estados Unidos (4 de julio de 1776, en Filadelfia), Venezuela (5 de julio de 1811), Argentina (9 de julio de 1816), Colombia (20 de julio de 1810) y Perú (28 de julio de 1821). Es decir, Estados Unidos -hoy potencia mundial que lucha por conservar una posición hegemónica disputada por China - y cuatro países sudamericanos, hoy acuciados por la pobreza y el estrangulamiento económico. ¡Quién lo iba a pensar! Con la riqueza metalífera en aquellas épocas del hoy Perú –centro de un virreinato de donde salía el oro y la plata para Europa-, emporio económico que había comenzado a declinar su producción para una España que languidecía; o de Venezuela, Colombia -integrantes del Virreinato de Nueva Granada- con sus llanos , su aspiración borbónica de cambios económicos inspirados en la fisiocracia y que llevaron también a la creación del Virreinato del Rio de la Plata, del que fuera parte la Argentina. Destinos de aspiración a un desarrollo económico y social hoy frustrados.
Hoy, siglo XXI, navegan angustias, zozobras pero también esperanzas, anhelos de que se abren a que un día se alcance aquel “sueño” de tantos inmigrantes que se asentaron en estas tierras, y en especial en nuestro país: aquel del ferrocarril, del agro, cuya producción partía de extremos recónditos y confluía con su maraña de vías férreas en el puerto de Buenos Aires, rumbo a la exportación, para cruzar el Atlántico y alimentar al viejo mundo. Hoy, aquella Argentina es la de camiones con escasez de gasoil, un campo enojado y enfrentado. Pero también de un pueblo esperanzado en que volvamos a ese equilibrio socioeconómico donde la franja de clase media sea la más grande, con racionalidad fiscal, sin corrupción y se pueda vivir con un estilo de vida acorde a la palabra democracia que hace ya casi a cuarenta años supimos reconquistar, y a 206 años de aquel 9 de julio de 1816.
Tal vez, para lograr un mayor equilibrio provincial con un auténtico sentido de federalismo -acorde al artículo uno de nuestra Constitución- ¿será necesario un cambio de asentamiento de la capital federal?
Hoy la mayor protección por subsidios se la lleva Buenos Aires. Ya en 1816 las provincias consiguieron que el Congreso que declarara la independencia estuviera alejada del poder porteño, por eso fue en la ciudad de Tucumán, pero duró poco, pronto el Congreso de Tucumán, aquel de la independencia que necesitaba San Martín en su lucha para desembarazarnos definitivamente del yugo español, se trasladó a Buenos Aires y las provincias nuevamente bajo esa dependencia centralista.
¿Podremos tener las provincias un federalismo real, con una coparticipación federal acorde a la Constitución en su primer artículo? ¿Se podrá llegar a un crecimiento industrial como se tuvo hace décadas? ¿Podremos tener pobreza cero, y que cada uno pueda vivir dignamente, sin asentamientos, ni hacinamientos, sin precariedad?
Aún se conserva esa esperanza, que es la misma que ejerce el ciudadano depositando su voto en cada jornada electoral. ¡Viva la independencia de aquel 9 de julio de 1816, y viva la democracia! Ambas con luchas que supimos conseguir. Siempre con el corazón puesto en una Argentina del trabajo, el desarrollo económico y el equilibrio social.
Investigadora y docente de la Universidad Blas Pascal