5 libros para conocer a Thomas Mann
Grandes novelas de un clásico monumental
El alemán Thomas Mann (1875-1955) es uno de los autores capitales de la primera mitad del siglo XX. Su obra, prolífica y meditada, tiene como primer horizonte formal la literatura decimonónica, pero su permanente indagación en los dilemas de la época, sobre todo los que afectaban a Alemania y a Europa, lo hizo llevar el género novela a su pináculo definitivo. En 1929 recibió tempranamente el Premio Nobel de Literatura, aunque algunas de sus obras clave son posteriores al galardón. En 1933, con la llegada de Hitler al poder, se exilió a modo de protesta en Suiza (los nazis le retirarían la ciudadanía en 1936) y luego se trasladó a los Estados Unidos. Murió ya de regreso en Suiza, donde había vuelto a residir tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Los Buddenbrook
(1901)
Mann ya había dado a conocer varios relatos cuando a los 25 años publicó Los Buddenbrook, una formidable saga que lo colocó en un lugar primordial entre los escritores de su era. La novela narra el ascenso y caída, entre 1835 y 1877, de una familia de ricos comerciantes. En sus páginas figuran cuatro generaciones de Buddenbrook, desde el patriarca que sentó las bases de la fortuna del clan hasta el último vástago, un alma sensible en la que se entrevé la decadencia inevitable. Última gran novela del siglo XIX o primera gran novela del siglo XX, Los Buddenbrook es el retrato colosal de más de una época, de un modo de vida y de la clase burguesa a la que el propio Mann pertenecía.
La muerte en Venecia
(1912)
Esta nouvelle debe parte de su fama contemporánea a la película que sobre ella hizo Luchino Visconti en 1971. El director italiano respetó la trama y el escenario de playas venecianas, pero hacía de su protagonista principal un músico. En la versión de Thomas Mann, Gustav Von Aschenbach es un escritor en busca de la inspiración perdida, que viaja a la ciudad italiana y, entre los residentes de su hotel, descubre a un joven polaco, Tadzio, por el que experimenta una pasión tan inesperada como silenciosa. La peste que llega a la ciudad de los canales funciona como un potente símbolo del eclipse del mortal Aschenbach y acaso de todo un mundo, a un tris de la guerra. Además de la película de Visconti, la novela inspiró una bella ópera de Benjamin Britten.
La montaña mágica
(1924)
La montaña mágica es la novela más reconocida del autor alemán y su sinopsis, a pesar de la aparente simpleza del argumento, corre el riesgo de llevar varias páginas. Baste recordar que la novela narra la estancia del joven Hans Castorp en un hospital para tuberculosos que se encuentra en la punta de una montaña suiza. Llega sólo por una semanas para visitar a su primo enfermo, pero el diágnostico médico lo obliga a quedarse. Es entonces que comienza a experimentar –como le había adelantado su pariente- que el sentido del tiempo fluye de manera muy distinta en ese lugar apartado. Es una novela de ideas, donde se entrecruzan discusiones sobre la época, la filosofía, la política, el arte. También cuenta con algunos personajes inolvidables (como los intelectuales Naphta y Settembrini, que representan dos polos de pensamiento que se disputan el favor de Castorp), La montaña mágica es uno de los grandes relatos de iniciación de todos los tiempos y un retrato ineludible de las angustias de la entreguerra.
Doctor Faustus
(1947)
Publicada tras la caída del nazismo, esta intimidante obra, que retoma en clave contemporánea el mito fáustico, tal vez sea la más profunda y perfecta del arte de Mann. Doctor Faustus se centra en la vida de Adrian Leverkühn, un compositor musical que le habría vendido el alma a Mefistóteles por unos años de gloria, al tiempo que Alemania se sume en la barbarie y se dirige hacia su propia catástrofe. Mann ronda algunas de las ideas de Nietzsche que lo obsesionaban (el eterno retorno, entre otras) y convierte a Leverkühn en el creador de una nueva técnica compositiva de vanguardia que se parece (no es casualidad) al dodecafonismo de Arnold Schoenberg.
Confesiones del estafador Felix Krull
(1954)
Al final de su vida, el escritor, reconocido como una suerte de conciencia moral de la cultura alemana, sorprendió a todos con esta narración picaresca, llena de gracia y vitalidad. Krull es un perfecto impostor, seductor impenitente, que cuenta las tretas que le permitieron el ascenso social. El recorrido es hilarante y encantador, de sus orígenes humildes a su trabajo como botones de hotel, y el conocimiento que traba con un rico heredero que lo convence de hacerse pasar por él. Mann sólo pudo terminar la primera parte, que se publicó un año antes de su muerte. No llegó a escribir la continuación, pero el carisma de Krull es tan convincente que el lector logra olvidar ese detalle.